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Un equipo de investigación internacional, liderado por la alemana Nadja Rüger, ha tomado como ejemplo la selva Barro Colorado para predecir el desarrollo de los bosques tropicales y garantizar así su recuperación.
Aunque los bosques vírgenes son epicentros de biodiversidad, la pérdida de sus hábitats, fundamental para muchas especies, va en aumento debido a la tala para el desarrollo de actividades agrícolas y ganadería. Esta acción, que se desarrolla con mayor frecuencia en los trópicos, tiene consecuencias perjudiciales para el medio ambiente.
“La captación de carbono de los árboles sirve para substraer el dióxido de carbono (CO2) de la atmosfera y así evitar su acumulación en la atmósfera”, recuerda a DW Omar López, director del Sistema Nacional de Investigación de la Secretaria Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación de Panamá (SENACYT).
Se trata de un rol fundamental para la lucha contra el cambio climático, por lo que su protección es esencial. “Cuanto mayor cantidad de bosques, más CO2 podremos eliminar de la atmosfera”, agrega. De aquí la importancia de estudiar cómo pueden evolucionar durante las próximas décadas.
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López forma parte del equipo de investigación internacional, en el que se encuentran expertos del Centro Alemán para la Investigación Integrativa de Biodiversidad (iDiv) y la universidad de Leipzig, que ha estudiado la evolución de los bosques tropicales a partir de los datos recolectados en una superficie de 50 hectáreas de la selva Barro Colorado, en una isla de Panamá.
“Es el hogar de la primera gran parcela de monitoreo forestal permanente en bosques tropicales”, recalca Nadja Rüger, autora principal del estudio. “Durante los últimos 40 años, cada cinco años se han medido e identificado las especies de los aproximadamente 200,000 árboles más grandes que un dedo de diámetro”, explica. Se trata de “un conjunto de datos únicos sobre el crecimiento, la supervivencia y la reproducción de aproximadamente 300 especies de árboles”, subraya.
Entre estos datos, destaca el trabajo desarrollado por López junto con otros expertos y estudiantes ingleses y panameños que durante cuatro años obtuvieron información sobre el crecimiento de los bosques secundarios.
“Cuando las áreas despejadas ya no se usan, nuevos bosques crecen en ellas y luego capturan parte del CO2 previamente liberado”, explica Rüger, que empezó a trabajar en este estudio en 2007, tras su primera visita al país centroamericano y continuó desarrollándolo con los fondos de la Fundación Alemana de la Ciencia (DFG), a través de dos becas “Eigene Stelle”.
Para la investigadora alemana, la promoción de tales áreas forestales naturales puede ofrecer una forma económica de mitigar el CO2 de la atmósfera que daña el clima y, al mismo tiempo, promover la biodiversidad.
La rapidez del crecimiento y muerte de los árboles, así como su reproducción, fueron los parámetros que se utilizaron para predecir la dinámica del bosque y que demostraron que los árboles siguen diferentes estrategias durante su desarrollo. Así, se observó que, mientras que las especies “rápidas” crecen y mueren rápidamente, las especies “lentas” crecen lentamente y alcanzan la vejez.
Independientemente del ritmo de vida, los árboles pueden diferir en cuanto a su estatura. Así, los árboles gigantes crecen relativamente rápido pero debido a su gran estatura se reproducen en pocas ocasiones, mientras que los pequeños arbustos y árboles, que crecen lentamente y no viven mucho tiempo, se reproducen con mayor frecuencia.
No obstante, López recuerda que “cada una de sus especies opera bajo diferentes condiciones fisiológicas y ambientales, por lo que, si el cambio climático atenta contra la estabilidad de algunas especies, es posible que otras puedan subsistir”.
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Con los datos recopilados, se demostró que los árboles de gran tamaño no son exclusivos de los bosques jóvenes, tal y como se tenía asumido hasta el momento. Igualmente, la información obtenida permite mejorar las prácticas de restauración de los bosques tropicales y el uso de bosques degradados para maximizar las capacidades de captura de carbono, apunta el experto panameño.
Asimismo, considera que la investigación puede ser útil para otros países en la región como El Salvador.
“Tienen un territorio donde la esperanza de bosques está centrada en la recuperación de bosques secundarios. Esto es una realidad compartida en mayor o menor grado en toda Latinoamérica”, considera.
De este modo, agrega que la conservación de la vida silvestre debe ir orientada no solo a preservar nuestros pocos bosques primarios que quedan, sino también a promover la regeneración de aquellos abandonados y que están en algún estado de regeneración.
“El proceso de recuperación de la funcionalidad de estos bosques es relativamente rápido, de entre 40 y 60 años”, explica apuntando a algunas informaciones de la investigación.
Por este motivo, aboga por estrategias de conservación y manejo de áreas o bosques con una mayor presencia de bosques secundarios ya que ahora constituyen un gran activo para combatir el cambio climático y salvaguardar la diversidad y función de ecosistemas.
Este texto apareció originalmente en DW, puedes ver el original aquí.
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