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Existen muchos tipos de hábitats y cuerpos de agua en el mundo, todos esenciales para un buen funcionamiento de los ecosistemas, tanto para la vida animal como la humana. Sin embargo, no siempre conocemos la función de algunos, como es el caso de los manglares, los cuales con el paso del tiempo y los cambios extremos producidos por la crisis climática están desapareciendo, provocando consecuencias más graves de las que creemos.
Estos paisajes extraños con aspecto pantanoso están conformados por árboles cuyas raíces pueden ser visibles debajo del agua, formando una densa barrera a lo largo de todo el camino de agua.
Gracias a este efecto de enredadera entre los árboles, estos son capaces de soportar tormentas e inundaciones de pie, sirviendo como un fuerte natural para el hábitat y las especies que viven en ellos.
Los manglares más relevantes de la zona marino-costera se dividen en varios tipos: el mangle negro, ubicado en su mayoría en la zona oeste; el mangle blanco, en la zona este y mangle botoncillo.
Su función no solo consiste en la protección de especies, sino también como un sistema de filtración natural de los ríos que desembocan por este medio, pasando por las gruesas enredaderas de los árboles, también llamados mangles, hasta convertirse en agua salada que es entregada nuevamente a nuestros océanos.
Las raíces de los mangles también son importantes para muchos animales que habitan en ellos, tales como algunas especies peces importantes en el comercio, aves migratorias y otros animales que las utilizan como refugio.
“Las principales funciones ecológicas de estos manglares son el mantenimiento de los hábitats marino-costeros y la provisión adicional de alimento y refugio para una gran variedad de organismos en los diferentes niveles tróficos”, según indica el Diagnóstico y análisis de vulnerabilidad publicado por el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales en Guatemala (MARN) y el PNUD.
Deterioro y explotación de recursos
En muchos sitios extraen la madera de este tipo de árboles para su comercialización en las industrias de construcción, artesanías e incluso utilizan las fibras para comida o medicinas. Sin embargo, al desconocer la importancia de conservar estos sitios, suelen ser explotados y contaminados.
El diagnóstico también apunta que el uso de leña de manglar en el Pacífico genera aproximadamente ingresos de $35,000 al año y $246,000 anuales solamente en materiales para construcción.
“Los manglares, cómo hábitat forestal crítico de la zona costera, representan opciones de albergue frente a la variabilidad ambiental que induce el cambio global, y desarrollan un papel estructural y funcional clave para la estabilidad de la línea de costa, la persistencia de hábitats, biodiversidad y el metabolismo del ecosistema”, citando a Yañez-Arancibia en el diagnóstico.
Sin embargo, debido a la deforestación en las cuencas altas y medias, las descargas de aguas residuales en los ríos principales y los monocultivos extensivos por las partes bajas provocan que la capacidad de albergue de los manglares se debilite, afectando drásticamente a los ecosistemas que dependen de ellos.
El 35.5% de los manglares se encuentran en Latinoamérica y el Caribe, con un 16 millones de hectáreas en todo el mundo. Mientras que Panamá, Ecuador y Colombia son los países que han tenido más pérdida de manglares.
Según un estudio de la fundación Talking Oceans en Colombia, Panamá ha perdido la mayor área de manglares con un 68%, siguiéndole Ecuador y Colombia.
Panamá ha tomado acción ante esta pérdida logrando mantener el 43% (154,000 hectáreas) de sus áreas protegidas, mientras que Colombia mantiene solo un 24% (214,000 hectáreas).
Costa Rica, por otro lado, posee una de las áreas mayor protegidas, a pesar de tener la zona más pequeña con 39,000 hectáreas, mantiene sus manglares intactos en un 59%.
El estudio también menciona que estos cuatro países forman parte de una iniciativa de conservación llamada Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR Pacífico), buscando mejorar la gestión de sus recursos a través de una “eco-región” junto con los gobiernos y organizaciones.
México ocupa el 5% de los manglares en el mundo, sin embargo, solo el 0.4% resalta en la superficie del país, por lo que se han implementado proyectos de conservación por parte de Conafor, ya que estos ecosistemas se han visto amenazados por obras de infraestructura que alteran los flujos hidrológicos de las cuencas.
El cambio climático juega un papel importante en la alteración de estos ecosistemas. El aumento del nivel del mar aumenta las tormentas tropicales, la concentración de CO2 altera la sinergia natural de filtración en el agua, las sequías elevan el nivel de salinidad del suelo con la evaporación por altas temperaturas; y demás factores aumentan su vulnerabilidad a una velocidad preocupante.
Sin embargo, existen soluciones para protegerlos de estos cambios drásticos y sobrellevar una mejor adaptación mientras cumplimos los objetivos climáticos a nivel mundial.
Según el Plan para la reducción de vulnerabilidad e impactos del CC ZMC de MARN y la PNUMA, la clave está en el manejo sostenible de estas tierras, establecer políticas de desarrollo y ordenamiento territorial para lograr una restauración ecológica exitosa.
La organización de Rainforest Alliance ha promovido la restauración de estos ecosistemas durante años, ofreciendo herramientas enfocadas en la conservación de la biodiversidad, mitigación y adaptación al cambio climático y al mismo tiempo buscando un desarrollo socioeconómico sostenible en las comunidades locales.
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