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Cada año, las calles de ciudades y pueblos se iluminan con decoraciones navideñas que marcan la llegada de una de las épocas más esperadas del calendario. Aunque la tradición de iluminar las noches invernales tiene raíces históricas que se remontan a la antigua Roma, donde las antorchas celebraban el solsticio de invierno, la tecnología ha transformado esta costumbre. Desde las bombillas incandescentes hasta las luces LED actuales, el impacto ambiental de esta tradición no puede pasarse por alto.
Aunque las luces LED son reconocidas por su bajo consumo energético en comparación con tecnologías anteriores, su fabricación conlleva un impacto significativo. Según el astrofísico Alejandro Sánchez de Miguel, experto en contaminación lumínica, el proceso de producción de estas luces genera grandes cantidades de emisiones de CO2, además de depender de la extracción de tierras raras, una actividad altamente contaminante y destructiva para el medio ambiente.
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Para que las luces LED sean una alternativa realmente sostenible, deben cumplir con tres condiciones:
La iluminación navideña contribuye a un aumento estacional de la contaminación lumínica, que ya crece un 2.2 % anual, según un estudio de Science Advances. Este fenómeno no solo afecta la observación astronómica, sino también a los ecosistemas. Las luces atraen insectos hacia áreas urbanas, lo que puede alterar la dinámica de las especies, atraer plagas e incluso interferir con el descanso humano cuando permanecen encendidas hasta altas horas de la noche.
Además, la luz blanca y fría, predominante en muchas decoraciones navideñas modernas, tiene un impacto particularmente negativo. Este tipo de luz es más dispersiva en la atmósfera, causa mayor deslumbramiento y afecta la regulación hormonal en humanos y animales, en comparación con la luz cálida anaranjada, históricamente más amigable con los ecosistemas.
La eficiencia energética de las luces LED puede generar un efecto paradójico conocido como “efecto rebote”. Un estudio publicado en Ciencias de la Energía y el Medio Ambiente explica que, al reducirse el costo de la iluminación, muchas personas tienden a incrementar su uso o a iluminar áreas que antes permanecían en penumbra, anulando así el ahorro energético esperado.
Este fenómeno también se ve amplificado por la prolongación del periodo navideño. En muchas ciudades, las luces se mantienen encendidas hasta 200 horas a lo largo de 35 días, desde principios de diciembre hasta después del Día de Reyes, y en algunos casos, incluso más temprano, como ocurrió en Madrid, donde el encendido oficial comenzó el 24 de noviembre en 2022.
El impacto ambiental de la iluminación navideña depende también de las fuentes de energía utilizadas. En muchos países, la generación de electricidad sigue dependiendo en gran medida de combustibles fósiles, lo que añade una huella de carbono significativa. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), cada kilovatio hora de luces LED genera aproximadamente 340 gramos de CO2. Sin embargo, medir el impacto exacto es complicado debido a la variabilidad en las fuentes energéticas según el momento del día.
A pesar de estos desafíos, existen alternativas que permiten disfrutar de la magia navideña con un menor impacto ambiental. Algunas ciudades ya han comenzado a implementar medidas innovadoras:
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Además, el control y monitoreo de la contaminación lumínica es fundamental. Esto incluye medir de forma más precisa el impacto ambiental de las instalaciones de luces y desarrollar regulaciones que protejan áreas naturales cercanas.
La Navidad debería ser una celebración de unión familiar y conexión con la naturaleza, no un despliegue excesivo de consumismo. Reducir el impacto ambiental de las luces navideñas no implica renunciar a esta tradición, sino reimaginarla de manera responsable. Adoptar medidas sostenibles no solo beneficia al medio ambiente, sino que también promueve una Navidad más auténtica y consciente.
Reinventar las festividades a la luz de la sostenibilidad es un paso necesario hacia un futuro más equilibrado, donde la belleza de las celebraciones no comprometa la salud del planeta.
Este texto está basado en un artículo de National Geographic.
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