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“Los montes casi han desaparecido del todo, los árboles son débiles, pequeños y desmembrados”. Las palabras del naturalista francés Claudio Gay, en 1837, sobre el norte de Chile, ya avizoraban un fenómeno que 177 años después continúa profundizándose: la amenaza continua a los ecosistemas o territorios naturales, que poseen la flora, fauna y servicios ambientales importantes para el país.
Un estudio realizado por el Instituto de Ecología y Biodiversidad -integrado por científicos de las universidades Católica, de Chile, La Serena y otros centros especializados- y encargado por el Ministerio del Medio Ambiente en 2013, muestra que el 55% de los ecosistemas del país está, actualmente, en alguna situación de riesgo, según los cuatro rangos técnicos que se utilizan para ese concepto: en peligro crítico, en peligro, vulnerable y sin preocupación.
La investigación identifica 22 categorías de estos lugares amenazados. De ese grupo, cuatro están en el rango de peligro crítico. Ellos son los bosques del norte del país (tamarugos y algarrobos), las coberturas vegetacionales de cactus, las de lavas y las formaciones de playas y dunas.
El informe asegura que los lugares “más amenazados están concentrados en la zona centro-sur del país y, sin lugar a dudas, vinculados al cambio pasado y reciente del uso de suelo y a las actividades antrópicas (presencia del hombre)”. Esto hace referencia a situaciones geoculturales, como el crecimiento de las ciudades y la explotación industrial.
De acuerdo con el análisis, otro elemento negativo, dentro de este problema general, es la “masividad de las plantaciones forestales y la agricultura no sustentable”, que claramente le restan espacio a la flora nativa. Francisco Squeo, uno de los autores del informe, señala que “la escala de trabajo identificó un total de 22 sitios naturales, que representan la diferencia climática del país y su geografía”. Destaca que algunos bosques del norte (caducifolio desértico), como la Pampa del Tamarugal, se han visto afectados por la extracción de leña y carbón, entre otras actividades humanas. Las formaciones dunares y playas también están bajo amenaza. Al respecto, Squeo afirma que, fundamentalmente en el norte, las formaciones arenosas han sido reemplazadas por árboles y, tras ello, por viviendas.
El informe también da cuenta de que el bosque siempreverde valdiviano también está en riesgo. Cristián Little, investigador de la Fundación Forecos, asegura que los incendios, la extracción de madera y el pastoreo han reducido enormemente su área. “Es preocupante: el bosque nativo tiene una gran importancia para mantener agua de calidad, sobre todo frente a altas demandas”.
El problema ambiental, sin embargo, tiene más implicancias. Miguel Díaz, encargado de Conservación de Diversidad Biológica de la Conaf, remarca que también se ve perjudicada la fauna. En sectores de playa ya existen problemas con especies como el gaviotín chico, que ha perdido espacio para anidación. PlanesAlejandra Figueroa, jefa de Recursos Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, explica que “estamos diseñando planes de trabajo en ecosistemas para restauración y áreas protegidas”. Ello también implica la realización de nuevos estudios .Añade que ya se han implementado algunas medidas, como la reforestación de tamarugos en el norte por parte de la Conaf.
Este texto fue escrito por La Tercera y apareció originalmente en VeoVerde, puedes encontrar el original aquí.
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