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Charles Geisler, un sociólogo de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), pasó gran parte de su carrera investigando a dónde van los pobres cuando las corporaciones poderosas compran la tierra bajo sus pies.
Su enfoque comenzó a cambiar en 2005, después de observar cómo las tormentas contaminaron las tierras de cultivo en Bangladés con agua salada. Más tarde ese año, el huracán Katrina golpeó Nueva Orleans, Estados Unidos, sumergiendo comunidades que alguna vez se creyeron seguras. A medida que las inundaciones sumergían el Delta en Mekong de Vietnam el año pasado, la nueva cosmovisión de Geisler se transformó.
“El mar ascendente, supuso, es la única fuerza de desplazamiento más poderosa que la codicia”.
Geisler empezó a recopilar investigaciones climáticas y demográficas, y llegó a una extrema conclusión: para el año 2100, el aumento del nivel del mar podría obligar a 2,000 millones de personas hacia sectores más céntricos de cada país, creando una 2,000 millones de personas hacia sectores más céntricos de cada país. Lo peor es que no hay muchos lugares a los que puedan ir.
Sus hallazgos aparecen en la edición de julio de la revista Land Use Policy:
“Tenemos una crisis pendiente“, dijo Geisler. “Esta reubicación y migración masiva desde la zona costera, va a tener lugar en este siglo y el próximo”.
Para obtener la cifra de 2 mil millones, Geisler descontextualizó un estudio de 2015 publicado en la revista PLOS One. Esa investigación predijo que para el año 2060, habrá alrededor de 1,400 millones de personas viviendo en regiones costeras con riesgo de que el nivel del mar aumente. Basándose en casi una docena de otros estudios, Geisler y su coautor, el investigador climático Ben Currens de la Universidad de Kentucky (Estados Unidos), modelaron lo que él llamó un “escenario bastante extremo”.
Geisler indicó tres obstáculos, o “barreras de entrada”, para reubicar a personas desplazadas por el aumento de los mares. El primer problema es que el cambio climático no afecta sólo a las comunidades costeras. Las sequías y la desertificación podrían hacer que las áreas protegidas del aumento del nivel del mar sean inhabitables, dijo Geisler. La segunda cuestión está estrechamente vinculada: si los refugiados climáticos acuden a las ciudades, aumentando la expansión urbana en tierras que solían ser utilizadas para cultivar alimentos, esas metrópolis podrían perder la capacidad de alimentar a toda la población.
El tercer tema involucra barreras físicas y legales, lo que significa que las regiones y municipios podrían erigir muros y postes para evitar que los migrantes climáticos entren y se establezcan. Geisler llamó a este fenómeno la “zona de no-invasión”.
Geisler advirtió que parte de la conversación sobre la adaptación al clima se centra en la construcción de muros, aprender a vivir con inundaciones regulares y trasladar las comunidades hacia el interior, como ha sucedido en Alaska. Estas limitadas ideas de “adaptación” podrían dejar a la humanidad desprevenida ante una migración masiva que no sería en nada parecida a la actual crisis de refugiados en Europa, impulsada por la guerra, la pobreza y el hambre asociada a la sequía en las regiones del sur y del este del continente, explicó. Al menos 65,6 millones de personas han huido de sus hogares y las Naciones Unidas calculan que 20 personas son desplazadas a la fuerza cada minuto por la guerra y la persecución. Agregando un cambio climático sin restricciones a esa mezcla, amenaza con producir una catástrofe humana en una escala que es difícil de describir sin que sea exagerado.
“Mi esperanza es que este documento reoriente a los planificadores y políticos que utilizan el término “adaptación” de una manera muy estrecha”, dijo Geisler. “Se usa para indicar la fortificación de las estructuras costeras para mantener el mar fuera de la tierra, o para referirse al hecho de mover a una población de una zona costera de forma organizada”.
Hay mejores maneras de prepararse. Lidiar con los posibles resultados del cambio climático requiere una planificación “transfronteriza”, dijo.
“Conclusión: mucha gente va a vivir en menos tierra que no es tan fértil, habitable y sostenible como la zona costera de baja elevación”, agregó. “Y todo esto se nos viene más rápido de lo que pensábamos”.
Este texto apareció originalmente en The Huffington Post, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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