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Roosevelt Skerrit, el primer ministro de la isla caribeña Dominica, se dirigió a la Asamblea General de las Naciones Unidas y declaró que “El edén está destrozado” (su país fue devastado por el huracán María). Skerrit exigió que los líderes mundiales reconocieran el cambio climático.
“Negar el cambio climático es solo aplazarlo, mientras la tierra se hunde; es negar una verdad que acabamos de vivir. Es burlarse de miles de mis compatriotas que en pocas horas, sin un techo encima de sus cabezas, verán la noche descender sobre Dominica, con miedo también por deslizamientos de tierra repentinos… y lo que el próximo huracán pueda traer“, dijo Skerrit.
“Mis compañeros líderes, ya no hay tiempo para conversar. Hay poco tiempo para la acción. Mientras los países grandes hablan, las pequeñas naciones insulares sufren. Necesitamos acción y la necesitamos ahora”.
Skerrit no mencionó a Donald Trump por su nombre, pero, a diferencia de los líderes de Gran Bretaña, Francia y muchos otros países, Trump no mencionó el cambio climático una sola vez en su discurso ante el organismo internacional. Skerrit, por el contrario, centró su discurso de lleno y enteramente en el cambio climático. En declaraciones, a un salón de la Asamblea General que estaba medio vacío, Skerrit dijo que el aire más cálido y las temperaturas del mar habían “alterado permanentemente” el clima entre los trópicos de Cáncer y Capricornio; amenazado con devastar el Caribe, una región de 40 millones de personas.
“El calor es el combustible que toma tormentas comunes, las que normalmente podríamos pasar mientras dormimos, y las convierte en una fuerza devastadora”, dijo Skerrit.
Los investigadores están de acuerdo con él. Desde que los huracanes comenzaron a ser registrados y clasificados en 1851, treinta y tres tormentas han alcanzado la categoría 5 en el Atlántico, según Michael Lowry, científico visitante en la Corporación Universitaria para la Investigación Atmosférica, en Boulder, Colorado (EE. UU.). Los datos recopilados por Weather Underground demuestran que en solo doce horas, el huracán María se fortaleció de un huracán de categoría 2 a uno de categoría 5.
Después del paso del huracán, la isla parecía una zona de guerra, dijo Skerrit. Entre el 85% y el 90% de los hogares de la isla tenían daños severos, al igual que el hospital principal, que perdió su techo y sigue sin electricidad. El número de víctimas no oficiales se sitúa actualmente en un total de treinta, pero se espera que aumente a medida que los equipos de rescate accedan a pueblos remotos.
Dominica es la isla más montañosa del archipiélago de las Antillas Menores, el país se proclama como la “Isla de la Naturaleza” del Caribe. El parque nacional Morne Trois Pitons es un sitio proclamado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Cuenta con 365 ríos, los cuales alimentan a las selvas tropicales y las cascadas de la isla. El país es el hogar de nueve volcanes activos y el segundo lago más grande térmicamente activo del mundo. Su población se extiende por las costas, colinas y valles, e incluye a los Kalinago, la única población indígena precolombina que permanece en las Indias Occidentales.
Skerrit preguntó ¿por qué Dominica y las otras islas del Caribe deberían sufrir más con el calentamiento global cuando poco han hecho para causarlo? Aunque el país satisface el 70% de sus necesidades de electricidad a través de generadores diésel (el otro 30% proviene de energía hidroeléctrica), ha contribuido mucho menos a la crisis que sus vecinos más poderosos.
“Nosotros, como país y como región, no iniciamos esta guerra contra la naturaleza. No lo provocamos“, dijo Skerrit. “No contaminamos o sobre pescamos nuestros océanos. Pero, sin embargo, estamos entre las víctimas principales”.
Hace dos años, la tormenta tropical Erika descargó diez pulgadas de lluvia en Dominica en el curso de unas pocas horas, provocando devastadores deslizamientos de tierra e inundaciones que causaron $483 millones en daños, equivalentes al 90% del PIB de la isla. Las pérdidas financiares del huracán María podrían ser aún mayores, según Skerrit. Citando la posibilidad de futuras tormentas, dijo que Dominica no debería ser restaurada a la isla que alguna vez fue; más bien, debería reconstruirse con infraestructura para mitigar futuros desastres.
Si el nivel del mar sube 91 centímetros en el Caribe, se calcula que 110 mil personas serán desplazadas debido a cambios en la topografía costera, según el Caribbean Community Climate Change Center, una organización con sede en Belice que estudia el cambio climático en la región. El centro estima que estarían inundados 149 de los 673 centros turísticos de la región, un tercio de sus 64 aeropuertos y el 80% de sus 44 puertos marítimos. La inundación devastaría el turismo, una de las industrias primarias del Caribe.
Cerca del final de su discurso, Skerrit pidió ayuda inmediata para ayudar a Dominica a recuperarse del huracán María, y un compromiso internacional a largo plazo para contrarrestar el cambio climático.
“Dejemos que estos acontecimientos extraordinarios provoquen esfuerzos extraordinarios para reconstruir las naciones de manera sostenible”, dijo.
“Permitamos que estos eventos extraordinarios desaten la innovación y la creatividad de los ciudadanos globales para desencadenar un nuevo paradigma de desarrollo económico verde, que estabilice y revierta las consecuencias del calentamiento global inducido por el ser humano”.
Este texto apareció originalmente en The Newyorker, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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