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El gobernador de California, Jerry Brown, logró el pasado lunes una de sus mayores victorias en más de cuatro décadas en la política. El Legislativo estatal aprobó la extensión hasta 2030 del mercado de emisiones de California, la pieza central de la estrategia del Estado contra el cambio climático. La semana anterior, Brown compareció ante los legisladores para pedirles “el voto más importante de su vida” en un discurso apasionado que se hizo viral:“esto no es por mí, yo voy a estar muerto, es por ustedes”, dijo señalando al público.
“Pero mi mensaje no era solo sobre la mecánica o la validez del sistema, sino sobre la amenaza existencial del cambio climático para el mundo y la humanidad. California es una parte importante del esfuerzo global por la descarbonización y la limpieza de gases de efecto invernadero”.
Brown acabará su cuarto y último mandato el año que viene dejando a California, una economía del tamaño de Francia, en la vanguardia de lucha contra el cambio climático en Estados Unidos, y además con apoyo del Partido Republicano, algo inaudito en tiempos de agria división partidista en Washington.
“Prácticamente todo el Partido Republicano, menos los que votaron a favor, niega el cambio climático, empezando por el presidente Donald Trump, y cuando no, niegan que tenga causa humana o que las consecuencias sean dañinas”, dice sobre el “negacionismo” en el que se ha instalado el partido que hoy controla todo el poder en Washington. “El por qué es otra cuestión. Presumo que parte es por “tribalismo” político. Otra parte es porque reducir las emisiones es una imposición de autoridad pública sobre la actividad privada y el ganar dinero. Es una píldora difícil de tragar para los acólitos del capitalismo fundamentalista”.
Aparte del postureo político, Brown entiende que haya aún razones profundas para el escepticismo en algunos sectores.
“La razón profunda es la gran dependencia y lo arraigada que está una economía basada en el carbón. Todo lo que hacemos en la vida está ligado a alguna actividad que genera emisiones de dióxido de carbono”.
Eso produce “barreras económicas y psicológicas” al cambio.
“No fue fácil para el Imperio Romano transitar hacia la cristiandad. Tardó cientos de años. Pensar en un mundo sin carbón es radical, en el sentido más fundamental de la palabra, y obviamente no va a ocurrir sin resistencia”.
El acuerdo bipartito para llegar al objetivo de emisiones de California (situarse en 2030 con un 40% menos de los niveles de 1990) viene de antes del primer mandato de Brown y ha sido la prioridad absoluta de estos últimos años. La situación deja en evidencia la decisión de Donald Trump de retirar a EE UU del Acuerdo del Clima de París como algo extemporáneo no solo en el mundo, sino dentro de su propio país. Las grandes economías de EE UU van por un lado y la Casa Blanca por otro.
Brown cree además que no hay ningún rédito electoral en decisiones como esa.
“Creo que tiene muy poco impacto político. No creo que el cambio climático forme parte de las preocupaciones del ciudadano medio. Debería, pero no está”. Trump “está cautivo del fervor de cierta rama del republicanismo moderno. Una rama que se define en parte por el resentimiento político hacia los demócratas, y en parte por asegurarse de que el Gobierno no pone regulaciones que impidan el flujo de capital o la actividad industrial. Hay un elemento defensivo en la negación del cambio climático y en la defensa del status quo industrial”.
La decisión de Trump no tiene consecuencias prácticas por ahora dentro de EE UU. “Puede que ni siquiera lo consiga, porque a lo mejor está fuera del cargo antes de que se complete el proceso”. Pero políticamente “le da a Trump y al Partido Republicano un olor de obsolescencia, de no estar en contacto con mucha gente”.
En el colmo del contraste, cuando Trump anunció que EE UU se retiraba del Acuerdo de París, Brown se encontraba precisamente en China negociando acuerdos de cooperación en eficiencia energética y lucha contra el cambio climático. Le recibió el presidente Xi Jinping.
“La reacción en China fue comprometerse con el Acuerdo de París. Me lo dijo el presidente directamente, de una manera que enfatizaba su determinación y su capacidad para hacerlo. Creo que ven una oportunidad para hacerse con el mercado del vehículo eléctrico, igual que han hecho con el mercado solar y eólico, y ahora se están fijando en las baterías. Es otro indicador de que Estados Unidos se está retirando ante el liderazgo global que está ejerciendo China de una manera cada vez más atrevida. Por ejemplo, ellos construyen carreteras no solo en China, sino en muchos lugares del mundo. Estados Unidos no puede subir un céntimo de impuestos para construir puentes y carreteras. Ni pensamos en construir carreteras en África porque no podemos construirlas ni en Kansas. Obviamente, los chinos lo ven como una oportunidad estratégica, desgraciadamente, porque Estados Unidos debería reforzar su posición interior y exterior, y está haciendo exactamente lo contrario”.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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