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Cada año llegan al mercado nuevas y mejores actualizaciones de portátiles, teléfonos inteligentes y tabletas. Los consumidores luchan por conseguir los últimos modelos con las funciones más avanzadas. Pero después de cada actualización, los modelos más antiguos se acumulan en vertederos de todo el mundo.
En 2019 se generó un récord de 53.6 millones de toneladas métricas de desechos electrónicos, según el último informe de Global E-waste Monitor 2020 (Observatorio Mundial de los Residuos Electrónicos), publicado por la Universidad de las Naciones Unidas (UNU), un organismo científico y de investigación de la ONU, entre otras organizaciones. Se prevé que esta cifra alcance los 74 millones de toneladas a finales de 2030.
Además de la gran cantidad de residuos que se acumulan en los vertederos, los aparatos electrónicos suelen contener sustancias químicas tóxicas, como el mercurio y los clorofluorocarbonos, que pueden filtrarse al medioambiente.
La concienciación social sobre este problema está aumentando, pero de momento no ha dado lugar a un mayor reciclaje.
“Aunque los consumidores suelen decir “sí, por supuesto que estoy a favor del reciclaje y reciclo, el comportamiento real no coincide con el porcentaje de quienes afirman hacerlo”, lamenta Laura Kelly, directora del Grupo de Creación de Mercados Sostenibles de la organización de investigación independiente Instituto Internacional para el Medioambiente y el Desarrollo (IIED), con sede en Londres.
Es por eso que algunos expertos piden una revisión radical del modelo de negocio de los fabricantes de electrónica.
“La innovación es muy necesaria para reutilizar todo lo posible”, dice Rüdiger Kühr, director del Programa de Ciclos Sostenibles de la UNU y uno de los autores del informe.
Kühr aboga por una “desmaterialización” de los sectores electrónicos. Es decir, en lugar de comprar y poseer la última tecnología deberíamos alquilarla. De esta manera, los fabricantes cambiarían sus modelos para proporcionar un servicio en lugar de bienes materiales.
Si los fabricantes mantienen la propiedad de sus productos, la carga del reciclado pasaría de los consumidores, que a menudo no saben cómo deshacerse mejor de los equipos viejos, a las empresas, que podrían entonces utilizar los materiales y las piezas directamente para los nuevos productos.
En 2019, solo el 17.4% de los residuos electrónicos (unos 9.3 millones de toneladas) “quedó oficialmente documentado como recogido y reciclado de forma adecuada”, según el último Global E-Waste Monitor. La mayoría termina en instalaciones de reciclaje que operan independientemente de los fabricantes. Y como los desechos electrónicos no son su problema, los propios fabricantes tienen pocos incentivos para diseñar productos de fácil desmontaje, que faciliten la recuperación de materiales reciclables.
Los nuevos dispositivos con carcasas lisas son a menudo virtualmente imposibles de desmontar. De modo que incluso los materiales preciosos que contienen terminarán en los vertederos. Mientras que, para los fabricantes, cuanto antes se descarten y reemplacen estos aparatos, mayores serán sus beneficios.
Sin embargo, para ciertos productos, los modelos de alquiler ya están demostrando ser económicamente viables. La compañía japonesa Canon, líder en el sector de la fotografía y de la óptica, ofrece un modelo de arrendamiento para las grandes impresoras de oficina en Europa, que Kühr cita como un ejemplo de desmaterialización. Hewlett-Packard y Xerox ofrecen iniciativas similares.
Cuando termina un contrato de alquiler, Canon recupera la impresora usada, la reacondiciona para el siguiente cliente o, si ya no funciona, la envía a sus instalaciones en Gießen, Alemania, donde se descompone hasta la carcasa. Las piezas son entonces reutilizadas en la reparación de otras máquinas. Esto permite a la empresa recuperar el 80% de los materiales por peso, según el gerente de sostenibilidad de Canon, Andy Tomkins.
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Según Tompkins, las preocupaciones ambientales no son la única motivación de Canon. Considerando el tamaño de las máquinas y el volumen de materiales involucrados, “tiene sentido económico hacerlo”. También hay relativamente pocas de estas impresoras en circulación, lo que hace más fácil retirarlas del mercado que, por ejemplo, los teléfonos móviles.
Pero Tompkins cree que los modelos de suscripción podrían funcionar para dispositivos más pequeños y de mayor uso, si los consumidores estuvieran dispuestos. A diferencia de las máquinas de oficina, muchos consumidores todavía quieren poseer el producto. Y quieren un producto nuevo.
Además, los fabricantes tendrían que rediseñar sus líneas de productos en consecuencia. De la misma manera que las impresoras “hechas para alquilar” de Canon, están diseñadas para ser desmontadas teniendo en cuenta la máxima recuperación de materiales. Asimismo, sería necesario construir instalaciones para llevar a cabo el trabajo.
Kelly del IIED, por su parte, señala que, en muchos casos, las empresas adoptan políticas ambientales progresistas por su cuenta. Una de las razones es que el compromiso con la sostenibilidad refuerza la marca. Pero también es porque los recursos no renovables están disminuyendo.
El informe de Global E-Waste Monitor 2020 estima que el valor de las materias primas desechadas en los productos electrónicos viejos en 2019 es de $57 mil millones. De eso, solo $10 mil millones de materias primas fueron “recuperadas de una manera ambientalmente racional”, siendo el hierro, el cobre y el oro las materias más valiosas.
Aquellas empresas con visión de futuro que empiecen a implementar estrategias de reciclaje ahora podrían tener una ventaja cuando las condiciones económicas cambien a favor del reciclaje, según Kelly.
Sin embargo, todavía hay pocos indicios por parte de las empresas. Según Fix, la desmaterialización de la electrónica podría requerir la intervención del Gobierno. Las regulaciones podrían exigir a los fabricantes asumir el coste de la eliminación de sus productos, mientras que el dinero público podría subvencionar parte de la inversión de los fabricantes para establecer sus propias plantas de desmantelamiento y reciclaje.
Este texto apareció originalmente en DW, puedes ver el original aquí.
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