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Vivimos en un mundo globalizado. Las nuevas tecnologías nos permiten estar conectados con cualquier rincón del mundo. A pesar de esto, muchas veces nos cuesta comprender que nuestras acciones repercuten en la vida de otros aunque estén a miles de kilómetros de distancia. El cambio climático se ha convertido en un cruel recordatorio de que vivimos en UN planeta.
Por ejemplo: en el verano de 2010, Rusia enfrentó una sequía severa, una ola de calor y una serie de incendios forestales catastróficos, destruyendo un tercio de la cosecha de trigo del país. Medio año después, comenzó la Primavera Árabe.
¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? La respuesta es simple, crisis climática es igual a crisis alimentaria que es igual a crisis social. Oriente Medio y África del Norte, que están entre las regiones más inseguras del mundo, dependen en gran medida de las importaciones de cereales del Mar Negro, especialmente de Rusia, uno de los mayores exportadores de trigo del mundo. Pero a raíz de una pobre cosecha, el gobierno ruso prohibió las exportaciones de cereales, buscando proteger su propio suministro de alimentos.
Al no poder importar granos de Rusia, los países de las dos regiones vieron que los precios del pan se disparaban. Y mientras muchos otros factores alimentaron el malestar político caracterizado como la Primavera Árabe, el alto costo de bienes básicos alimentó el amplio descontento popular que provocó una serie de intentos de derrocar regímenes antidemocráticos – algunos exitosos, otros violentamente suprimidos.
Este ejemplo ilustra la naturaleza tan frágil de la red que el mundo utiliza para alimentar a sus aproximadamente 7 mil millones de personas. Ahora, un nuevo informe de Chatham House, un grupo de expertos con sede en Londres, detalla cómo el cambio climático amenaza aún más a esa red, ya que el tipo de fenómeno climático extremo que eliminó la cosecha rusa se vuelve más común.
Piensa en lo que comes en un día. Es altamente probable que hayas comido algún platillo que tuviera maíz, trigo, arroz o soja. Esto es porque la seguridad alimentaria mundial depende del comercio de tan sólo estos cuatro cultivos. Sólo los tres primeros representan el 60% de la ingesta energética mundial. Por su lado, la soja es la fuente más grande del mundo de proteínas de origen animal.
La producción de estas cosechas concentra en un puñado de países exportadores, y el volumen que se mueve es cada vez mayor. Entre 2000 y 2015, el comercio mundial de alimentos creció en un 127%, o sea 2.2 mil millones de toneladas métricas – y se prevé que las tasas de crecimiento sigan aumentando.
Pero el movimiento de estos cultivos se basa en tan sólo 14 “puntos críticos” en las rutas comerciales, donde pasan volúmenes excepcionales de productos. El informe resalta que estos 14 puntos, de los que depende nuestra supervivencia, han sido peligrosamente pasados por desapercibido.
¿Qué pasaría si la próxima vez que la cosecha de trigo de Rusia se vea afectada por la sequía, otros grandes productores de alimentos también están enfrentando dificultades con el clima? ¿O qué pasaría si en Estados Unidos una temporada de inundaciones destruyera las vías fluviales o los puertos donde salen los productos para exportación?
Por ejemplo, sólo Brasil representa el 17% de las exportaciones mundiales de trigo, maíz, arroz y soja. Pero su red de carreteras está desmoronándose. Las precipitaciones extremas podrían acabar con una importante ruta de transporte. Si esto ocurriera junto con una inundación en los Estados Unidos y una sequía en Rusia, habría escasez mundial de alimentos. Ésta llevaría por lo tanto a disturbios e inestabilidad política, y hambre en áreas que dependen en gran medida de las importaciones de otras partes del mundo.
Otro caso. El Canal de Panamá, que une los mercados occidental y asiático, es uno de los puntos más críticos: 36% de las exportaciones de maíz y 49% de las exportaciones estadounidenses de soja pasan por ella cada año.
Otro. El Estrecho Turco conecta a los productores del Mar Negro con los mercados mundiales, principalmente a Medio Oriente. El 77% de las exportaciones de trigo de Rusia, Ucrania y Kazajstán pasan por estas aguas.
Las vías navegables interiores, las carreteras y los ferrocarriles también son críticas. El 60% de los productos agrícolas de los Estados Unidos se dirigen desde las granjas a los puertos a través del Sistema de Transporte Marino Interior (IMTS). Del mismo modo, el 60% de las exportaciones de trigo de Rusia y Ucrania dependen de la red ferroviaria del Mar Negro.
Inconvenientes en cualquiera de estos puntos críticos significaría graves problemas, pero si ocurren varios a la vez, podría ser desastroso. El cambio climático hace que esto último sea lo más probable. Aunque es difícil conectar cualquier evento climático específico con el cambio climático, los modelos sugieren que los aumentos de temperatura hace que estos eventos sean más comunes. Es momento de actuar para evitar esta crisis, y prepararnos con planes de contingencia en dado caso esto suceda.
Este texto apareció originalmente en The Washington Post, puedes leer el original en inglés aquí.
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