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Violencia terrorista, cambio climático, inseguridad alimentaria y riesgo de apatridia. A estos desafíos se enfrentan los cientos de miles de refugiados y millones de desplazados que viven en Nigeria y en la región del Lago Chad (Níger, Chad y Camerún), donde el grupo terrorista Boko Haram sigue arrasando y aumentando las duras condiciones de vida de una población que lucha para seguir adelante y para la cual la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) pide ayuda y solidaridad internacional.
Liz Ahua, representante de Acnur para África Occidental y coordinadora de la respuesta a la crisis del Lago Chad, alertó sobre la delicada situación en la región.
“África Occidental atraviesa un momento extremadamente difícil. Y su población (más de 300 millones de personas, el equivalente de EE. UU.) se duplicará en 20 o 25 años”, aseguró Ahua.
Boko Haram, que desde Nigeria se ha expandido a Chad, Níger y Camerún, no logra ser erradicado pese a la acción conjunta puesta en marcha por el país junto a los Estados vecinos.
“Sigue siendo una verdadera amenaza y no parece que la situación vaya a terminar ni este año ni en los próximos”, alertó Ahua.
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El conflicto afecta ya a tres millones de personas y ha generado 1.7 millones de desplazados internos tan solo en Nigeria, el país más poblado de África y uno de los principales productores de petróleo del mundo, además de otros 400,000 en el resto de países.
Aunque la ofensiva conjunta se haya apuntado unos tantos en la lucha terrorista, la devastación causada tras el paso de Boko Haram impide a los desplazados volver a sus hogares, y su modus operandi (forma de operar) ha encontrado el apoyo de una parte de la población.
“Boko Haram empezó como una pequeña milicia, pero luego se convirtió en un grupo fundamentalista religioso, así que la gente lo encontró atractivo”, explicó Ahua. Detalló que supo ganarse a los locales al convertirse en un canal de socialización y al ofrecer “empleo” y “asistencia social” en un área deprimida donde en muchos casos los servicios eran deficitarios o ausentes. “Esto en parte explica porqué todavía son tan fuertes… ya no son solamente un grupo religioso; para algunos se han convertido en un medio de vida”.
A la amenaza terrorista y al drama de los desplazados y de los refugiados se une el paso incesante del cambio climático, otro gran responsable de la desestabilización de los equilibrios sociales y demográficos de la región del Lago Chad, una cuenca que provee agua a más de 30 millones de personas.
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El calentamiento global ha reducido la superficie del lago en hasta un décimo de lo que era antes, y éste ya ha dejado de representar un medio de sustento para la población que se ha enzarzado en luchas étnicas en las zonas limítrofes para hacerse con los recursos escasos.
Según datos proporcionados por Acnur, más de siete millones de personas sufren inseguridad alimentaria en la región.
Ahua dijo que la situación de Nigeria se ha convertido en una “crisis de protección y derechos humanos”, en referencia al informe de Amnistía Internacional en el que se denuncia que soldados nigerianos violaron a mujeres a cambio de comida en centros de acogida en el noreste del país.
La representante de Acnur también mostró su preocupación por la seguridad de los trabajadores humanitarios y la situación del estados vecino Malí, donde ha asegurado que la situación no ha mejorado tras el golpe de Estado de 2012. “Recientemente, unas 40,000 personas se vieron obligadas a desplazarse”, detalló.
Ahua aseguró que la comunidad internacional está al corriente de la dramática situación de la región, y que Gobiernos extranjeros están brindado su apoyo sobre todo en términos económicos y de asesoramiento en la lucha contra el terrorismo.
Por otro lado, se están buscando vías legales para reasentar a las miles de personas que necesitan protección internacional. “Las hemos empezado a evacuar a Níger (…), pero no tienen que quedarse bloqueadas en el país”, explicó la representante de la ONU.
“La esperanza es que Europa cumpla con su promesa de reasentar a 40,000 personas” procedentes de 15 países africanos prioritarios a lo largo de la ruta del Mediterráneo central, explicó Ahua. Una petición que Acnur lanzó el año pasado para complementar “los compromisos ya existentes”.
“La región y Nigeria necesitan solidaridad, pero no solo en forma de recursos, sino para encontrar soluciones que también aborden las causas que están a la raíz del problema: el desarrollo y la seguridad”, concluyó.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
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