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Peter Thomson (Suva, Fiyi) dirige desde septiembre del año pasado (y hasta septiembre del presente) la Asamblea General de la ONU, el órgano donde todos esos países tratan de salvar sus diferencias histórico-económico-culturales y proteger al planeta de la humanidad, y a esta de sí misma. Ahora, siguiendo las directrices de los Acuerdos del Clima de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que “son nuestra esperanza. Si no los ponemos en marcha, tendremos problemas de verdad”, advierte.
Como fiyiano, Thomson conoce de primera mano los desafíos a los que se enfrentan los llamados SIDS (pequeños Estados insulares en desarrollo, por sus siglas en inglés). El aislamiento, el elevado coste de hacer las cosas en una isla… y el aumento del nivel del mar, que amenaza en ocasiones la propia existencia de estos territorios.
“Ahora la gente sabe que países como las Islas Marshall, Tuvalu o Kiribati corren el riesgo de quedar completamente sumergidos. Es algo catastrófico, que llega”. Y quizá por eso, se ha extendido la conciencia global sobre el cambio climático y sus efectos.
“Cualquiera que hoy en día no acepte la realidad científica del cambio climático es un…”. Thomson deja de hablar y se toma su tiempo. “Permítame buscar la palabra adecuada… ¿cómo llamas a alguien así sin resultar demasiado insultante?”, se pregunta. El antiguo embajador de su país ante Cuba y ante la ONU deja el calificativo en el aire y continúa. “Por fortuna, poca gente niega ya el cambio climático. Queda poca gente que no entienda que debemos ser más sostenibles”, se felicita. En el siglo pasado —“en cuya primera mitad nací yo, lo que me hace sentir un anciano”, bromea— solo se hablaba de crecimiento y desarrollo, a secas. “Ahora no aceptamos esas palabras sin el adjetivo sostenible”, apunta.
Una sostenibilidad que debe extenderse a todos los ámbitos. Ahora, en concreto, a Thomson le preocupan los océanos. Con él dirigiendo la Asamblea, Fiyi y Suecia presidirán a comienzos de junio (del 5 al 9 en Nueva York), la Conferencia de los Océanos. Un encuentro mundial que, según el diplomático, será “la ocasión” para revertir la tendencia negativa sobre los mares. “Contaminación marina, bancos de peces menguantes, ecosistemas degradados, acidificación de las aguas, calentamiento, falta de regulación… No creo que haga falta repetir toda la carga que la humanidad ha puesto sobre sus océanos”, enumera. Es lógico, acepta, que los países costeros o los archipiélagos como su país de origen quieran explotar sus recursos marinos. “Pero de nuevo, tiene que ser de forma sostenible. Si no, no vale”, insiste.
Y definir esa sostenibilidad, encontrar esa receta para alcanzar el ODS 14 —“conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos”— es precisamente el objetivo de los miles de representantes de gobiernos, agencias, universidades, ONG, empresas y asociaciones que acudirán a la conferencia. “Escucharemos de voces creíbles la realidad de los problemas, y debatiremos las posibles soluciones”, anticipa Thomson en una visita a la sede romana de la FAO (agencia de la ONU para la alimentación) para preparar ese encuentro.
Pero al final todo esto, ¿no es mucho hablar y poco hacer? “Tengo debates de este tipo dentro de mi propia familia”, reconoce el presidente de la Asamblea. Pero insiste en que el valor de conectar, debatir y escuchar “a todos los que tienen algo que decir al respecto” es incalculable. Y también anuncia que habrá oportunidades de “animar” a los países —algunos tan relevantes como China— que aún no han firmado acuerdos como el que busca controlar en los puertos la pesca ilegal o no declarada. Sin un esfuerzo global, será complicado alcanzar los resultados esperados en 2030, mantiene. “Miren, por ejemplo, lo que le hemos hecho al bacalao [algunas de cuyas variedades están amenazadas]. Y se lo haremos a muchas más especies, a no ser que aprendamos la lección, a no ser que conferencias como esta tengan éxito”.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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