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Cuando, el pasado 2 de junio, el presidente de EE. UU. Donald Trump decidió que su país dejaba de ser un aliado del planeta contra el cambio climático, muchos ejecutivos se revolvieron en sus sillas. La industria, aunque solo sea por pura necesidad, reaccionó contra el demoledor anuncio del segundo país emisor de gases efecto invernadero del globo, y lo hizo para tomar partido por un futuro donde las energías renovables cambien el inquietante curso actual de los acontecimientos. Europa se mantuvo firme: “No habrá una renegociación del acuerdo de París”, fue el mensaje unánime.
“Tenemos que cambiar el modelo del desarrollo. Las perspectivas demográficas hablan de que la población va a crecer hasta los 9,500 millones de habitantes en 2050 y el 70% va a vivir en ciudades. La presión sobre los recursos será enorme…, la demanda de energía va a crecer más de un 30% para satisfacer las necesidades. Pero si seguimos consumiendo al ritmo actual nos harán falta tres planetas. Necesitamos desvincular el crecimiento de las emisiones”, pronostica Daniel Calleja, director general de medio ambiente de la Comisión Europea.
En España, el Gobierno prepara la ley de cambio climático, una norma que, según Valvanera Ulargui, directora general de la Oficina Española de Cambio Climático y Transición Energética, debería enfocarse con una gran ambición, para que permanezca en el tiempo. “La cumbre de París (COP21) fue una llamada a todos los agentes. El compromiso del Gobierno es la elaboración de esta ley; tenemos que apostar por reducir un 40% las emisiones de aquí a 2030”.
Joaquín Mollinedo, director de Relaciones Institucionales y Sostenibilidad de Acciona, centró el debate en los esfuerzos que se necesitan para ese cambio de modelo:
“El nuevo paradigma de energía limpia exige la electrificación y la descarbonización de la economía. Las renovables son ya competitivas, no son necesarios modelos clásicos de impulso. Las Administraciones públicas pueden aparecer como prescriptores de su uso e introducir criterios renovables en procedimientos de licitación de sus propios consumos. O establecer fórmulas que promuevan el consumo responsable por parte de sus consumidores a través de beneficios en los impuestos de la electricidad”.
Según Mollinedo son necesarios incentivos a la demanda e impulsos a la inversión y que se reforme el sistema tributario para penalizar a las entidades más contaminantes.
Javier Martín, climatólogo y catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona, alertó sobre las consecuencias del cambio climático. “La cuenca del Mediterráneo, incluida la Península, está mostrando una elevación de la temperatura algo superior a la media planetaria. Los últimos datos hablan de 0.24 grados por década desde 1950 hasta la actualidad. Más de dos grados en un siglo. Y eso es mucho”. Lo que le preocupa es la urgencia en la acción.
“El sistema climático no solo es la atmósfera, sino los océanos, la biosfera… Todos tienen una gran inercia en sus comportamientos. Lo que hicimos mal décadas atrás en cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero seguirá ahí las próximas décadas. El mundo ha de saber que, hagamos lo que hagamos, el planeta todavía verá elevar su temperatura unas décimas más”. Eso, en el mejor de los casos.
Álvaro Polo, director gerente de Accenture Strategy, enfocó el problema anteponiendo las soluciones: el desarrollo tecnológico ha provocado una reducción del 66% en los costes de instalación de la energía eólica y de un 85% para la solar, y “eso plantea un escenario muy favorable para las renovables”. El incremento de la eficiencia energética está consiguiendo limitar el crecimiento del consumo per capita. Pero hay que atacar los tres pilares del problema: la generación eléctrica, que, según sus cálculos, en Europa es responsable del 26% de las emisiones; la industria, a la que se le atribuye el 21% del peso, y los consumidores, el 19%. “Hay que actuar sobre el mix de generación para conseguir emisiones cero. Es importante que esa transición sea ordenada, lo que significa definir el papel que jugará cada energía. La industria no es el sector que más emite”. Uno de los retos, señala, es hacer que esa misma industria reduzca emisiones sin perjudicar su competitividad.
La Comisión Europea, explica Calleja, está trabajando en medidas muy importantes para consolidar el mercado interior de la energía y garantizar la seguridad de abastecimiento. También diseña políticas que encaminen a la economía circular.
“Tenemos que cambiar el modelo de producir, consumir, usar y tirar por otro mucho más eficiente. Con ello ahorraríamos una gran cantidad de dinero y se crearían cuatro millones de empleos, al tiempo que reducimos las emisiones de CO2. El plan comunitario abarca a todos los sectores y consiste en desarrollar la propuesta de energía limpia para todos los europeos, también llamada paquete de invierno. Es una gran oportunidad desde el punto de vista económico. Trabajando en la sostenibilidad podemos ser más competitivos. No hay contradicción: las empresas más competitivas son las más sostenibles”.
La eficiencia energética es un arma que puede ayudar, en este casos a países europeos; el continente ya tiene el 35% del mercado mundial de eficiencia y el 40% de las patentes de energía renovable y debe aprovechar esa oportunidad.
Cada Estado comunitario tiene sus propias particularidades y las cosas no marchan tan bien como deberían. La batalla de la negociación del paquete de invierno sigue abierta. “La descarbonización de la electricidad exige medidas de apoyo a las renovables. El mercado (de emisiones) debería funcionar mejor. Que se establezca un sólido modelo de gobernanza para que los objetivos se cumplan”, comenta Ulargui; añadiendo que cada país deberá auditarse internamente para conocer sus fortalezas y debilidades con vistas al cumplimiento de los objetivos. Otras herramientas son necesarias, como un paquete financiero y una norma contable que no compute como déficit las inversiones en eficiencia. “Tal y como se plantean las cosas, ahora nos resulta difícil acceder a los fondos. La descarbonización tiene que venir acompañada de precios claros de mercado y fondos europeos”, pide la representante española.
“La gran prioridad son los proyectos de unión de la energía, economía circular e infraestructuras. También está la financiación de fondos europeos (el Conecting Europe y el programa Horizonte 2020)”, señala el director general de Medio Ambiente. “Otro aspecto son las empresas que se ven frenadas por temas administrativos. Hemos abierto una ventanilla para agilizar operaciones sostenibles”. Todos estos detalles evitarán desastres mayores en el planeta.
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