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Desde los primeros estudios en 2013 hasta la financiación en 2018: la empresa noruega Norcem inicia la cuenta atrás para integrar un sistema de CAC en su planta de Brevik. La planta de cemento CO2-neutral podría ser una realidad en 2024.
¿Las plantas de captura y almacenamiento de carbono (CAC) representan una solución eficiente y viable para el control climático?
Todavía no, dada la falta de madurez tecnológica y los altos costes que implica, pero para los primeros experimentos a gran escala no hay escasez. Como en el caso de la primera planta cementera CO2-neutral, un proyecto llevado a cabo en Noruega por Norcem y HeidelbergCement Northern Europe, en colaboración con la European Cement Research Academy (ECRA). Entre 2013 y 2017, el grupo probó varias tecnologías de captura de carbono en la planta de Brevik.
“El cemento es una industria conservadora”, dijo Per Brevik, gerente de sostenibilidad de la planta de Norcem, propiedad de la multinacional alemana HeidelbergCement.
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Cuando la empresa noruega anunció sus planes para CCS -recuerda Brevik- le llamaron inmediatamente desde Alemania.
“Estás loco, no puedes hacer eso, eres demasiado agresivo”.
Pero desde entonces, la tecnología de captura de carbono ha subido entre las prioridades del gigante alemán. Y en el presupuesto de 2018, la empresa obtuvo financiación para la última fase del estudio (una revisión detallada del proyecto) antes de la construcción de una planta a escala comercial.
El interés de la iniciativa es perfectamente comprensible: el proceso de producción de cemento requiere grandes cantidades de energía, asociadas a altas emisiones de CO2. La industria tiene actualmente una capacidad de producción mundial de unos 5,500 millones de toneladas al año, responsable del 6-7% del dióxido de carbono liberado por fuentes estacionarias.
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Según CDP, una asociación sin ánimo de lucro con sede en el Reino Unido, la industria del cemento es el segundo mayor emisor de CO2 del mundo después del sector del acero. Y dos tercios de las emisiones asociadas no están relacionadas con los combustibles utilizados, sino que provienen del proceso de descomposición de la piedra caliza para producir clinker, que luego se muele con yeso y cenizas volantes para obtener cemento. Este proceso requiere grandes cantidades de calor y libera dióxido de carbono en forma de gases contaminantes.
“Por cada tonelada de clinker producimos media tonelada de CO2”, explicó Brevik.
El estudio estará listo a finales de agosto de 2019, y luego se llevará a cabo un examen por auditores externos, sobre la base del cual el Gobierno presentará una propuesta de financiación al Parlamento de Noruega. Si este es el caso, se iniciarán los trabajos de integración de CCS y la primera planta de cemento de emisiones cero deberá estar operativa a partir de 2024.
Este texto apareció originalmente en EcoInventos, puedes encontrar el original aquí.
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