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Éste es un artículo de opinión, su contenido expresa la postura de su autor, Isaías A. Márquez Díaz.
En la actualidad dos crisis nos agobian simultáneamente: la crisis sociosanitaria provocada por el coronavirus y sus consecuencias sobre la salud, con una mortalidad muy acusada en adultos mayores y la crisis económica, derivada de las necesidades de confinamiento, para hacer frente a la pandemia de consecuencias socioeconómicas tan críticas y sobre el empleo, derivadas del congelamiento de la economía/comercio.
Solo en Maracaibo, según la Cámara de Comercio, se han perdido cerca de unos 85 mil empleos.
Tal y como si se tratase de una guerra mundial, tras la devastación de casi todos los sectores, incluidos los decesos e infectados, mal podríamos quedarnos irresolutos, absortos, inmersos en un mundo de minusvalías, enfrascados en no saber qué hacer ante la ruina/secuelas de la COVID-19, debería reflexionarse.
Primeramente, sobre la asistencia agroalimentaria mediante ejecución de programas que impulsen el trabajo productivo en función de la sostenibilidad, fundamentados en el inicio de una transición energética radical, instancia del papa Francisco, quien la dirigió a las multinacionales más importantes durante 6/2019 por salvar al planeta mediante acciones oportunas y prontas a fin de evitarlo.
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“La crisis climática requiere acciones específicas de inmediato”, según avisos de la IPCC, que advierte sobre los efectos asoladores al planeta si la temperatura global excede de unos 1.5°C, que forjaría la herencia de un mundo en ruinas a las generaciones futuras. Y, para evitarlo, habría que implementar, desde ya, métodos sostenibles (Objetivo 13 PNUD-UNDP) sobre acciones por el clima, anunciadas desde la Encíclica “LAUDATO SI”, donde se estableció el cuidado de la naturaleza como un mandato ético.
Aunque en el caso particular nuestro habría que esperar por una mejora de los precios del petróleo, asunto que será realidad, normalizada la demanda y la situación política. Queda muy bien trabajar sobre el asunto, ya que mal podríamos ahogarnos ante un mar de incertidumbres. Pues según FEDEAGRO, el sector agrícola requiere de unos $6,800 millones para el reimpulso del campo venezolano en un corto plazo (1-2 años), plan que ya ha expuesto, acertadamente, ante la AN.
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