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Con el fin de año entró en vigor en Ciudad de México la segunda fase de la eliminación prevista de los plásticos, en este caso los desechables de un solo uso. Desde el 1 de enero no pueden venderse platos, vasos, cubiertos, popotes de plástico; tampoco los restaurantes deben enviar sus comidas con ellos ni los puestos callejeros.
Pero nada de eso ha pasado, basta salir a la calle o hacer un encargo a domicilio. O comprar unos tacos y ver cómo las salsas vienen en tarritos de plástico o en bolsas, y también en bolsas se acarrea lo comprado. Así lo reconocen en la Secretaría de Medio Ambiente de la capital, donde achacan a la pandemia y la “desinformación” propia de estos tiempos extraños el poco éxito actual de estas medidas.
“Vamos a volver a recorrer todos los restaurantes, como hicimos de julio a diciembre y a retomar las conversaciones con las cámaras en las que se agrupan las tiendas, los grandes almacenes. Hubo quien consideró que debido a la pandemia se establecería una moratoria para la desaparición del plástico, pero no es cierto”, dice la directora general de Evaluación de Impacto y Regulación Ambiental de la Ciudad de México, Andrée Lilian Guigue Pérez. En ese tiempo de inspecciones, asegura, encontraron que “un 42% de los restaurantes ya no usa desechables, pero persiste la desinformación en tianguis y mercados, en estos sitios también tenían materiales adquiridos ya, precisamente porque confiaban en esa moratoria”.
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En el 8% de los casos, es decir, en 174 ocasiones se optó por apercibir a los establecimientos, pero no se les ha multado. “Hemos tratado de que sea la sanción mínima, es decir, el apercibimiento”, reconoce Guigue Pérez.
La Secretaría de Desarrollo Económico estableció microcréditos para que estos negocios pudieran ir adaptándose a los nuevos requisitos de comercialización de alimentos. “El cartón ha funcionado”, dice la funcionaria y hay 25 grandes compañías que nos piden registro para comercializar productos compostables, señala. “Existen opciones, pero la pandemia ha retrasado todo esto un poco, hay que tener en cuenta que muchos de estos insumos proceden de la importación”.
Ahora en los mercados, cuando el consumidor se queja de la bolsa de plástico, enseguida responden que es biodegradable, pero hay muy pocas garantías de que eso sea cierto, por no decir ninguna. “Tenemos que hacer pruebas de laboratorio para comprobar eso, las vamos a hacer, no escatimaremos esfuerzos”, añade Guigue Pérez.
Si todavía se acarrean los alimentos de los mercados en bolsas de plástico cuando la prohibición lleva meses y no se han establecido sanciones, ¿qué margen de tiempo hay para que el resto de los desechables desaparezcan de un mercado en el que el plástico es el rey? Desde el Gobierno de la ciudad piensan que en este primer trimestre del año “lo más inmediato” será la eliminación de estos productos en el sector formal, es decir, en los comercios donde venden estos platos, vasos, popotes, etcétera, que en Navidad se han incrementado en los estantes de las tiendas. Después se avanzará con lo demás, dice Guigue Pérez, quien reconoce una mayor dificultad para penetrar en los puestos de venta informales.
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Entre las opciones para sustituir los envases plásticos están nuevos materiales procedentes del aguacate, la hoja de plátano, la fécula de maíz… Pero los ecologistas ya han alertado que la solución no es sustituir un consumo abusivo por otro, puesto que estos nuevos materiales abundarán en la deforestación del territorio si se generaliza su uso.
Pérez Guigue confía en que Ciudad de México avanzará en el abandono del plástico que cada día riega las calles, las jardineras, las ventanas. Esta producción tiene que salir de la ciudad. Pero los tiempos son duros.
Pasan los meses y aún hay que volver a recorrer todos los restaurantes, porque, además, en algunos casos, se ha incrementado su uso como supuesta medida profiláctica contra el coronavirus, y donde antes los cubiertos reposaban sobre la servilleta, ahora vienen envueltos en una bolsa, entre otros ejemplos. El enorme consumo de plástico en México no parece que vaya a desaparecer con las campanadas de fin de año.
Este texto apareció originalmente en El País, puedes ver el original aquí.
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