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Las microalgas pueden alimentarse a diario del triple de su peso en contaminación atmosférica. Clean Energy es una empresa chilena liderada por mujeres, que utiliza las algas para capturar gases y evitar intoxicaciones en las zonas industrializadas, comenta la directora, Andrea Irarrázaval.
Este concepto, traducido en tecnología para capturar gases contaminantes desde el aire a través de microorganismos vivos, fue desarrollado por Irarrázaval hace más de 15 años, con la idea de mejorar la calidad de vida de comunidades que viven en zonas industrializadas para producir energía, alimentos y fertilizantes.
Las microalgas tienen la capacidad de reducir la contaminación porque la utilizan como nutriente y, además, tienen una capacidad de reproducción importante que permite aumentar su cultivo hasta cinco veces su tamaño en un solo día, logrando así grandes cantidades de biomasa.
“Nosotros intervenimos los ductos de gases antes de que lleguen a la chimenea y con esos gases, dicho de forma simple, alimentamos las algas. Les damos los nutrientes suficientes para que se puedan multiplicar y realizar su fotosíntesis como cualquier otro organismo, pero a nuestra manera, para que haya un crecimiento exponencial y un mayor consumo de gases”, detalla.
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Este procedimiento, aplicado en los casos industriales, permite reducir la contaminación y producir “oxígeno puro que se libera” a la atmósfera. Más allá de las industrias, el nuevo desafío de esta empresa son las grandes ciudades, mejorar las condiciones ambientales de municipios como Shanghái, Ciudad de México, Santiago de Chile y Bogotá, que son ciudades que necesitan reducir sus emisiones y Clean Energy “tiene la tecnología” para hacerlo.
Para esto, han desarrollado “los árboles capturadores”, plantas similares a cualquier árbol, con cuatro metros de altura, pero que tienen la capacidad de absorber el aire contaminado del ambiente, produciendo biomasa que sirve para reacondicionar los suelos de estas grandes ciudades que también están contaminados.
La idea surgió por miedo a la intoxicación y con una visión social. Todo empezó a mediados de los noventa, cuando Irarrázaval vivía en Ventanas, cerca de Viña del Mar, una de las zonas más contaminadas de Chile y donde presenció cómo moría el mar y el campo a causa de la emisiones.
“Es una situación bastante complicada. Los niños enferman, la gente se intoxica, en el suelo ya no se puede plantar, lo que se planta no se puede comer, el mar está absolutamente contaminado y el aire nos recuerda cada cierto tiempo que las industrias están presentes y que necesitamos hacer algo”, rememora.
Cuando terminó sus prácticas profesionales, Irarrázaval, ahora con 45 años, puso manos a la obra investigando y en busca de inversión para obtener una tecnología que hoy está ya probada en plantas de cemento, de petróleo y termoeléctricas de gas natural y carbón, las cuales actualmente son grandes contribuyentes a la crisis climática.
Décadas después de desarrollar el concepto en empresas, Clean Energy está logrando el reconocimiento internacional que merece una idea innovadora como solución a problemas globales y es una de las 400 compañías no europeas que participan en la Cumbre Mundial de Emprendimiento (GES), que se celebró en La Haya el 3 y 4 de junio.
La idea está ya patentada en 38 países, logró el reconocimiento de Naciones Unidas como “proyecto descontaminante” a través de “algas utilizadas como biofiltro” y la empresa fue seleccionada para contribuir al ciclo de carbono neutral en la cumbre del clima que se va a celebrar en Chile a finales de este año.
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No obstante, se trata de una empresa emergente aún pequeña, que busca “introducir muchas más mujeres en la ciencia”. El equipo está formado por 24 expertas trabajando en diferentes áreas y ya han buscado alianzas con otras empresas que están contribuyendo a la reducción del uso de plásticos en el océano.
“Al ser una tecnología nueva desarrollada en Latinoamérica, se hizo un poco difícil. Ha sido un desafío importante, todo el mundo se pregunta por qué no lo hacen (la idea) en Asia o Silicon Valley. Si nosotros lo importamos casi todo. Ha sido un proceso de persuasión mucho más largo, pero desde Latinoamérica se pueden hacer muchas cosas”, advierte.
Irarrázaval lamenta que su equipo tuviera más complicaciones para demostrar su potencial porque tuvo que “probar, patentar y demostrar, en un camino más largo”, con la dificultad añadida de ser una empresa liderada por mujeres en un sector en el que “la mayoría de sus contrapartes son hombres”.
“El desafío es todavía más grande porque ellos dudaban: ¿Mujer, emprendimiento, tecnología y Latinoamérica? Es un proceso lento, pero una vez que se demuestra se convierte en un proyecto interesante de aplicar y con ventajas económicas”, concluye.
Este texto apareció originalmente en EfeVerde, puedes ver el original aquí.
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