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El mundo está perdiendo 1 millón de kilómetros cuadrados de tierra productiva al año debido a las tormentas de arena y polvo, advirtió recientemente rel organismo de la ONU encargado de la lucha contra la desertificación.
Las tormentas de arena y polvo son un problema subestimado que se está volviendo “dramáticamente” más frecuente debido a la actividad humana en algunas partes del mundo.
Se estima que cada año entran a la atmósfera 2 mil millones de toneladas de arena y polvo, el mismo peso que 350 Grandes Pirámides de Giza.
Con efectos de largo alcance mucho más allá de donde se forman, las fluctuaciones en intensidad, tamaño y longitud pueden hacer que las tormentas de arena y polvo sean “impredecibles y peligrosas”, dicen los expertos de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD).
Conocidas por muchos nombres locales como siroco, haboob, polvo amarillo o harmattan, estas tormentas se forman en tierras secas de latitudes bajas y zonas subhúmedas donde la vegetación es escasa o ausente.
El seco mar de Aral, entre Kazajstán y Uzbekistán, por ejemplo, es una fuente importante de tormentas de arena y polvo.
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Aunque son un fenómeno natural común, el problema se ve exacerbado por la actividad humana. La deforestación, el pastoreo excesivo y el uso excesivo del agua provocan la expansión de los desiertos, lo que aumenta la probabilidad de que se produzcan estas tormentas.
La sequía y las temperaturas extremas provocadas por el cambio climático sólo sirven para amplificar estos factores.
“Las tormentas de arena y polvo se han vuelto cada vez más frecuentes y severas, teniendo impactos transfronterizos sustanciales, afectando diversos aspectos del medio ambiente, el clima, la salud, la agricultura, los medios de vida y el bienestar socioeconómico de las personas”, dice Feras Ziadat, presidente de la Coalición de las Naciones Unidas para la Lucha contra las tormentas de arena y polvo.
Los expertos de la CLD atribuyen ahora más de una cuarta parte del problema a las actividades humanas. En algunas zonas, el polvo del desierto se ha duplicado en el último siglo.
“La visión de nubes oscuras de arena y polvo que envuelven todo a su paso y convierten el día en noche es uno de los espectáculos más intimidantes de la naturaleza”, dice Ibrahim Thiaw, secretario ejecutivo de la CLD.
“Es un fenómeno costoso que causa estragos en todas partes, desde Asia septentrional y central hasta África subsahariana”.
En su origen, dañan los cultivos, afectan al ganado y destruyen la capa superior del suelo. Donde depositan el material que transportan, representan una amenaza para quienes padecen problemas de salud como enfermedades respiratorias, especialmente cuando se combinan con la contaminación industrial local.
Las redes de comunicaciones, la generación de energía, el transporte y el transporte marítimo también pueden verse afectados por la baja visibilidad o fallos mecánicos.
“La acumulación de impactos de las tormentas de arena y polvo puede ser significativa”, afirma Ziadat.
La CLD ha pedido una mejor gestión de la tierra para restaurar la tierra dañada, así como mejores sistemas de alerta temprana para aumentar la resiliencia a estos impactos.
Este texto apareció originalmente en Euronews, puedes ver el original en inglés aquí.
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