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Con una sequía que castiga a medio planeta, después de poner en jaque a la economía argentina, e inundaciones en varios países, entre otros dramas; el cambio climático se ha convertido en la principal preocupación de las empresas que producen insumos para el campo.
De eso habló James Collins, para quien el cambio climático es un desafío y una oportunidad para su negocio. Collins es el CEO de la emergente Corteva que expresa la fusión multimillonaria de los colosos Dow y Dupont valorada en US$130,000 millones.
Pero Collins parece tener una respuesta y menciona el abanico de súper semillas que está generando la industria con variedades resistentes a la sequía, a los hongos, a los insectos y a distintas enfermedades cada vez más violentas por culpa del clima.
“No hay ninguna duda que el cambio climático afecta la agricultura. Hay zonas donde no podíamos sembrar y ahora estamos allí y hay otras donde existen catástrofes. Nosotros buscamos producir semillas para el estrés de calor y también para las bajas temperaturas”, señaló a Clarín.
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Collins estuvo en Argentina para el debut de Corteva, que cuenta con 22,000 personas en 130 países y con los bancos de material genético y los saberes combinados de Dow y Dupont. Argentina es su tercer mercado después de Estados Unidos y Brasil. Y busca mayor protagonismo.
“Corteva es una historia emergente y nos definimos como una compañía de innovación. Tenemos 21 nuevos productos listos para el mercado”, comentó.
Corteva resume en su nombre, la palabra corazón y naturaleza. Y entre sus novedades se encuentra una nueva proteína para el control de insectos y otra para determinados hongos.
“Todos los años ofrecemos una nueva molécula, fruto de una nueva genética que viene de la combinación de los bancos de germoplasma de Dow y Dupont”, amplió.
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El 60% de la firma se dedica a semillas para soya, girasol, canola, maíz y arroz. Y el resto a la protección de los granos con insecticidas y fungicidas. La sede de Corteva es en Wilmington, Delaware (EE. UU.), y sus centros globales de investigación se encuentran en Indiana y en Johnston, en pleno cinturón maicero estadounidense.
En esos centros se anticipan a la transformación productiva del agro, en la que cuentan con la información sobre cada lote a nivel de metro cuadrado, pronósticos certeros sobre clima y qué semillas.
Cuando se le consultó a Collins acerca de cómo puede afectar la guerra comercial desatada entre el presidente estadounidense Donald Trump y China y también con Turquía, no dudó en comentar lo siguiente:
“La agricultura es un negocio global, nosotros somos una compañía global y partidarios del libre comercio. Pero el mercado está firme porque el consumo de granos nunca estuvo tan alto”.
Al igual que con Argentina, el país está atravesando una crisis cambiaria y hay una fuerte caída en la actividad. Se le preguntó si eso alteraba sus planes, a lo que contestó:
“Estamos en el país desde hace más de 50 años. Hemos vivido muchos de estos ciclos. Y tenemos la certeza de que el productor no baja los brazos y sigue ávido por las nuevas tecnologías. Tenemos plantas en Venado Tuerto, San Lorenzo, Pergamino, Tucumán y Córdoba. Invertimos significativamente. Y nuestro plantel es de 1,700 personas”.
Este texto apareció originalmente en Clarín, puedes encontrar el original aquí. |
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