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Yolanda Kakabadse (Quito, Ecuador, 1948) es la presidenta de WWF internacional y ex-ministra de Medio Ambiente en Ecuador. Kakabadse se ha dedicado desde los años 70 a defender el planeta; ha sido fundadora y presidenta de varias ONG y ha dado conferencias por todo el mundo en favor de la naturaleza. La semana pasada visitó Madrid para participar en la segunda edición de los Diálogos sobre el Agua entre América Latina y España. “Hay muchas buenas experiencias que compartir”, cuenta con una sonrisa. Kakabadse participó en el panel sobre el uso del agua en ámbitos urbanos. “Se pierde mucha agua. Y todos pensamos en ello como algo inagotable, pero ¿de qué me sirve el agua en el océano?”.
Pregunta. Como soluciones prácticas, ¿qué podemos hacer para mejorar la gestión del agua?
Respuesta. Para empezar, tenemos que relacionar este tema con el cambio climático, porque agrava el potencial de sufrir sequías e inundaciones. Otra cuestión es que no hay un usuario principal del agua. Por ejemplo, en América Latina, el sector agrícola se ha sentido siempre como el dueño del agua. Y eso está mal. Sobre todo, porque después hay muchísimo desperdicio de comida. Se está produciendo más comida que la que podemos consumir y el 40% de esa comida termina en la basura. Eso es inmoral, es falta de ética y de solidaridad con el planeta… Porque para producir esa comida ha hecho falta el consumo de agua.
P. Y a la hora de buscar responsabilidades, ¿dónde debemos mirar, al consumidor o al productor?
R. Yo creo que la responsabilidad está en ambos lados. Primero hay que reducir los niveles de ambición económica del productor y hacerle más responsable. Y en cuanto al consumidor, debemos aprender a medir de nuevo la calidad de un producto a través del olfato, del tacto o del aspecto, y no solamente a través de una etiqueta que señala la fecha de caducidad.
P. ¿Usted ha hablado en alguna ocasión de la importancia de los líderes para promover ese tipo de consignas. ¿Quién cree que ahora está llevando la iniciativa?
R. Algunos líderes empresariales. No todos, pero sí muchos. Los acuerdos de París, por ejemplo, tuvieron dos actores fundamentales: los líderes locales como los alcaldes y algunos del sector empresarial. Estos quieren que su empresa perdure 200 años, no 20. Es cierto que se van a hacer más ricos en 20, pero esa no puede ser la visión. La visión es que su negocio perdure en el tiempo para que haya varias generaciones de beneficiarios.
P. Entonces, ¿tenemos razones para ser optimistas?
R. Yo soy siempre optimista, los ecologistas somos optimistas porque si no, ya nos hubiéramos suicidado hace mucho tiempo. Pero siempre continuamos luchando porque sabemos que hay nuevas formas de enfocar los problemas y nuevas respuestas.
P. Sin embargo, todavía hay gente que sigue negando el cambio climático. ¿Cómo se les puede convencer?
R. Lo lamentable es que algunos seres humanos solo cambian con un golpe duro. Por ejemplo, el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg decía que no había cambio climático hasta que el huracán Sandy golpeó su ciudad. Ahí no le quedó más remedio que cambiar de opinión y pedir perdón. La lástima es que no reconozcamos el valor de las predicciones científicas. Pero así es el ser humano. Solo a golpes entendemos que existen realidades que no queremos aceptar.
P. Uno de los problemas del medio ambiente son los plazos. Todos los planes tardan mucho en ponerse en marcha. ¿Cómo se podrían acortar estos plazos?
R. Los eventos nos van a obligar a acortar esos plazos. Cuando veamos que nuestro vecino se queda sin agua, cambiaremos. Pero, somos tan incrédulos ante las evidencias científicas que nos cuesta cambiar. Y el problema es que no explicamos bien por qué tenemos que cambiar. Y el ciudadano tiene que entender por qué debe cambiar su comportamiento.
P. ¿Qué papel juegan en esto las ONG como WWF, la que usted preside?
R. Uno esencial. Porque somos conscientes de la necesidad de ejercer de bisagra entre la información científica y el comportamiento humano. Lo de salvar al lince no es solo porque es bonito, es porque ocupa un hábitat que está siendo amenazado. Y lo mismo ocurre con Doñana. Doñana no es importante por su belleza sino porque asegura el agua, la regulación del clima, la seguridad de un río. Y esas cosas hay que explicarlas.
P. ¿Y no cree que el hecho de que haya tantas ONG y con distintos campos de actuación hace que los mensajes pierdan fuerza?
R. No, porque cada grupo de población tiene distinta forma de recibir el mensaje. Entonces, hay quien puede hacer caso a algunas de las ONG del establishment y no hacer mucho caso a otra más radical. O al revés. Cada sociedad, tiene distintas formas de recibir y de expresar un mensaje.
P. ¿Y dónde cree que está WWF? ¿En el establishment o entre las radicales?
R. Yo creo que estamos en una masa intermedia. Nuestra habilidad para conversar tanto con gobiernos, como con el sector productivo o con el indígena nos ha colocado en un lugar privilegiado en el que tenemos a mucha gente que nos escucha. Es cierto que algunos nos acusan de corrupción por hablar con el sector productivo, pero para nosotros, es un valor añadido. Porque ese sector productivo tiene un impacto sobre el planeta tremendo y si no podemos dialogar con ellos, no podemos terminar con el problema.
P. ¿Cree que estamos a tiempo de revertir el daño que le hemos hecho al planeta?
R. Vamos a sufrir impactos más serios de los que creemos. El impacto del cambio climático sobre las sociedades humanas va a ser muy serio. Y ojalá pongamos más esfuerzo en revertir los procesos cuando nos golpee.
P. ¿El cambio climático es entonces el enemigo número uno?
R. Absolutamente. En estos momentos la amenaza más importante para el ser humano es el cambio climático.
Este texto apareció originalmente en ElPaís, puedes encontrar el original aquí.
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