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Nunca detendremos los incendios forestales por completo. Les contamos por qué algunos árboles se queman, y otros sobreviven. Y cómo la vegetación que no se quema puede ayudar.
Desde Siberia a Sumatra, desde las islas griegas y portuguesas hasta el Amazonas: allí donde hay árboles, arbustos o pastos, todo es propenso a quemarse. Algunos incluso necesitan arder para volver a retoñar. Los eucaliptos, por ejemplo, se han adaptado al fuego durante millones de años.
“Los eucaliptos se queman rápido, pero también saben cómo sobrevivir”, dice Bob Scholes, profesor de sistemas ecológicos en la Universidad de Witwatersrand en Sudáfrica.
En el este y sur de Australia, y en California, las llamas masivas e incontrolables queman, a menudo durante meses, eucaliptos y pinos, respectivamente. Pero también los bosques tropicales de Indonesia arden, así como en Europa, África y el Amazonas.
Mapas satelitales muestran que en Sudáfrica, África central, Angola y la República Democrática del Congo tienen lugar el doble de incendios que en Australia y EE.UU.
“Si se mide por el área quemada, en lugar de emisiones, África tiene la mayor área quemada del mundo”, dice Scholes.
Pero casi todas esas áreas son sabanas, donde los incendios de relativamente baja intensidad sólo queman la capa de hierba, sin consumir las copas de los árboles.
“Nadie se preocupa demasiado [por la quema de pastizales]”, añade Owen Price, director del Centro de Gestión de Riesgos Ambientales de Incendios Forestales de la Universidad de Wollongong, en Australia. Pero Sudáfrica es “probablemente el punto caliente número uno”, dice.
Hay una diferencia entre los incendios de baja intensidad en los pastizales y los de alta intensidad en los bosques, donde hay mucha hierba seca. Ocasionalmente, los bosques necesitan un fuego para quemar ese material seco. Sólo cuando las llamas crecen y encienden las hojas verdes, los árboles están en peligro.
Los eucaliptos, nativos de Australia, arden rápidamente porque sus hojas son muy aceitosas. En el oeste de Estados Unidos, tienden a ser los pinos los que se queman. Ambos han evolucionado en sus respectivos ambientes de fuego y pueden sobrevivir.
“Si el fuego es leve, algunos eucaliptos volverán a retoñar. Si es muy intenso, la copa del árbol muere, pero sus raíces siguen vivas, y pueden dar lugar a un nuevo tronco”, explica Price. “Varias especies de plantas mantienen sus semillas dentro una especie de nuez durante años, y es sólo cuando hay un incendio que se abren y las dejan caer”.
Los pinos de Jack en EE.UU., por ejemplo, encierran sus semillas en un cono duro sellado con una resina que se derrite y las libera cuando se produce un incendio. Otros pinos han desarrollado una corteza gruesa para proteger la vida interior.
Los eucaliptos son nativos de Australia. Pero también los hay en América, y también pueden provenir de la Patagonia. En Portugal, empero, se los considera una “maldición”, dice Price, porque son “más inflamables que la vegetación nativa”.
El monocultivo y las plantaciones de eucaliptos también se encuentran en Sudáfrica. Pero tal vez la mayor amenaza para los incendios de alta intensidad en Sudáfrica son los llamados “fynbos”.
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Hay una pequeña área alrededor de Ciudad del Cabo que es el hogar de casi 8,000 especies, muchas de ellas endémicas, como los fynbos, una especie de matorral cuya belleza atrae a cada vez más amantes de la naturaleza. El problema: los fynbos arden con frecuencia y a alta intensidad. “Una receta para el desastre”, advierte Scholes. “Algunos de los problemas que surgen se deben a que la gente ya no sabe cómo funciona la naturaleza”.
“Hacemos quemas preventivas de los fynbos o en las zonas forestales, donde la gente está invadiendo territorio”, dice Scholes y se queja de que “los citadinos no entienden que hay que hacer quemas controladas para evitar un desastre”. Tanto en América como en Australia los nativos saben que los paisajes se han formado gracias a la interacción hombre-fuego.
¿Soluciones? Árboles y plantas que no se queman
Pero los humanos siguen remodelando sus entornos, convirtiéndolos en zonas urbanas. Afortunadamente, los fynbos, además de arder, ofrecen protección contra los incendios forestales. Los fynbos tienen, lo que Scholes llama, un “complemento” que apenas se quema y que puede ser usados en la horticultura para proteger las casas de la gente.
“Por ejemplo, hay una gran familia de suculentas aizoáceas (aizoaceae), que son pequeñas flores con una hoja carnosa, y no se quemarían así se les ponga un soplete”, dice Scholes.
Teóricamente, unas pocas secoyas alrededor de la casa pueden ser buenas. Solo que hay que tener paciencia: su crecimiento dura cientos de años.
Este texto apareció originalmente en DW, puedes ver el original aquí.
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