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A medida que una “zona muerta” se forma en el Golfo de México, más zonas de agua con bajo contenido de oxígeno se expanden, amenazando los ecosistemas marinos a medida que el cambio climático se acelera.
La zona muerta del Golfo, que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos espera que sea la tercera más grande desde que comenzó el monitoreo en 1985, es el resultado de la fuga de fertilizantes agrícolas y aguas residuales municipales. Los nutrientes que se fugan, estimulan las floraciones de algas que absorben la mayor parte del oxígeno en el agua a medida que se descomponen y se hunden. Los niveles altos de la corriente en este año han aumentado los niveles de la contaminación de nutrientes de la tierra. Los científicos esperan que la zona muerta del Golfo se duplique este verano. Estas zonas amenazan a los peces y otras especies marinas, incluyendo especies comercialmente valiosas como el camarón.
Las zonas con deficiencia de oxígeno ocurren naturalmente en los cinturones a lo largo de las aguas ecuatoriales de las cuencas oceánicas orientales. Pero a medida que más y más dióxido de carbono se bombea a la atmósfera por la quema de combustibles fósiles y como las temperaturas de la superficie del océano siguen aumentando, se espera que las zonas de desoxigenación se amplíen.
La desoxigenación recibe menos atención que otros impactos del cambio climático, como la acidificación de los océanos y el aumento de las temperaturas del agua que han desencadenado el blanqueo mundial de los arrecifes de coral. Pero está emergiendo como una gran amenaza para el océano.
Un océano con menos oxígeno significa un océano con menos peces, agotando los medios de subsistencia y proteínas para las personas. La desoxigenación amenaza con interrumpir las redes alimentarias que dan forma a la ecología de los océanos.
El calentamiento del océano disminuirá la producción de plancton y otros tipos de flora y fauna microscópica que son “la fuente de alimento definitiva para prácticamente todos los ecosistemas oceánicos”, dijo Matthew Long, oceanógrafo del Centro Nacional de Investigación Atmosférica y autor de varios estudios sobre desoxigenación. “A medida que disminuye la producción debido al calentamiento, las redes alimentarias marinas pueden colapsar“.
Todavía no se sabe con exactitud el alcance y el impacto que estas zonas tendrán. No hay cierta claridad sobre cómo se relacionarán todas las variables que afectan y se ven afectadas por la desoxigenación.
La pérdida de oxígeno está ocurriendo por dos razones. El agua más caliente es capaz de contener menos oxígeno disuelto que el agua fría. Y cuanto más cálidas son las aguas superficiales, más flotantes son, aumentando la estratificación de las capas oceánicas y disminuyendo la mezcla que lleva el oxígeno a la vida marina en aguas más profundas.
Aunque es posible que estas zonas se contraigan en el futuro, las investigaciones muestran que ya están en expansión y que seguirán haciéndolo durante las próximas décadas, lo que también conducirá a otros impactos potenciales, dijo Long. La acidificación del océano, dice, es bastante directa: más dióxido de carbono en la atmósfera conduce a más CO2 absorbido en el océano, reduciendo el pH del agua. Pero la desoxigenación implica muchos mecanismos sutiles y competitivos que se interconectan de maneras que hacen que el fenómeno sea difícil de pronosticar.
En 2016, Mak Saito, un científico del Woods Hole Oceanographic Institution, navegó de Hawai a Tahití, estudiando las aguas privadas de oxígeno, o que él llama el “microbioma de las extremidades del Pacífico”, para tratar de entender cómo será el océano en un futuro.
Mientras que la mayoría de los organismos se basan en el oxígeno, los microbios que viven en estas aguas, evolucionaron para respirar nitrógeno, convirtiendo el nitrógeno fijo en el agua de mar en óxido nitroso que se libera en la atmósfera.
A medida que las regiones de bajo oxígeno se expanden, el rango de estos microbios que procesan nitrógeno también lo harán. Consumirán más nitrógeno del océano, un recurso vital para la vida del océano y liberarán más óxido nitroso, el tercer mayor contribuyente al cambio climático después del dióxido de carbono y el metano. “Si el balance de nitrógeno cambia en el océano, eso podría ser grande”, dijo Saito.
“Hay muchas implicaciones que estamos empezando a descifrar”, agregó.
Este artículo apareció en Oceans Deeply, puedes encontrar el original en inglés aquí. Para más noticias sobre los océanos puedes suscribirte a la lista de correos de Water Deeply.
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