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La protección de las comunidades indígenas, sus derechos y territorios que ejerce esta organización colombiana ha sido distinguida con un premio internacional que también reconoce su modelo de protección colectiva.
“De parte de todos los niños de la Guardia del Norte del Cauca, queremos dar un cordial agradecimiento por este premio que nos motiva a seguir luchando por nuestros derechos”, dijo Carlos Yucek, de 11 años de edad y miembro de la Guardia Indígena de Colombia, en el marco del anuncio del Premio Front Line Defenderspara defensores de derechos humanos en riesgo en las Américas 2020.
“Este galardón es una oportunidad para reconocer, celebrar y visibilizar las luchas que las personas defensoras de derechos humanos desarrollan incansablemente, muchas veces desde el anonimato, con escasos recursos y enfrentando graves riesgos”, subrayó a DW María San Martín, coordinadora de Visibilidad de la ONG, recordando que América Latina sigue siendo “la región más peligrosa del mundo para defender los derechos humanos”.
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“El reconocimiento y visibilidad internacional les aporta esperanzas y fuerzas ante sus adversos contextos”, explicó apuntando que además la organización lleva a cabo un trabajo de incidencia con autoridades nacionales y organismos internacionales “para que reconozcan el trabajo legítimo y pacífico de las personas y organizaciones galardonadas y actúen exigiendo su protección”.
El origen de la Guardia Indígena se remonta a 2001. “Su conformación obedece a unas características especiales que se dieron en el territorio del Cauca, especialmente en el norte, con la entrada de violencia por parte de grupos armados”, recordó a DW Mauricio Lectamo, coordinador de derechos humanos de la Guardia Indígena en la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN). Aunque “la expresión del cuidado territorial, de la comunidad y de la vida, viene de más atrás”, agregó.
Esta organización está formada mayoritariamente por personas del pueblo Nasa, la mayor población indígena que existe, unas 300,000 personas distribuidas entre los departamentos del Cauca y del Valle del Cauca, alcanzando el departamento del Huila, explicó Hernán Zuluaga, antropólogo y profesor de Sociología de la Institución Universitaria Antonio José Camacho de Colombia, recordando las características geográficas del departamento del Cauca.
“Ahí nacen los dos ríos más grandes de Colombia: el río Magdalena y Cauca”, apuntó señalando que ello junto a la existencia de volcanes en la zona generan suelos volcánicos donde “se cultivan tres plantas que producen drogas: marihuana, coca y la amapola, que es la que produce la heroína y la morfina”. “Al pueblo Nasa le toca vivir en ese contexto violento que genera el tráfico de narcóticos”, lamentó.
“Una de las características del conflicto armado colombiano es que hay guerra para que haya desplazamiento y luego apoderarse del territorio”, subrayó Lectamo que alabó la valentía de la Guardia Indígena para no abandonar el mismo. “La convicción profunda de unidad y de pertenencia organizativa y de identidad cultural la hace firme y la mantiene sólida”, aseguró.
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Según el coordinador de derechos humanos de la guardia indígena, actualmente, en el norte del departamento del Cauca se contabilizan 2,300 guardias indígenas, mientras que el número total es de entre 7,000 y 8,000. No obstante, en los años 2012, 2013, 2014, la Guardia llegó a tener entre 5,000 y 7,000 guardias indígenas solo en el norte del Cauca por el nivel de impacto de acciones bélicas en el territorio.
Niños, jóvenes, adultos y mayores, incluso familias enteras, son miembros de una Guardia Indígena que da mucha importancia al rol femenino.
“Las mujeres somos las dadoras de vida y por eso defendemos la vida hasta el último día que podamos en todos sus contextos: la naturaleza y el territorio, porque para el pueblo Nasa no puede haber vida sin territorio”, dijo Fabiola Cartagena integrante de la Guardia. En este sentido, Cartagena denunció que en los últimos ataques “ya no están respetando ni siquiera que sean jóvenes, a nuestros niños también los están masacrando”.
Se tratan de los miembros más jóvenes de la Guardia Indígena, que apenas tienen entre 5 y 11 años. Este grupo recibe una primera formación en la que se inculcan valores como el respeto a la familia y naturaleza, de identidad cultural y de la estructura organizativa, mientras que en una etapa posterior, en la edad adulta, la formación se enfoca en aspectos vinculados con los derechos humanos, la legislación indígena, experiencias de paz y resolución de conflictos, entre otros.
“Un guardia tiene que tener un nivel de conocimiento profundo de todas las áreas porque es el que está recorriendo las comunidades”, remarcó Lectamo.
Para terminar con el alto nivel de conflictividad que están sufriendo actualmente dichas comunidades, el coordinador de derechos humanos de la Guardia Indígena instó al cumplimiento del Acuerdo de Paz, el respeto a la consulta previa, libre e informada para proyectos que puedan afectar los territorios indígenas y a la desmilitarización de dichos territorios, entre otras acciones.
Este texto apareció originalmente en DW, puedes ver el original aquí.
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