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A media mañana, en la escuela secundaria Gaitheri, en el condado de Murang’a, en el centro de Kenia (África), los estudiantes están ocupados con su rutina diaria, como en cualquier otra escuela. Pero su establecimiento es diferente, cuenta con un suministro de energía mejor que la mayoría de las escuelas rurales. Uno de sus techos está cubierto de baldosas equipadas con paneles solares que producen energía; una tecnología de energía solar conocida como “fotovoltaicos integrados en edificios” (BIPV).
En Kenia, los azulejos fueron realizados por la firma nacional Strauss Energy y costeados con una subvención de la Fundación para el Desarrollo Africano de los Estados Unidos.
El proyecto comenzó en 2016 y ha permitido a los estudiantes mejorar su rendimiento gracias a una potencia energética más confiable, lo que significa que pueden estudiar incluso durante la noche. La energía solar se almacena en baterías, asegurando un suministro continuo, aun en días nublados. El profesor Jackson Kamau Kiragu dijo que la tecnología BIPV también ha permitido a la escuela ofrecer clases de computación.
La escuela también está conectada a la red nacional, pero la energía que esto les proporciona es cara y sufren de interrupciones frecuentes, especialmente en la temporada de lluvias. Las baldosas solares han reducido el gasto de la escuela en electricidad en unos 1,500 chelines kenianos al mes, que es en gran parte un cargo fijo por el acceso a la red eléctrica.
“Independientemente del clima, dependemos de la energía solar”, dijo Kiragu.
Una gran parte de la población de Kenia, unos 45 millones, todavía no tiene acceso a la electricidad, sobre todo en las zonas rurales, mientras que la demanda de energía verde está creciendo a medida que el país intensifica los esfuerzos para frenar el cambio climático.
Una encuesta encargada por Christian Aid y la Alianza Panafricana de Justicia Climática a principios de este año mostró que sólo cerca del 57% de los kenianos están conectados a la red, lo que indica un potencial de demanda enorme de energía fuera de la red.
Charity Wanjiku, directora de operaciones de la compañía, dijo que estaba motivada para desarrollar la tecnología patentada porque Kenia recibe luz solar abundante, que no está siendo completamente explotada.
Wanjiku dijo que la tecnología podría ayudar a compensar un déficit de energía hidroeléctrica, cuya producción ha disminuido a medida que la sequía ha afectado los niveles de agua en los ríos y reservas. Esto también puede crear trabajos, ya que los azulejos deben hacerse y luego fijarlos en los techos por técnicos, agregó.
Mientras la tecnología está ganando terreno, Wanjiku señaló que la industria de la construcción en Kenia es rígida cuando se trata de adoptar nuevas tecnologías. La penetración del mercado sigue siendo lenta dado que la tecnología es nueva y requerirá algún tiempo para generar confianza y aceptación entre una base de clientes más amplia, añadió.
Pero, los azulejos solares han llegado al mercado en un momento en que el país está experimentando un cambio de política en la utilización de energía solar en el sector de la construcción. En abril, la Comisión Reguladora de Energía de Kenia dirigió a los propietarios cuyos edificios usan más de 100 litros de agua caliente por día para instalar sistemas solares de calentamiento de agua.
“Es ideal para promotores inmobiliarios, escuelas y hospitales“, dijo, agregando que aún puede ser caro para los hogares.
Los azulejos cuestan entre $20 y $250 cada uno, dependiendo de su tamaño. Aunque se está llevando a cabo una investigación para mejorar el producto y reducir los costos al tiempo que se mejora la eficiencia, comentó Wanjiku. Strauss Energy planea construir una planta con capacidad para producir 10,000 unidades diarias.
Kiragu, por su parte, está convencido de que los azulejos solares pueden ser una bendición para las escuelas. Ya con colocarlos en una sola escuela puede hacer una diferencia en el suministro de energía barata y confiable, dijo. Además, las baldosas están hechas de arcilla y plástico duradero, por lo que se puede utilizar para cosechar agua de lluvia para uso doméstico, añadió.
En Gaitheri, los azulejos están colocados en lotes de 12, los cuales comprenden un único circuito. La energía de los circuitos se canaliza en baterías equipadas con una unidad de carga que indica la cantidad de poder que se genera.
La escuela tiene 300 azulejos, produciendo un combinado de 300 kilovatios y ocho baterías con una vida útil de 25 años vinculados a un sistema de 48 voltios.
“Usualmente monitoreamos las dos fuentes, la de red y la solar, y hemos observado que mientras la potencia de la red muestra fluctuación, la energía solar es constante”, dijo Kiragu.
Muddy Ramrakha, tesorero de la Junta de la Sociedad de Construcción Verde de Kenia, dijo que la tecnología BIPV podría hacer una contribución significativa para aliviar la dependencia de la red nacional. Pero eso requerirá superar una serie de desafíos, incluyendo la concientización entre los usuarios potenciales.
Mientras que el equipo fotovoltaico es más barato, el coste y la durabilidad de la tecnología de la batería seguirán siendo una barrera por algún tiempo, Ramrakha predijo. Un acceso más amplio a la financiación que promueva el uso de este tipo de tecnología, permitirá la expansión de la adopción de innovaciones en energía limpia.
Este texto apareció originalmente en Thomson Reuters Foundation, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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