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El decisivo informe sobre los lazos entre calentamiento global y usos del suelo presentado por el Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC) envía un mensaje claro a la población mundial: debemos cambiar a dietas más sostenibles para contribuir a la salvación del planeta.
El documento, presentado tras cinco días de reuniones en Ginebra de los científicos del IPCC, dependiente de la ONU, fue aprobado por los 195 signatarios del Acuerdo de París, fija por primera vez la relación directa entre crisis climática y fenómenos como la degradación del suelo o la desertización.
Esa relación es recíproca (la emergencia climática degrada el suelo, y viceversa), por lo que es urgente reducir la deforestación, y con ello la sobreexplotación agrícola y ganadera, en un mundo donde el hombre afecta a la 70% del suelo y 500 millones de personas que viven en zonas áridas son cada vez más vulnerables.
Esto, unido al aumento de la población mundial, que podría alcanzar los 10,000 millones de personas hacia 2060, exige repensar y planificar mejor la producción alimentaria, y por tanto cambiar los modelos de consumo global, con 2,000 millones de personas sufriendo sobrepeso mientras otros 800 millones están malnutridas.
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“Casi todo el esfuerzo en la lucha contra el cambio climático estaba hasta ahora puesto en sectores como la industria, el transporte o la energía, cuando la alimentación, los suelos o la tierra tienen un papel clave”, señaló la científica española Marta Rivera, miembro del IPCC y participante en el informe. “Era una temática en cierto modo invisibilizada pero que los científicos veníamos demandando”, añadió Rivera.
Las conclusiones del IPCC, compuesto por 107 expertos de 52 países, dan así por primera vez un papel protagónico a los ciudadanos en el combate del efecto invernadero, ya que modificar sus dietas a unas más saludables, o desperdiciar menos comida, puede ayudar a salvar al mundo de catástrofes naturales.
El informe no se atreve a hablar directamente de una reducción en el consumo de carne, algo que se contemplaba teniendo en cuenta que la ganadería emite un tercio de las emisiones mundiales de dióxido de carbono y ocupa dos tercios del suelo agrícola.
El IPCC alega que no se puede aconsejar lo mismo a países con obesidad que a otros con hambrunas, o en naciones con dieta mediterránea frente a otras más carnívoras, aunque actualmente, la ONG Greenpeace sí fue clara al desplegar una pancarta en Ginebra con el lema “Less Meat, Less Heat” (“menos carne, menos calor”).
“Las recomendaciones son una llamada a la reflexión, la dieta es un tema individual y personal, aunque estamos viendo que las nuevas generaciones tienen una preocupación más marcada por una alimentación más equilibrada”, resaltó el peruano Eduardo Buendía, copresidente del IPCC.
Comer mejor se complementa con despilfarrar menos alimentos, dado que según revela el informe se pierde o derrocha entre un 25 y un 30% de la producción mundial, y ésta es responsable de un 10% de las emisiones globales. Este despilfarro se debe tanto a problemas de planificación en el cultivo, cosecha y distribución, algo habitual en países en desarrollo por inadecuadas infraestructuras, pero también en la mala organización en el extremo del consumidor de países ricos.
Ejemplos de esto son “etiquetados demasiado confusos, en los que al leer ‘consumir preferentemente antes de’ la gente tira el alimento, o raciones demasiado grandes en restaurantes”, explicó Rivera.
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El documento alerta de que la población en zonas áridas vulnerables a conflictos por el agua, sequías o degradación del hábitat podría aumentar a entre 178 y 277 millones de personas hacia 2050, con especiales riesgos en Asia y África.
El informe, segundo de los tres encargados al IPCC tras la firma del Acuerdo de París de 2016 para ayudar a cumplir la meta de mantener el calentamiento global por debajo de dos grados, influirá en las negociaciones de las cumbres climáticas de Nueva York (septiembre) y Santiago de Chile (diciembre).
Propone por otro lado retomar prácticas agrícolas, ganaderas y silvícolas de las poblaciones indígenas tradicionales, ya que según el documento “su experiencia puede contribuir a los desafíos que presentan el cambio climático, la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y el combate de la desertización”.
Ello ha sido celebrado por organizaciones indígenas de todo el mundo, ya que “cada gobierno debe impulsar el buen uso del suelo mediante una planificación colectiva con quienes poseen las tierras y territorios”, subrayó Tuntiak Katan, de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana.
Este texto apareció originalmente en EfeVerde, puedes ver el original aquí.
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