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El metano proveniente de las flatulencias del ganado y especialmente, el de sus eructos, es una carga para el planeta. Este gas de efecto invernadero tiene un potencial de calentamiento 25 veces mayor al del dióxido de carbono.
La ganadería representa el 14.5% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, y más de la mitad proviene del ganado vacuno, según un informe de 2013 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Teniendo en cuenta que algunos ecologistas podrían optar por evitar la leche y la carne de vacuno, los científicos han encontrado una manera para que se pueda tener ganado y comerlo también, sin generar el peligroso gas.
Creen que es posible debido a un estudio que ganó el Premio de la Biblioteca Pública de Ciencias Genéticas. El estudio, publicado originalmente en la revista PLoS Genetics el año pasado, mostró que la genética de una vaca determina qué microbios habitan en su intestino y algunos de esos microbios producen el metano que finalmente llega a la atmósfera.
“La genética de las vacas dictará cuáles bacterias tendrán en su estómago”, dice Filippo Miglior, un genetista de Canadian Dairy Network y la Universidad de Guelph (Canadá), quienes no trabajaron en el estudio.
Los investigadores dividieron 72 vacas en nueve grupos. Cada grupo consistía de hermanos, vacas similares entre sí en su composición genética. La mitad de las vacas de cada grupo recibieron una dieta y la otra mitad obtuvo una dieta diferente. Para medir cuánto metano estaban emitiendo, los investigadores colocaron a cada vaca en una cámara para aspirar sus gases.
Resultó que los diferentes grupos difieren en las cantidades de metano que emitieron, y por mucho. “El mayor grupo emitió 200 gramos por día y el más bajo 140 gramos por día, por lo que hay una gran diferencia”, dice Rainer Roehe, autor principal del estudio y un genetista en la Rural College de Escocia.
Roehe dice que las dietas hicieron una diferencia en cuánto metano emitieron las vacas, pero cuando clasificaron a las familias de la vaca basadas en cuánto gas estaban expulsando, la familia menos gaseosa emitió la menor cantidad de metano sin importar lo que comieron. Roehe dice que sugiere que la genética juega un papel importante en la formación de los microbios que existen en el intestino de cada vaca individual.
“Es muy emocionante porque no sabíamos que la comunidad microbiana está tan fuertemente influenciada por la genética del huésped”, dijo. “Esto da la oportunidad de seleccionar animales basados en esas genéticas y así reducir las emisiones de metano”.
Pero no será tarea fácil, dijo Migilor. Poner las vacas en una cámara que analiza su desgasificación es extremadamente caro.
“Medir las emisiones de metano puede costar de $ 700 a $ 1,000 por vaca”, dijo Miglior.
Eso es mucho dinero para un criador, pero Roehe y su equipo piensan que tienen una solución para eso también.
Los investigadores tomaron muestras microbianas directamente de los órganos de cada vaca. Cuando analizaron las muestras, Roehe y sus colegas encontraron 20 genes microbianos que dan a las bacterias la capacidad de producir metano.
“Estos genes pueden usarse para predecir las emisiones de metano, y podemos usar esto para fines de reproducción”, dice Roehe.
Hacer un análisis genético en el intestino de una vaca sería mucho más barato que medir directamente las emisiones de metano, agrega Migloir.
Esto significa que los criadores pueden obtener un perfil microbiano intestinal en un rebaño de ganado e identificar los que producirían menos metano. Estos podrían ser utilizados para criar la próxima generación de ganado. Con el tiempo, es posible que los criadores puedan incluso ser capaces de eliminar las bacterias productoras de metano del ganado por completo.
“Hay estudios donde los investigadores han tenido animales sin bacterias productoras de metano, y no hubo desventaja en el crecimiento y salud”, dijo Roehe.
Pero para que se logre esto, “el método debe ser validado como primer punto, obviamente, y es que es una investigación muy prometedora”, comentó Miglior.
Este texto apareció originalmente en NPR, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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