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El hidrógeno, ignorado durante décadas por los planificadores energéticos de Alemania, está ganando terreno como alternativa a los combustibles fósiles a medida que el país lucha por recuperar el terreno perdido en sus promesas climáticas.
Desde funcionarios gubernamentales hasta empresas de servicios públicos y operadores de redes eléctricas, el hidrógeno se promociona como una forma más limpia de romper la dependencia alemana del carbón. En las últimas semanas, el Ministerio de Economía presentó 20 laboratorios para investigar el combustible, y los propietarios de ductos para gas natural pidieron reglas que les permitieran transportar más del elemento más liviano.
El hidrógeno libera solo agua cuando se quema y, por lo tanto, se considera más limpio que el carbón, el petróleo o el gas, que emiten gases de efecto invernadero. Por eso, los formuladores de política en Japón, China y Gran Bretaña ya están alentando el uso de hidrógeno.
“El hidrógeno es uno de los temas más candentes en la transición energética del país en este momento”, asegura Inga Posch, directora gerente de FNB Gas eV, la federación de operadores de redes de gas de Alemania. “El interés del sector privado es realmente enorme. Los alemanes se han centrado demasiado en la electrificación de la economía, por lo que estamos comenzando el proceso con retraso”.
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Alemania ya tiene el primer tren impulsado por hidrógeno, pero fue solo en julio que el ministro de Economía, Peter Altmaier, declaró su objetivo de que el país se convierta en “el número uno en el mundo” en la tecnología.
Los fabricantes de automóviles japoneses han puesto celdas de combustible de hidrógeno en sus vehículos, mientras que los consumidores están comprando unidades de energía doméstica que utilizan el combustible. China y Gran Bretaña también están investigando la tecnología, y Royal Dutch Shell Plc la considera confiable y fácil de transportar.
Lo que detuvo el hidrógeno durante décadas es el costo y la complejidad de la tecnología. Los métodos de producción actuales son caros y el combustible es volátil y altamente inflamable. Para muchos, evoca la imagen del desastre de Hindenburg, cuando una aeronave gigante llena de hidrógeno se quemó en medio minuto luego de prenderse fuego en 1937.
En Alemania, el hidrógeno se ve ahora como una opción importante para llenar el vacío energético por el cierre inminente de las estaciones nucleares y la eliminación gradual de la energía a carbón. La canciller Angela Merkel se comprometió a reducir a la mitad las emisiones de dióxido de carbono para 2030 en comparación con los niveles de 1990. Esa ambición fue respaldada en el Acuerdo de París sobre cambio climático de 2015, aunque el progreso hacia ese objetivo ha disminuido desde entonces.
Para volver a encaminar las emisiones, el gobierno anunció en julio que 20 nuevos laboratorios de investigación recibirán un total de 100 millones de euros (US$110 millones) al año para probar nuevas tecnologías de hidrógeno con aplicaciones a escala industrial. Incluso se destina más dinero a los laboratorios en las regiones de “cambio estructural”, o las más afectadas por el cambio del país.
El hidrógeno puede ser una buena opción para Alemania, ya que su infraestructura de gas puede transportar y almacenar grandes cantidades de combustible, según Posch de FNB. Su grupo pide que el sistema de gas natural transporte una parte obligatoria de gases renovables y descarbonados, incluidos biometano, metano sintético e hidrógeno, comenzando en 1% en 2021 y aumentando a 10% en 2030.
Según FNB, se espera que el consumo general de Alemania de gas natural y los llamados gases verdes crezca 7% entre 2017 y 2030. Pero la demanda de hidrógeno en los sectores de transporte e industria aumentará 37% para 2030.
“El gas verde debe ser parte de la solución, ya que puede utilizar las infraestructuras y aplicaciones existentes y, por lo tanto, reducir significativamente los costos y riesgos de la transformación del sistema energético”, asegura Timm Kehler, presidente del grupo de presión de la industria de gas Zukunft Erdgas.
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El llamado hidrógeno azul es producido al descomponer la molécula de gas natural, una opción relativamente barata pero no libre de carbono. El hidrógeno verde se produce al convertir la energía eólica o solar en hidrógeno a través de la electrólisis, un proceso con cero emisiones pero costoso que consume mucha energía.
“Para el hidrógeno, el argumento de negocios sigue siendo lento”, afirma Thomas Brehler, jefe mundial de energía, energías renovables y agua en KfW IPEX-bank, uno de los mayores financiadores de energía de Europa. “Estamos lejos de grandes proyectos de hidrógeno”.
La instauración de políticas e incentivos de apoyo ahora podría ayudar a reducir los costos a largo plazo, según la Agencia Internacional de Energía, de la misma manera que décadas de subsidios y subvenciones para las células fotovoltaicas y las turbinas eólicas ayudaron a hacer que muchas tecnologías renovables fueran competitivas en costos con los combustibles fósiles en todo el mundo.
Si la tecnología avanza y llega a una escala industrial, podría resolver uno de los desafíos más difíciles de Alemania: mantener constante el suministro de energía incluso cuando el sol no brilla y el viento no sopla.
“La aplicación de hidrógeno para la energía es nueva y se cree que tiene un gran futuro”, asegura Ulrich Schmidtchen, portavoz de la Asociación Alemana de Hidrógeno y Celdas de Combustible. “La industria está invirtiendo y la política generalmente sigue su ejemplo”.
Este texto apareció originalmente en Yahoo Finanzas y Bloomberg, puedes ver el original aquí.
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