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En la segunda expedición ártica de William Barents en 1595, la tripulación del navegante holandés tuvo un encuentro mortal. Mientras buscaba diamantes en un islote cerca de la isla Vaygach de Rusia, dos de sus marineros descansaban cuando un oso los atacó por sorpresa y los mató. El incidente, detallado en el diario del oficial holandés Gerrit de Veer, se convirtió en el primer relato, registrado en la historia, de un oso polar que atacaba a los humanos.
Más de 400 años más tarde, los seres humanos ahora viven y trabajan en el Ártico. Al mismo tiempo, a medida que el hielo marino disminuye en el Océano Ártico, los osos polares están pasando más tiempo en tierra. Este cambio en el comportamiento, tiene a los administradores de vida silvestre preocupados que los ataques podrían llegar a ser más comunes. Sin embargo, nadie había estado siguiendo los enfrentamientos entre los osos polares y los humanos.
Así, en 2009, tras los informes de las comunidades del norte de que los osos estaban pasando más tiempo cerca de las ciudades y mostrando un comportamiento agresivo, las cinco naciones con poblaciones de osos polares publicaron una directiva para crear un registro de los conflictos entre oso y humano. Los administradores de vida silvestre en Canadá, Groenlandia, Noruega, Rusia y los Estados Unidos elaboraron una base de datos digital que rastreó ataques fatales entre 1870 y 2014. Su objetivo era revelar tendencias que podrían ayudar a prevenir futuros encuentros.
Una vez que el Sistema de Gestión de Información Humana – Oso Polar (PBHIMS) se completó, los investigadores analizaron los 73 ataques históricos confirmados en los que murieron 20 personas y 63 resultaron heridas para ver si las circunstancias de los ataques estaban cambiando por década. Descubrieron que los osos polares machos adultos hambrientos eran los más propensos a atacar, mientras que los ataques defensivos de las hembras para proteger a los cachorros eran raros. La mayoría de los ataques ocurrieron en los campamentos y en las ciudades.
“La preocupación es que esto es algo que sólo continuará aumentando“, dice Todd Atwood, un biólogo de vida silvestre de los Estados Unidos y coautor del estudio que apareció en Wildlife Society Bulletin. Además de una creciente temporada de aguas abiertas que obliga a los osos polares a estar en tierra durante más tiempo, la disminución del hielo marino también ha permitido que se realicen más actividades recreativas e industriales humanas, incluyendo el desarrollo de petróleo y gas.
Atwood y sus colegas descubrieron que entre 2010 y 2014, cuando la extensión del hielo marino alcanzó mínimos récord, fue que se dio el mayor número de ataques. Además, desde 2000, el 88% de los ataques se han producido entre julio y diciembre, cuando el hielo marino está en su nivel más bajo.
Se espera que los administradores de vida silvestre en las comunidades del Ártico utilicen esta información para determinar puntos conflictivos y desarrollar planes para mantener seguros a los osos y a las personas.
Andrew Derocher, investigador de la Universidad de Alberta, que no está afiliado al estudio, dice que el PBHIMS proporciona datos muy necesarios.
Dado los resultados del estudio, la mitigación podría incluir una mejor gestión de los basureros, carnicerías o áreas donde mantengan animales o comida que atraiga a los osos. También la implementación de patrullas adicionales para vigilar y se espera que los países documenten todos los ataques en una base de datos.
Con la base de datos, los administradores de vida silvestre podrán recurrir a la ciencia y no a las historias para prevenir futuros ataques.
Este artículo apareció en Hakai Magazine, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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