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La disminución del ruido consolida la presencia de ballenas, delfines y cachalotes en las costas mediterráneas.
Una de las cosas que más fascinan a los que han conseguido acercarse a los cachalotes del Mediterráneo es el abanico de sonidos que son capaces de emitir, como si se acabaran de zampar una orquesta completa. Hay cantos documentados.
En 2019, una expedición de la fundación Save The Med logró acercarse a pocos metros de una manada que descansaba en la superficie, cerca de la isla de Cabrera (Baleares). En el vídeo, la madre, de más de 15 metros de largo, resguarda a sus crías. Por cada metro que el cámara submarino avanza hacia ella, el animal aumenta los decibelios del grito para alertar de su presencia. Los oídos pueden llegar a ser más importantes que sus propios ojos, dicen los expertos.
“Tienen un oído que lo capta absolutamente todo. Son animales muy sensibles al ruido”, explica el catedrático de zoología de la Universitat de Valencia Juan Antonio Raga, quien cree que la disminución de la contaminación acústica es uno de los factores (“no hay una respuesta única”), que ayuda a la consolidación de los acercamientos de cetáceos en el litoral catalán, valenciano y balear.
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Y no solo por la disminución del tráfico de embarcaciones recreativas por la pandemia, sino también por la implantación del corredor marino libre de extracciones de gas y petróleo que el Gobierno de España aprobó en 2018 no exento de polémica.
Algunos de los últimos avistamientos documentados fueron los días 23 y 24 de abril. La Asocciació Cetàcea, en España, localizó a 13 rorcuales comunes en la costa de la comarca del Garraf (Sitges) y en la costa de Castelldefels. Dos semanas antes, la asociación EDMAKTUB, captó más en el Garraf. Imágenes parecidas se han repetido en el litoral valenciano. Y no solo ballenas, sino también cetáceos más pequeños, como delfines o calderones.
“Se ha constatado un mayor acercamiento. Y la respuesta no es solo el covid. También hay otros factores, como que la gente ha mirado al mar más y ha podido registrarlo, por ejemplo”, añade Raga. El catedrático pone en valor la decisión de 2018 del Gobierno de crear el gran corredor libre de extracciones, que sin duda les ha beneficiado. “Los sondeos emitían más de 200 decibelios. Era muchísimo”, añade.
El veto a los sondeos afectó a un área de 46,000 kilómetros cuadrados entre Baleares y la Península. Los expertos señalaban que los ruidos en las profundidades producidos por las actividades de búsqueda de hidrocarburos producían grandes efectos adversos en los cetáceos. En 2014, frente a las costas españolas había 10 perforaciones marinas activas para la extracción de petróleo o gas.
La polémica estalló ese año, cuando el Diario de Mallorca publicó los resultados de un informe del gobierno balear que documentaba “la existencia de sondeos de prospección sísmica en abril de 2013”. “Los ruidos eran fuertes y venían de lejos”, explica a este diario siete años después Antoni Grau, jefe de Recursos Marinos del Ejecutivo balear y funcionario que redactó el informe. Grau explica que otros estudios de sonidos marinos en marcha, como en el turístico litoral de Andratx (Mallorca), constatan los decibelios generados por la flota recreativa.
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“Es evidente que les afecta el ruido [a los cetáceos]”, dice. En ese litoral, este año también se ha captado la presencia de cetáceos donde nunca se habían visto antes.
“Ahora tenemos tecnología que también nos hacen ver cosas que antes no veíamos. Es una mezcla de factores”, añade Lluís Cardona, profesor agregado de Zoología de la Universitat de Barcelona, que destaca la especial sensibilidad con los sonidos de los cachalotes y calderones. “Las especies que tienen que sumergirse a mucha profundidad tienden a serlo más”, explica el experto.
En el mar, quizás el medio donde más complicado es hacer censos de especies por su inmensidad y profundidad, los investigadores tienen que trabajar muchas veces a contracorriente. En general, existen pocos datos históricos de especies, de ahí que constatar si una ha aumentado o no su población o no solo puede compararse con datos muy recientes, a veces poco fiables. “Se necesitan más datos”, incide Cardona.
Este texto apareció originalmente en El País, puedes ver el original aquí.
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