Países “exportan” contaminación para “reducir” emisiones nacionales
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- Escrito por The New York Times - Foto por Suganth / Unsplash
A lo largo de la última década, tanto Estados Unidos como Europa han dado pasos importantes para reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero en sus países. Esa tendencia se suele considerar como una señal de progreso en el combate al cambio climático.
Sin embargo, esos esfuerzos son mucho menos impresionantes una vez que se toma en cuenta el comercio. Muchos de los países ricos han “subcontratado” en el extranjero una gran parte de su contaminación de carbono al importar más acero, cemento y otros productos de fábricas en China y otros lugares, en vez de producirlos dentro de sus territorios.
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Por ejemplo, entre 1990 y 2015, el Reino Unido cortó de tajo un tercio de las emisiones dentro de sus fronteras. No obstante, esa baja se debió principalmente a que las industrias que consumen más energía migraron al extranjero.
Si se suman todas las emisiones que se han producido en el curso de la fabricación de productos como el acero importado, que se utiliza en los rascacielos y los autos de Londres, entonces la huella total de carbono del Reino Unido en realidad ha aumentado un poco en ese periodo.
“Es un problema enorme”, dijo Ali Hasanbeigi, científico investigador y director ejecutivo de Global Efficiency Intelligence, una consultoría ambiental y de energía. “Si un país cumple con sus objetivos ambientales al subcontratar emisiones en otras partes, entonces no estamos progresando tanto como pensábamos”.
Hasanbeigi es uno de los autores de un nuevo informe sobre el comercio de carbono a nivel mundial, el cual estima que el 25% de las emisiones totales en el mundo se están subcontratando de esta manera.
El informe, escrito en colaboración con la consultoría KGM & Associates y ClimateWorks, llama a este fenómeno un “vacío legal del carbono”, ya que es poco común que los países investiguen la huella de carbono de los productos que importan.
Aunque puede que esto esté cambiando. El otoño pasado, los legisladores de California realizaron uno de los primeros intentos para confrontar el asunto al establecer nuevos estándares mínimos para emisiones del acero que compra el estado para sus proyectos de infraestructura.
Sin embargo, hacer frente a las emisiones importadas sigue siendo un problema. Algunos ambientalistas la consideran la siguiente frontera de la política ambiental.
“Pasarse la bolita”
El nuevo informe, el cual analiza el comercio mundial de quince mil sectores diferentes —desde juguetes y equipo de oficina hasta vidrio y aluminio—, se basa en investigaciones académicas previas para brindar uno de los retratos más detallados que se han hecho sobre el comercio mundial del carbono.
No causa sorpresa que China, país que se ha convertido en el principal emisor de dióxido de carbono en el mundo, sea la fábrica del planeta. En 2015, cerca del 13% de las emisiones chinas provinieron de la fabricación de productos para otros países. En India, otro emisor de rápido crecimiento, la cifra fue del 20%.
Por su parte, Estados Unidos aún es el principal importador del mundo de lo que investigadores llaman “contenido de carbono”. Si se atribuyera a Estados Unidos toda la contaminación del mundo que resulta de la fabricación de autos, ropa y otros productos que usan los estadounidenses, las emisiones de dióxido de carbono de la nación serían un 14% superiores a lo que sugieren sus cifras a nivel nacional.
El informe encontró que entre 1995 y 2015, mientras países más ricos como Japón y Alemania reducían sus propias emisiones, también duplicaron o triplicaron la cantidad de dióxido de carbono que subcontrataron en China.
En el Acuerdo de París las emisiones de un país son consideradas solamente según lo que se produce dentro de sus fronteras. Los expertos debaten si eso tiene sentido: ¿es injusto culpar a China e India por sus emisiones si están fabricando productos para naciones más ricas? ¿Qué sucede con el hecho de que también se están beneficiando de tener esas fábricas y esos empleos?
La migración al extranjero de las industrias como la cementera o la acerera también puede generar que la producción requiera de fábricas menos eficientes, regidas por reglas más laxas (libres) sobre la contaminación.
En un estudio anterior encabezado por Hasanbeigi en el Laboratorio Nacional de la Universidad de Berkeley, se encontró que la industria acerera de China emite en promedio un 23% más de dióxido de carbono por tonelada de acero producido que las fábricas estadounidenses y alemanas. En buena parte, esto se debe a que la red eléctrica de China depende mucho más del carbón.
No obstante, desde la crisis financiera de 2008, la subcontratación de emisiones por parte los países ricos se ha reducido. En la actualidad, buena parte de la subcontratación de carbono sucede entre países en vías de desarrollo, de acuerdo con un estudio reciente publicado en Nature Communications.
“Así como China ha comenzado a hacer frente a sus emisiones, ha estado distribuyendo algunas de las actividades que generan mayores emisiones de carbono en países como Camboya, Vietnam e India”, señaló Steven J. Davis, científico de la Universidad de California, campus Irvine, y coautor de ese estudio.
“Desde un contexto de política ambiental, es como un juego del gato y el ratón”.
Los impuestos como posible solución
Si todos los países trabajaran juntos para promulgar un impuesto mundial al carbono, que se hiciera cumplir de igual manera en todas partes, podría solucionarse el problema. Sin embargo, en el mundo real, es poco probable que se dé pronto esta situación. La idea de un impuesto compartido no ha prosperado ni siquiera dentro de Europa, pese a propuestas de políticos como el presidente de Francia, Emmanuel Macron.
Por lo tanto, algunos de los responsables de la formulación de políticas están explorando otras ideas.
En octubre pasado, California promulgó una nueva ley de “Compra limpio” que requiere que el acero, el vidrio y otros materiales que se usen en proyectos de obras públicas cumplan ciertos criterios para emitir menos carbono.
Los ambientalistas esperan que la política pueda generar una reacción en cadena a nivel mundial.
“California no puede regular las fábricas en otras partes del mundo”, comentó Kathryn Phillips, directora de la división californiana de la organización Sierra Club. “Pero podemos decir: ‘Si quieren hacer negocios con nosotros, la quinta economía más grande del mundo, deben hacer lo posible por reducir sus emisiones’”.
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La medida de ese estado estadounidense fue respaldada por acereras y sus sindicatos porque también favorecería a productores locales, aunque la industria cementera libró una gran batalla para quedar exenta. Del mismo modo que la producción del acero, la de cemento es responsable de casi un cinco por ciento de las emisiones a nivel mundial.
La industria de la construcción también comienza a interesarse en reducir la huella de carbono que dejan los materiales que utiliza. A decir de Chris Erickson, director ejecutivo de la firma Climate Earth, que ayuda a las empresas a evaluar el impacto ambiental de sus cadenas de suministros, tan solo transparentar la información sobre emisiones de los productos puede hacer la diferencia.
Su empresa creó una base de datos sobre las huellas de carbono de las diferentes mezclas de concreto que están disponibles, con la intención de que arquitectos y proveedores lo tomen en cuenta.
“Incluso las empresas que no quieren admitirlo saben que se acerca un cambio”, comentó Erickson.
Este texto apareció originalmente en The New York Times, puedes encontrar el original aquí.