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El pionero climático Kerry Emanuel es el Premio FBBVA Fronteras del Conocimiento en Cambio Climático de 2019. Empezó en los ochenta a investigar cómo el aumento de la temperatura de la Tierra vuelve a los huracanes más destructivos.
En la miniserie Huracán Categoría 6 (Dick Lowry, 2004) un científico a punto de retirarse asiste con asombro a lo que parece una tormenta tropical en formación, dirigiéndose de Las Vegas a Chicago. Semejante disparate meteorológico bebe de un concepto teórico bautizado como hipercán. Se lo debemos a otro investigador que de manera más realista ‘parafrasea’ a esa Las Vegas del cine, en las costas mediterráneas.
Kerry Emanuel fue un pionero de la emergencia climática cuanto todavía había bastante tiempo para actuar. En 1987, la temperatura media de los océanos era alrededor de medio grado menos anómala que ahora. Pero suficientemente más alta de lo que debería.
Eso desató dos preguntas básicas en su equipo de investigación. ¿Qué mecanismos alimentan a los huracanes? y ¿es posible que un aumento de la temperatura de las aguas los haga más potentes? La respuesta se desarrolló en un trabajo publicado en Nature al que han seguido tres décadas de incansable lucha contra la emergencia climática que hoy le valen un premio.
Kerry Emanuel ha sido galardonado con el Premio Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA con la colaboración del CSIC.
“Hoy, ya, el más prestigioso a nivel mundial sobre cambio climático”, en palabras de Bjorn Stevens, director del Instituto Max Planck de Meteorología, presente en Madrid como portavoz del jurado.
Emanuel, que trabaja en el MIT, se hizo relativamente popular a nivel mundial al empezar a hablar de hipercanes o megahuracanes, los más grandes jamás imaginados. Un tipo de huracanes no conocidos que se formarían a temperaturas superiores a 47ºC en el océano. Pensemos que los ciclones tropicales necesitan de temperaturas de al menos 27ºC.
Si la energía liberada por un huracán de categoría 5 equivale a una bomba atómica de 10 megatones cada 20 minutos, un hipercán tendría los efectos de la caída de un asteroide.
Sobre esta idea también trabajó en los noventa Emanuel, para quien el impacto de un gran asteroide, como el evento que marcó el final de la era de los dinosaurios, podría producir vientos de mucho más de 300 kilómetros por hora, que es de lo mayor que se ha registrado.
Estos hipercanes podrían arrojar grandes cantidades de vapor de agua y polvo a la estratosfera, alterando el clima global y destruyendo la capa de ozono.
En realidad, no se han dado nunca y no se les espera a corto plazo. Es más, ¿de verdad podemos esperar que en un escenario de emergencia climática el océano se ponga a casi 50ºC? En realidad no por sí solo, pero sí asociado a otros fenómenos: de un experimento atómico al susodicho meteorito o asteroide, que vendría a sumar temperatura a un mar que se calienta cada vez más.
En todo caso, los hipercanes o megahuracanes constituyen un modelo teórico interesante para medir cómo el calentamiento global está volviendo a los huracanes más violentos (energéticos) y destructivos.
“Los modelos nos dicen que según la temperatura aumenta aumenta la energía, no necesariamente la frecuencia de estos episodios”, explica Emanuel en conversación por videoconferencia, tras saberse ganador del Fronteras de Cambio Climático.
“Un calentamiento de 3ºC supone huracanes un 15% más intensos, pero el incremento en su capacidad destructiva se mide calculando el cubo de la velocidad del viento. Nuestra estimación es que con este mismo aumento de 3ºC, su potencial para provocar daños aumentaría entre un 40% y un 50%”, señala el científico.
Se considera ciclón tropical (huracán o tifón, según el océano) a aquél que supera los vientos de 120 km/h. Los más intensos que vivimos en años como 2019 rondan los 300 km/h. Pero a finales de siglo XXI, sus velocidades pueden alcanzar los 331 km/h, en los peores escenarios.
¿Podemos esperar huracanes donde nunca los hubo, con la emergencia climática? De algún modo esto ya sucede. 2019 ha sido paradigmático. Y, de manera particular, las costas cercanas a España.
A finales de octubre, el huracán Pablo hizo historia al oeste de Galicia. No hay registros en que encontremos un huracán formándose tan al noreste del Atlántico. En este caso, “frente” a las costas gallegas.
Lo que era una pequeña tormenta tropical se tornó en un huracán de categoría 1. El huracán Pablo fue el último capítulo de una serie de ciclones que han pasado por las Azores. Cuatro años consecutivos con fenómenos similares, en aguas frías.
“Hasta cierto punto ya estamos observando una expansión geográfica de los huracanes”, señala Emanuel, quien pasó un año investigando otro fenómeno que nos toca de cerca: los medicanes, huracanes en pleno mar Mediterráneo.
No cree que se vayan a dar más, pero sí con mayor intensidad. En realidad, se fija en grandes tormentas que ya están ocurriendo, con mayor capacidad destructiva, como las asociadas a nuestras tradicionales gotas frías, asociadas a veces a una DANA.
“Nuestras observaciones indican que, en efecto, conforme el Mediterráneo se caliente, podemos esperar una mayor incidencia de estos huracanes destructivos. Se producen en condiciones algo diferentes de los ciclones tropicales, pero básicamente se trata del mismo fenómeno”.
Los huracanes no existen por el cambio climático, pero este sí que explica los cambios en sus patrones. Para el investigador, a la vista de estas predicciones y del riesgo cada vez mayor al que se enfrenta la humanidad, está claro que en estos momentos la comunidad internacional no está haciendo lo bastante.
“Debemos dejar de hacer caso a las voces negacionistas y escuchar a nuestros hijos, que nos están reclamando que actuemos, y a mí me avergüenza que no lo estemos haciendo”, concluye.
Este texto apareció originalmente en Newtral, puedes ver el original aquí.
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