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A tres años de que las primeras colonias comenzaran a crecer en estructuras artificiales de PVC, la siembra de corales en Guanahacabibes deja de ser un sueño para convertirse en una realidad tan sorprendente, como los arrecifes que se intentan restaurar.
Desde entonces, según los científicos, la iniciativa ha permitido cubrir alrededor de mil metros cuadrados en los tres sitios de la península más dañados por el hombre y por fenómenos naturales, como los huracanes.
La doctora en Ciencias, Dorka Cobián Rojas, una de las investigadoras que han estado al frente de esta experiencia, cuenta que se trata de un proyecto sin precedentes en los fondos marinos de Cuba.
Todo empezó a mediados de 2015, con las primeras acciones de capacitación, impartidas por especialistas de la organización no gubernamental The Nature Conservancy, y la instalación, de forma experimental, de dos “guarderías” para la reproducción de corales, en el área marina del Parque Nacional Guanahacabibes.
Luego de dos años de monitoreo, la especialista recuerda que ante el crecimiento exitoso de las colonias, decidimos conformar un vivero de 24 estructuras de PVC, con más de mil fragmentos de Acroporacervicornis.
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Conocida comúnmente como “cuerno de ciervo”, por su forma ramificada, la especie estuvo ampliamente distribuida en la región del Caribe; pero a partir de la década de los 80 del pasado siglo, comenzó a presentar serias afectaciones, asociadas a enfermedades y a otros factores como el aumento de las temperaturas, la contaminación, la sobrepesca, el buceo y la proliferación de especies invasoras.
El deterioro ha sido rápido, al punto de que actualmente se encuentra en peligro crítico, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Más allá de su belleza y de los espectaculares paisajes que conforma, la Doctora explicó que el Acroporacervicornis es una especie fundamental en la formación de los arrecifes coralinos, que brinda refugio a disímiles especies marinas, tanto de peces como de invertebrados.
Por ello, y por las experiencias que ya existían a nivel regional en la restauración de sus poblaciones, se escogió para construir el vivero de Guanahacabibes.
Ubicadas a una profundidad de entre seis y diez metros, en la zona de buceo conocida como María la Gorda, las 24 guarderías están hechas de tubos de pvc, como los que se emplean en la plomería, y tienen forma de árboles muy ramificados.
De cada una cuelgan alrededor de 60 fragmentos de Acroporacervicornis, capaces de crecer más de diez centímetros al año.
“La metodología es sencilla, cuando los fragmentos alcanzan un tamaño adecuado (entre 20 y 40 cm), se cortan en forma de colonias y se llevan hasta el arrecife natural, donde se fijan con cemento al sustrato rocoso”, detalló la investigadora, quien añade que también podrían sembrarse directamente fragmentos pequeños.
En las estructuras artificiales se dejan segmentos de cinco centímetros, para que sigan creciendo y se mantenga el vivero.
Con el Acuario Nacional de Cuba como institución líder, el proyecto está integrado, además, por el Centro Nacional de Áreas Protegidas, el Parque Nacional Guanahacabibes y el Centro Internacional de Buceo de María la Gorda.
Para que se tenga una idea de las ventajas de esta práctica, los especialistas señalan que de manera natural, para que surja un coral hay que esperar que llegue una larva, se asiente, logre sobrevivir y comience a crecer. En cambio, con este método, ya se está colocando un fragmento relativamente grande, con muchas más posibilidades de supervivencia.
Ante esa realidad, la doctora Dorka Cobián Rojas considera que en el futuro el vivero de Guanahacabibes también pudiera ayudar a recuperar las poblaciones de Acroporacervicornis en otras regiones de Cuba. No obstante, su impacto en la repoblación de corales, en una zona que en 1987 fue declarada Reserva de la Biosfera, ya constituye un logro importante, y una prueba de lo que el hombre puede hacer para fomentar la vida y la belleza.
Los arrecifes de coral son el hábitat natural del 25% de la vida marina.
Los arrecifes coralinos son estructuras geológicas sólidas, masivas, de origen biológico, y con formas variadas, que cubren la matriz rocosa de algunos fondos marinos tropicales y subtropicales. Estos crecen hacia la superficie y son creados por organismos fijos al fondo, que forman esqueletos pétreos de carbonato de calcio (principalmente corales pétreos).
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Los arrecifes cubanos aparecen en forma de crestas, promontorios, barras alternadas con canales de arena (fondos de camellones, o de macizos y canales), y tapizan cantos y terrazas rocosas, entre otras variadas estructuras.
Más del 98% de los aproximadamente 3,200 km del borde de la plataforma marina de Cuba está formado por arrecifes de borde de plataforma. En muchos lugares, estos arrecifes poseen crestas arrecifales en la parte más somera.
En los anchos sectores del noroeste (Golfo de Guanahacabibes), sudoeste (Golfo de Batabanó) y sudeste (Golfo de Ana María-Golfo de Guacanayabo) de la plataforma marina, se encuentran áreas dispersas de Arrecifes de parche. En el Golfo de Guacanayabo existen arrecifes peculiares, ya que los fondos de esta zona costera y el sistema lagunar son de tipo fangoso.
A partir de los resultados obtenidos en la siembra de corales en Guanahacabibes, en 2019 se construyó otro vivero frente al Acuario Nacional de Cuba, en la costa norte de La Habana.
Además del Acroporacervicornis, en la península existe el propósito de incorporar la Acroporapalmata, otra especie de coral que también se encuentra en peligro crítico.
Guanahacabibes posee uno de los ecosistemas de arrecifes más impresionantes de Cuba, y de los más diversos del Caribe. Las Naciones Unidas aseguran que el 70% de los arrecifes de coral del planeta se encuentra amenazado o ya desapareció.
Este texto apareció originalmente en Granma, puedes ver el original aquí.
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