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En 1895, Svante Arrhenius calculó por primera vez el impacto que el aumento del dióxido de carbono podría tener en la temperatura de la Tierra. Desde entonces, los científicos han refinado aún más su comprensión del efecto invernadero y el papel que nuestras crecientes emisiones de carbono están teniendo en él.
Desde que se celebró el primer Día de la Tierra en 1970, el dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado en 24%. Y debido a que el dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante siglos, el impacto de nuestras emisiones hoy persistirá en el futuro.
Es uno de los gases de efecto invernadero más comunes producido por la actividad humana. El dióxido de carbono es la combinación de dos elementos, el carbono y el oxígeno (CO2). El carbono se encuentra en todo el mundo y en todos los seres vivos. Se mueve a lo largo de la Tierra a través del ciclo de carbono, que permite tener un balance en la cantidad de carbono que se encuentra en cada área del planeta.
La actividad humana puede producir un exceso de dióxido de carbono. La producción en fábricas, el uso de electrónicos, conducir automotores y volar aviones necesitan de la quema de combustible fósil el cual produce dióxido de carbono. Así es que hay más dióxido de carbono en la Tierra de lo que el ciclo de carbono puede manejar.
La NASA ha registrado cómo ha ido fluctuando la presencia de CO2 en la Tierra. Claramente se observa que después de la revolución industrial, los niveles de CO2 -que se miden en partes por millón (ppm)- han tenido un aumento sin precedentes.
Ya que la atmósfera de nuestro planeta tiene exceso de dióxido de carbono se está calentando más rápidamente. Esto debido al efecto invernadero.
La atmósfera de la Tierra es similar a un invernadero ya que posee a su al rededor una capa de gases que sirven para atrapar parte del calor de la luz solar y calentar al planeta, causando así, el efecto invernadero. Estos gases son conocidos como “gases de efecto invernadero”, el más famoso de ellos (por su abundancia) es el dióxido de carbono (CO2).
Diariamente, los humanos producimos más gases de efecto invernadero de los que naturalmente deberían existir. El uso de electricidad, manejar vehículos, ver televisión y usar calefactores en nuestros hogares son actividades que consumen energía proveniente de la quema de combustibles fósiles. Cuando se queman combustibles fósiles se emite dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero. La industria, la deforestación, la ganadería, el uso de tierra, y un sin fin más de actividades humanas generan grandes cantidades de CO2 y otros gases de efecto invernadero.
Ya que hay una alta cantidad de gases que atrapan el calor en la atmósfera, la Tierra se vuelve más caliente. Desde la revolución industrial las temperaturas promedio han ido aumentando significativamente.
Así que podemos observar una correlación: entre más CO2 exista en la Tierra, más ésta se calentará. Por esta razón es que se concluye que el calentamiento global, y por lo tanto el cambio climático, son antropogénicos, es decir, que son causados por el hombre y sus actividades. Somos nosotros los humanos los que estamos provocando que exista un exceso de concentraciones de CO2 en el planeta.
Los científicos llegaron a una clara conclusión: existe una relación entre el aumento de temperatura y las emisiones de CO2, y por ello los líderes mundiales acordaron limitar las emisiones de gases de efecto invernadero de cada nación, limitando el calentamiento a muy por debajo de 2°C por encima de las temperaturas pre-industriales.
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