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Éste es un artículo de opinión, su contenido expresa la postura de su autor, el alcalde de Nueva York, Bill De Blasio.
Cuando el presidente Donald Trump inició el proceso de retirar a los Estados Unidos del Acuerdo de París, le dio la espalda a su ciudad natal. Los neoyorquinos vieron cómo la ciudad se sumergía por el huracán Sandy. Para nosotros, la lucha contra el cambio climático es una lucha por nuestras vidas.
Fue entonces que nos pusimos a trabajar. Pedí a todo el gobierno municipal que me trajera un plan para cumplir con el objetivo del Acuerdo de París de no permitir que la Tierra se caliente por más de 1.5°C, lo que frenará los efectos más desastrosos del cambio climático.
Hace poco anunciamos el primer paso para alcanzar ese objetivo. Estamos tomando la fuente número uno de las emisiones de carbono de la ciudad de Nueva York: nuestros edificios envejecidos. Los grandes edificios de nuestra ciudad tendrán que cumplir con un estricto objetivo de uso de combustible fósil para 2030.
Las nuevas normas obligarán a los 14,500 edificios más sucios de actualizar calderas, calentadores de agua, techos y ventanas a los estándares más eficientes en energía. Estos edificios son los únicos responsables de un cuarto de todas las emisiones totales de carbono.
Otras ciudades han establecido normas para los nuevos edificios. Eso es importante, pero no es tan eficaz como la readaptación de edificios existentes, que son nuestra mayor fuente de emisiones. Sabemos que la tecnología y el financiamiento detrás de una readaptación funciona, porque ya 4,000 edificios están trabajando con nosotros para realizar estos cambios voluntariamente. Pero sin un mandato general, no tenemos esperanza de alcanzar el objetivo de reducir las emisiones en conjunto en un 80% para 2050.
La readaptación se paga por sí misma en 5 a 15 años en promedio, después de lo cual los propietarios se beneficiarán de la ganancia de menores costos de operación de calefacción, refrigeración y alimentación energética de sus edificios. Al dar a los propietarios el acceso a la experiencia técnica y la financiación a bajo interés, podemos hacer esto una propuesta aún más atractiva.
Pero también vamos a dejarles claro a los propietarios que enfrentarán consecuencias si no cumplen. Por ejemplo, el dueño de una torre de 1 millón de pies cuadrados pagaría como $ 2 millones en multas cada año hasta que reajuste su torre a los estándares establecidos. La gente entenderá rápidamente que estamos hablando en serio.
El bien público aquí es indiscutible. Reajustar nuestros edificios más grandes sería el equivalente a eliminar 900,000 autos de la carretera cada año y otros beneficios además. Estimamos que habrán 17,000 empleos verdes bien pagado, los cuales no pueden ser subcontratados.
Pueden negar la ciencia (el cambio climático en este caso) en Washington. Pero ciudades como Nueva York no la ignorarán y marcarán el ritmo. Nos vamos arremangar nuestras mangas y lograremos el cambio que se necesita.
Esto será un trabajo duro. Será masivamente polémico, y vamos a recibir críticas fuertes de intereses adquiridos mientras luchamos para pasar estos mandatos a la ley. Pero no tenemos hasta 2040 o 2050 para encargarnos de mayores fuentes de emisiones. Tenemos que actuar hoy.
En muchos sentidos, la ciudad de Nueva York es un lugar singular, pero también es típico de un mundo donde la mayoría de las personas ahora viven en ciudades. Si podemos cambiar en Nueva York, se puede en cualquier lugar, y es mejor que se logre rápidamente.
La ventana para salvar a este mundo, se está cerrando.
Este texto apareció originalmente en Thomson Reuters Foundation, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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