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Científicos ahora han demostrado que los microplásticos en el océano pueden ser absorbidos y llegar a los cerebros de los peces, cambiando su comportamiento de manera potencialmente dañina.
Un artículo, publicado en Scientific Reports, sugiere que los pedazos de plástico más pequeños, llamados nanoplásticos, podrían estar perturbando ecosistemas oceánicos completos al cambiar los comportamientos naturales de los organismos marinos. El nanoplástico se define como trozos de plástico que miden 1-100 nanómetros de diámetro, demasiado pequeños para ser vistos a simple vista. Se estima que 8 toneladas métricas de plástico llegan al océano cada año, donde el sol, las olas y el viento lo dividen en piezas cada vez más pequeñas.
Los investigadores llegaron a esas conclusiones a partir de experimentos de laboratorio en los que alimentaron con nanoplástico a daphnia, un tipo de zooplancton de agua dulce. Descubrieron que las daphnias con dieta que contenía una mayor cantidad de nanopartículas de poliestireno tenían una tasa de supervivencia reducida. Además, cuando alimentaron algunas carpas de agua dulce con daphnias contaminadas con plástico, los peces comenzaron a exhibir comportamientos inusuales que podrían hacerlos menos competitivos en la naturaleza.
“Un cambio en el comportamiento de caza de un pez puede causar un crecimiento reducido y una disminución en su capacidad para evitar a los depredadores”, dijo Karin Mattsson, que realiza un postdoctorado en la Universidad de Gothenberg en Suecia y autora del estudio.
Cuando los investigadores utilizaron un dispositivo de imágenes espectrales, encontraron trozos de poliestireno en los cerebros de la carpa que habían sido alimentados con daphnias contaminadas con nanoplásticos. El nanoplástico no apareció en los cerebros de la carpa alimentada con daphnia no contaminada.
Sin embargo, no se observaron los mismos efectos en daphnias alimentadas con piezas más grandes de nanoplástico, según los científicos. Esos peces no murieron tan rápido como los que se alimentaron con piezas más pequeñas. La carpa alimentada con la daphnia que había consumido grandes piezas de nanoplásticos cazó más rápido que cualquier otro grupo de peces en la prueba.
“Para mí, los resultados más sorprendentes fueron que un tipo de partículas era tóxico para las daphnias, mientras que el mismo tipo de partículas, pero en mayor tamaño, no era tóxico en absoluto para las daphnias durante las condiciones probadas”, dijo Mattsson, y agregó que no está claro porqué.
En la naturaleza, las daphnias y otros pequeños organismos acuáticos consumen trozos de nanoplásticos porque lo confunden con algas, levaduras o bacterias. Los peces, a su vez, comen daphnias. Los científicos plantean la hipótesis de que los nanoplásticos dentro de la daphnia son absorbidos por los tejidos del cuerpo de los depredadores y llegan el cerebro donde podrían afectar su comportamiento.
Debido a que los nanoplásticos son tan pequeños y no han sido bien estudiados, Mattsson dijo que actualmente no es posible estimar y replicar las concentraciones nanoplásticas que existen en la naturaleza. Entonces, el equipo de Mattsson estudió los efectos de un tipo de nanoplástico a diferentes concentraciones y tamaños para observar los efectos en los organismos vivos.
El plástico que se ha desintegrado en los ecosistemas acuáticos donde los contaminantes están presentes, tiende a absorber los materiales ignífugos, los compuestos perfluorados y otros contaminantes orgánicos persistentes, así como metales pesados. Los problemas de salud conocidos y asociados con estos químicos incluyen el desarrollo y funcionamiento anormales del cerebro, cáncer e insuficiencia orgánica. Se sabe que los productos químicos que se agregan a los plásticos en el proceso de producción, como los bifenilos policlorados (PCB) y los ftalatos, se filtran a partir de plásticos que se acumulan en el océano, ríos y lagos.
Neel Aluru, biólogo de la Institución Oceanográfica Woods Hole (Estados Unidos), ha estudiado cómo dichos PCB afectan el comportamiento de los peces cebra. Descubrió que los peces expuestos a agua contaminada con bifenilos policlorados, durante el desarrollo, tienden a exhibir comportamientos parecidos a la ansiedad. Los cerebros de peces expuestos a ellos también muestran variación molecular, lo que sugiere que la exposición a estos químicos ha causado cambios en su código genético.
“Es una idea interesante y ya hay estudios que muestran los efectos de las partículas de plástico en varias etapas de los peces”, dijo Aluru, quien investiga cómo las toxinas comúnmente encontradas en el plástico afectan los rasgos genéticos de los organismos. “Este estudio es único en el sentido del proceso que se llevó acabo. Pero los resultados que se muestran en el documento no son convincentes”.
Aluru sugirió que el documento sería más persuasivo si incluyera imágenes de los cerebros de los peces afectados, así como enlaces a videos del comportamiento alimenticio de los animales.
“Escribimos el manuscrito para un diario que tenía un límite con respecto al número de figuras, y en la información complementaria, mostramos los espectros a partir de la detección de poliestireno en los cerebros en forma de gráfico” dijo Mattson.
Ella dijo que el estudio tuvo sus limitantes porque solo se centró en un tipo de plástico y dos especies de peces, y que es posible que diferentes tipos de nanoplástico estén causando varios efectos en una gran variedad de organismos acuáticos; se necesita realizar más estudios.
Aluru reconoció que el estudio es un primer paso importante para determinar cómo los nanoplásticos afectan la salud y el comportamiento de los organismos.
“En base a este estudio, la investigación futura debería analizar cómo las partículas nanoplásticas llegan al cerebro”, dijo Aluru. “No dudo que las partículas de plástico son tóxicas, pero es importante mostrar todos los resultados con claridad “.
Este artículo apareció en Oceans Deeply, puedes encontrar el original en inglés aquí. Para más noticias sobre los océanos puedes suscribirte a la lista de correos de Oceans Deeply.
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