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Éste es un artículo de opinión, su contenido expresa la postura de su autor, Juan Marco Álvarez G.
El desastre climático en Australia posiblemente represente un punto de inflexión para la humanidad. Realmente constituye una catástrofe sin precedentes. El mundo difícilmente olvidará todas esas imágenes impactantes que circularon el fin de año. Y aunque se han tenido lluvias recientes, el desastre australiano sigue imparable. Para el viernes 10 de Enero se contaba con más de 27 personas fallecidas, casi 10 millones de hectáreas diezmadas, más de 1,800 hogares totalmente quemados, cientos de miles de cabezas de ganado perdido, y más de mil millones de especies de flora y fauna desaparecidas. Solo en la provincia de New South Wales se estima que han muerto más de 500 millones de mamíferos, aves y reptiles, acercando a muchas especies a la extinción.
Mucho se ha estado hablando de esta “nueva normalidad” planetaria (lo que están llamando el New Normal en inglés) y la cual tiene que ver con temperaturas record o arriba del promedio. Es increíble, pero Naciones Unidas ha advertido que el cambio climático está provocando un desastre cada semana.
Y es que en otros rincones del planeta la situación durante el 2019 también ha sido insólita. Por ejemplo, a mediados del año se tuvo incendios en gran parte del Ártico que arrasaron con pastizales y turberas boreales (humedales con abundante material vegetal). Hubo fuegos similares también en Siberia. De igual forma, el fuego consumió más de 10,000 kilómetros cuadrados de bosque en el Amazonas, lo cual ha provocado que el ecosistema se encuentra al borde del colapso. Los graves incendios de California tampoco pueden pasar desapercibidos.
Sin embargo, la comunidad científica afirma que esto no es la “nueva normalidad” y que solo representa el principio de lo que se avecina. Reiteran que estos desastres son resultado de un aumento de temperatura de un poco más de 1°C, por encima de los niveles pre-industriales. Y esto es lo verdaderamente alarmante pues al paso que vamos, si no descarbonizamos la economía de forma parcial o total, para finales del año 2,100 llegaremos a un aumento de 4°C. Incluso si se cumpliesen los compromisos del Acuerdo de París, tendríamos un aumento seguro de 2°C para finales del siglo.
Si ya estamos viviendo la supuesta “nueva normalidad”, no quiero pensar cómo será vivir con un aumento promedio de 2°C. Las proyecciones le apuntan a que para el 2050, en tan solo 30 años si no antes, estaríamos llegando a contar con esa temperatura. No sé si todavía seguiré vivo para ese año, pero mis hijos y posibles nietos sufrirán las terribles consecuencias de esa realidad.
¿Qué será de Centro América con ese aumento promedio de temperatura? ¿Se nos quemarán nuestros cafetales y las pocas áreas naturales que nos quedan? ¿Se quemará del todo el Petén, incluyendo la gran reserva Lacandona? Se secarán los lagos y los ríos antes de llegar al mar, incluyendo el río Lempa y el Motagua? ¿Desaparecerán nuestros manglares? Se inundarán nuestras ciudades costeras, incluyendo La Libertad y Puntarenas? ¿Y cuantos centroamericanos tendríamos que emigrar hacia el Norte?
Ahora, si lo anterior aflige, pensar más allá de 2°C nos debería provocar pánico. En serio, de acuerdo al IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático), un mundo con 3°C o 4°C adicionales de temperatura tendría impactos impensables: Incendios devastando tierras 16 veces más que lo normal, decenas de ciudades inundadas por el aumento del nivel del mar, ecosistemas totalmente colapsados, y extinción masiva de especies en la tierra y los océanos.
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Pero también se tendrían cientos de millones de personas muertas y cientos de millones de personas desplazadas. Grandes áreas principalmente en la zona ecuatorial, incluyendo Centro América serian inhabitables. Ciudades que ahora albergan a millones de personas, en particular en India y el Medio Oriente, serían tan calientes que salir afuera durante el verano seria letal para las personas. Es más, esto último se vislumbra que sucederá con tan solo un aumento de 2°C.
Es difícil ser optimista con este tema por lo cual habrá que irnos preparando para lo peor. Una región como la nuestra, con bajas emisiones de gases, no puede hacer mucho para revertir los impactos acumulados y proyectados. Aunque lo que sí se puede hacer es incidir, junto a otros países, a que se cumpla el Acuerdo de París aterrizando la temperatura promedio en 1.5°C para el 2050. Por ahora, invertir en adaptar el territorio centroamericano a los escenarios climáticos debe ser la prioridad, aumentando las áreas protegidas y reforestando lo más que se pueda y mejorando nuestros recursos hídricos en general.
Este texto apareció originalmente en Jmagreen, puedes ver el original aquí.
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