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Alfonso creció en el pueblo de Penonomé, en Panamá, donde desde pequeño junto con su padre recorrían fincas y aprendía a vivir con la naturaleza.
“Mi padre decía que hacer finca era hacer un hueco, picar y sembrar una semilla, regarla y con el tiempo, abrazar ese amor”.
Tiempo después, se mudó a Brasil y se unió a los jesuitas, donde tuvo la oportunidad de vivir una vez más rodeado de naturaleza y conocer las distintas actividades y trabajos que pueden realizarse en el campo como la apicultura. Finalmente terminó sus estudios de teología en México.
Fue cuando se dió cuenta que la conexión que tiene el ser humano con la naturaleza es fundamental para poder vivir plenamente, así como luchar por conservar el medio ambiente. Es así como volvió a Panamá para retomar la finca que le había dejado su padre, además de adquirir más propiedades y comenzar su acción climática creando la Reserva de Tavidá.
“Cuando compré la primera propiedad de montaña, los campesinos y vecinos me decían: ¿Está loco? ¿Por qué no tumba el monte?; a lo que yo les decía ‘no’ porque yo quería el monte como Dios lo había puesto. Me refiero a esa regeneración espontánea del mismo bosque, porque donde estamos llueve mucho, hay muchas aves que dejan semillas, las cuales se van regando con todo, por lo que no hay necesidad de tumbar, sembrar o quemar los bosques, que es lo que tradicionalmente se hace aquí”, comenta Alfonso.
40 años más tarde, los bosques lograron regenerarse, lo cual ayudó a que los campesinos y agricultores vecinos pudieran darse cuenta de la importancia de conservar áreas naturales. Junto con esto, comenzaron las alternativas en el país para la conservación de la naturaleza, haciendo de la zona un área de bosques regenerados.
En Panamá, Alfonso cuenta que la costa del pacífico ha crecido en hoteles y centros turísticos, a lo que el gobierno ha abierto bachilleratos para estudiar turismo. Esta oportunidad la ha aprovechado Alfonso, dando abriendo áreas de práctica para los estudiantes en el hostal que tiene dentro de la reserva, donde se practica el ecoturismo.
“En esas prácticas, tratamos de cambiarles el chip a los estudiantes y cambien de ser empleados de hoteles a ser futuros pequeños propietarios de explotación turística, comunitaria, rural y ecológica. Es decir, que estos muchachos están mirando como crear su propia empresa turística y ser conscientes que para lograrlo deben conservar los recursos naturales, los bosques y así atraer al turista ecológica, que pueda participar en actividades interesantes con el medio ambiente”.
Dentro de la reserva de Tavidá, también se capacitan a jóvenes de la comunidad y estudiantes, para que aprendan a ser productores de cacao, esto con el objetivo de que busquen una fuente de ingreso sostenible.
Alfonso ha sido de gran influencia para la industria turística, por lo que ha sido miembro consejero del ministerio de turismo. Actualmente, trabaja en un plan maestro de sostenibilidad, en el que se ha reunido con empresas privadas y los ministerios de medio ambiente y turismo para desarrollar una serie de talleres en los cuales buscan las mejores fórmulas para lograr un turismo sostenible y de manera respetuosa.
La reserva de Tavidá se ha convertido en un área turística y ecológica, así como un centro de atención, tanto para turistas como para la comunidad que ha replicado las técnicas de conservación de áreas naturales para regenerar los bosques que han sido deforestados por la industria ganadera y tala de árboles.
“Con frecuencia tenemos contacto con las oficinas y el ministerio de medio ambiente en Panamá, últimamente ya han empezado a creer en el sector privado, ya que antes creían que eramos depredadores”, relata Alfonso. “Cuando se abrió la política del corredor biológico mesoamericano, las instituciones del gobierno se dieron cuenta que para lograra una conectividad, era imposible solamente con los parques nacionales, se necesitaba incluir a las propiedades privadas para tener una cobertura completa. Actualmente ya nos han dado un lugar en los asuntos políticos de conservación, además de respeto por los pequeños conservadores de bosques”.
Desde hace más de 20 años, Alfonso comenta que ha sido parte de una asociación de reservas naturales privadas de Panamá, donde llegó por primera vez el beneficio de pago por servicios ambientales, que actualmente se está creando una ley para poder beneficiar a las personas que protegen estas áreas, especialmente las cuencas de agua de los ríos que están en la mayoría de estos bosques.
La red está conformada por aproximadamente 34 reservas, número que continúa en crecimiento.
“Creemos en la responsabilidad de la conservación, no pretendemos recibir un beneficio inmediato, ese lo va recibir el futuro de la humanidad, el compromiso que tenemos es de regenerar, sembrar y apoyar a las comunidades vecinas”, añade. “Yo por ejemplo, estoy haciendo un trabajo con los vecinos de al lado, que tienen unas 1,500 hectáreas entre bosques intervenidos y semi intervenidos, estamos yendo a la reserva con grupos de propietarios y campesinos para motivarlos y hacer ver lo necesario que es que ellos recuperen los bosques que una vez usaron como poteros para ganado”.
“Nuestro objetivo es aumentar el entorno de las reservas para que estas se conviertan en muchas pequeñas áreas que conecten con una montaña que si está protegida por el gobierno”.
También existe un grupo de miembros latinoamericanos de las reservas de cada país, tales como Chile, Colombia, Brasil, Centroamérica, entre otros.
“Cada experiencia es diferente de contar y cada una es inspiradora para estos países. Hemos ido a la Amazonía, Ecuador, Lima; y cada vez que viajamos vemos que no estamos solos y es algo de responsabilidad universal”.
Si quieres conocer más sobre La reserva de Tavidá, puedes ingresar aquí.
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