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Sudáfrica, la mayor economía de África, es responsable por casi la mitad de las liberaciones de gases causantes del cambio climático del continente. El 80 por ciento de sus estimadas 400 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono proceden solo del sector energético. Se prevé que África será afectada en forma desproporcionada por el recalentamiento planetario. Las temperaturas en muchas partes del continente podrían aumentar entre cuatro y cinco grados.
Los cambios en la temperatura, así como en la cantidad y en la distribución de las precipitaciones, tendrían graves consecuencias para la agricultura, para la débil infraestructura y para las poblaciones pobres. De la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 16), que comenzó el lunes en la sudoriental ciudad mexicana de Cancún, salió la conclusión de que es probable que Sudáfrica se una a otras economías emergentes y defienda un enfoque que dé prioridad a la lucha contra la pobreza por sobre cualquier compromiso vinculante para reducir las emisiones.
En vísperas de la conferencia pasada en Copenhague, Sudáfrica anunció una reducción voluntaria de 34 por ciento para 2020. Esta disminución, sin embargo, era condicional a que otros países hicieran lo mismo. La ministra de Agua y Asuntos Ambientales sudafricana Edna Molewa representa a su país en la COP 16. ”Creemos que es muy importante, como países en desarrollo, tener también la oportunidad de crecer para (reducir) la pobreza”, dijo Molewa
Este país experimentó varios cortes de luz en 2008 que afectaron severamente al sector minero y al manufacturero. Garantizar el suministro eléctrico para apoyar el crecimiento económico y reducir la pobreza es uno de los principales objetivos de las autoridades sudafricanas. El segundo Plan Integrado de Recursos del gobierno busca identificar opciones energéticas y tecnológicas de largo plazo para el país, teniendo en cuenta la sostenibilidad, la seguridad del suministro, la accesibilidad y el impacto ambiental.
Se espera que la planta de Medupi, en base a carbón, contribuya con 4.800 megavatios a la red eléctrica nacional a partir de 2012. Pero se calcula que emitirá 26 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, a pesar de emplear tecnología menos contaminante. La planta de Kusile liberará una cantidad similar de gases invernadero. El gobierno espera que, para 2030, 48 por ciento de la demanda total de energía sea cubierta por carbón, 16 por ciento por fuentes renovables, 14 por generación nuclear y el resto por otras vías. Está prevista la construcción de seis nuevas centrales atómicas, la primera de las cuales entrará en funcionamiento en 2023.
El plan gubernamental también considera un “escenario bajo en carbón”, con un mayor énfasis en las fuentes renovables, pero esto, aunque reduciría las emisiones 20 por ciento más, sería 50 por ciento más caro para el país. Richard Worthington, del Fondo Mundial para la Naturaleza, dijo que en Sudáfrica cunde la idea de que optar por una economía sostenible pone en riesgo los empleos. ”Pero la evidencia está claramente allí de que una economía baja en carbón crea más trabajos. Cuanto menos uno depende en energía en base a combustibles fósiles, más probabilidades hay de que haya gente trabajando”, afirmó.
La organización Greenpeace Internacional y el Consejo Europeo de Energía Renovable presentaron su visión de una Sudáfrica con energía baja en carbón, incrementando la eficiencia y el uso de fuentes sostenibles. Según Greenpeace, este escenario le garantizaría a Sudáfrica energía suficiente y crearía 78.000 empleos adicionales en el sector para 2030. También reduciría las emisiones contaminantes del país: para 2050, caerían 60 por ciento respecto de los niveles de 2005. Un importante desafío para escenarios verdes como éste es cuán rápido puede reducirse para los consumidores el costo de las energías renovables. Electricidad más cara sería algo inaceptable. Aunque se trata de un país con excelentes condiciones naturales para desarrollar energía solar y eólica, aún no cuenta con una infraestructura sólida para explotar estas opciones al máximo.
La conferencia de Copenhague no logró un acuerdo vinculante para reducir las emisiones, principalmente porque los países industrializados se negaban a adoptar nuevos compromisos que no ataran a la vez a las naciones emergentes. Pocos progresos se han logrado al respecto durante 2010, y pocos esperan que en Cancún se produzca un avance. La comunidad internacional probablemente esperará que Sudáfrica, sede de una ronda de negociaciones climáticas este año, demuestre liderazgo y encuentre una salida entre sus prioridades de desarrollo y las drásticas reducciones de emisiones de gases invernadero que necesita el planeta.
Este texto fue escrito por IPS y apareció originalmente en PeriodismoHumano, puedes encontrar el original aquí.
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