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En las profundidades de las capas de hielo de la cordillera de los Andes en Perú hay evidencias de la contaminación del aire causada por el hombre.
Igualmente, en el núcleo del glaciar Quelccaya, de 1,200 años de antigüedad, los científicos encontraron rastros de plomo y mercurio, químicos utilizados después de la ocupación española en las minas de plata de Potosí, en Bolivia.
“Los glaciares reciben elementos traza exclusivamente de la atmósfera y, por lo tanto, pueden usarse para evaluar con precisión el posible impacto a gran escala de las actividades antropogénicas a través del tiempo”, dice el informe del Centro Byrd de Investigación Polar y del Clima de la Universidad de Ohio. “Hoy en día, no hay glaciares en la Tierra donde no se pueda detectar la deposición atmosférica de origen antropogénico”, añade.
Los glaciares han estado en retirada durante varias décadas, pero lo que los científicos están aprendiendo ahora es el factor importante que juega la contaminación del aire en su declive.
Según la investigación realizada por el Instituto Nacional de Investigación sobre Glaciares y Ecosistemas de Montaña (Inaigem) en Perú, el carbono negro fomenta el derretimiento de la nieve o el hielo en los glaciares de la Cordillera Blanca, ya que intercepta y absorbe la luz solar, favoreciendo el aumento de temperatura.
“El origen del carbono negro que se deposita sobre los glaciares es de diferente procedencia. Puede ser de los incendios forestales, la quema de pastos y residuos agrícolas, así como del parque automotor”, dijo Jesús Gómez, director de Investigación de Glaciares del Inaigem.
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“Los resultados también evidencian que la concentración de carbono negro es mayor en los glaciares cercanos a las grandes ciudades, como es el caso de Huaraz, en comparación a los más lejanos, como es el caso del glaciar Yungay”, explicó.
A medida que los glaciares se derriten, las ciudades y pueblos cercanos tienen inicialmente más agua. Pero con el tiempo, el suministro de agua de los glaciares disminuirá y en algunos lugares pueden incluso experimentarse avalanchas e inundaciones.
Los efectos en Perú pudieran ser de más amplio alcance y amenazan el medio de vida de millones de personas, especialmente en lo que respecta a la agricultura peruana y el suministro de agua dulce de Lima, su capital. En Colombia, los glaciares suministran solo entre 4% y 8% del agua en las cuencas altoandinas, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam).
Sin embargo, como en el resto de los países andinos, además de sus aportes ecosistémicos, los glaciares tienen un valor cultural y turístico.
“En Colombia, para las comunidades indígenas, los glaciares son sitios sagrados, para los deportistas de montañas son escenarios deportivos, para los investigadores son laboratorios, para la mayoría de los colombianos tienen un valor paisajístico”, dijo Jorge Luis Ceballos, encargado del monitoreo de los glaciares en el Ideam. “Pero, sobre todo, el glaciar se considera un indicador de los cambios que se suceden en la alta montaña”, añadió.
Los investigadores de Ohio admiten que a pesar de que la contaminación del aire causada por el hombre en la región andina se remonta a la conquista española, las transformaciones que podemos encontrar en el siglo XX no tienen precedentes en toda la historia de la humanidad.
La mayoría de los glaciares del mundo se han reducido en las últimas décadas debido al aumento de la temperatura global, pero el fenómeno es especialmente rápido en los Andes tropicales desde la década de 1950, según el Atlas de Glaciares y Aguas Andinos, publicado recientemente por la UNESCO y GRID Arendal.
El único glaciar que todavía queda en Venezuela debería desaparecer de aquí a 2021, y en Colombia, es probable que para mediados del presente siglo solo resistan los glaciares más grandes situados en los picos más altos, indica el informe.
Gómez, al igual que otros científicos, cree que el derretimiento de los glaciares podría frenarse si, además de reducir las emisiones que causan el calentamiento global, tomáramos medidas para minimizar la contaminación del aire e invirtiéramos en la conservación de los ecosistemas de montañas con cabeceras glaciares.
“El solo hecho de evitar los incendios forestales, y la quema de pastos y rastrojos de la agricultura, y aumentar el control sobre la emisión de gases de los vehículos y la industria, se estaría reduciendo en gran medida la cantidad de partículas de carbono negro, entre otras, que se depositan en los glaciares”, afirmó.
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Los gobiernos y las autoridades también pueden considerar mejorar la gestión de los recursos hídricos, con sistemas de riego más eficientes, aumentar la calidad del agua en ríos cercanos a las ciudades, y reforestar los ecosistemas de montaña con especies nativas que contribuyan a regular las funciones hídricas.
ONU Medio Ambiente trabaja en Perú y en otros países de la región para desarrollar y mejorar las políticas que benefician la salud de los ecosistemas. Estas incluyen programas para fomentar los estándares de los combustibles, la movilidad eléctrica, los sistemas de transporte público sostenibles y la gestión de la calidad del aire.
“A nivel nacional, un paso clave para controlar la contaminación del aire es poder medirla”, dijo Sean Khan, jefe de la Unidad del Sistema de Monitoreo Global del Medio Ambiente de ONU Medio Ambiente.
“Comprender sus fuentes, patrones y tendencias es importante para comprender si queremos reducir su impacto en las personas y los ecosistemas. Perú ya está explorando la idoneidad de la tecnología de sensores de bajo costo para medir gases traza y partículas finas en el aire e identificar puntos de contaminación”, añadió.
Este texto apareció originalmente en República, puedes ver el original aquí.
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