Suscríbete
El auge de la acuicultura de camarones ha sacado de la pobreza a miles de campesinos vietnamitas, pero también ha contribuido de forma decisiva a la destrucción de sus manglares, unos bosques anfibios vitales para frenar la erosión y el aumento del nivel del mar.
De las 270,000 hectáreas que cubrían el litoral vietnamita en 1980 solo quedan 60,000 hectáreas, según datos gubernamentales, una deforestación que los expertos atribuyen a la urbanización, al desarrollo del turismo y sobre todo a la lucrativa industria de camarones, que en 2016 exportó un valor de € 2,700 millones.
“La acuicultura se ha expandido mucho desde los 90’s y ha contribuido a la pérdida del manglar. Ahora hay más consciencia de que hay que protegerlos, pero quedan muy pocos y son difíciles de regenerar”, dice a EFE Phuc Xuan Tho, analista en Vietnam de la organización estadounidense Forest Trends.
Estos ecosistemas pantanosos en que se mezclan agua dulce y salada y donde conviven más de 700 especies animales resguardan las frágiles costas vietnamitas de la subida del nivel del mar y mitigan los efectos de los tifones. Sin embargo, las enmarañadas raíces de sus árboles no representan más que estorbos para los productores, ávidos de grandes extensiones de agua estancada para sus criaderos.
“Talan los manglares para tener más espacio para la cría”, explica Nguyen Thi Bich Thuy, responsable del proyecto Mangroves and Markets (Manglares y Mercados), que intenta conciliar el beneficio económico con la protección medioambiental. Este programa impulsado por la Organización Holandesa de Desarrollo (SNV) propone un modelo de cría orgánica de crustáceos que respete el manglar y fomente su regeneración.
Iniciado en 2012 en la meridional provincia de Ca Mau, la última gran reserva de manglares del país, ha concluido con éxito su primera etapa y ahora se ha expandido a las provincias de Tra Vinh y Ben Tre, en el delta del río Mekong.
“La condición es que el 50% de la superficie explotada sea manglar al terminar el proyecto. Eso implica un esfuerzo de replantación, pero también de conservación de los manglares existentes”, indica Bich Thuy.
SNV ha organizado la formación de 4,100 acuicultores, a los que instruye en la cría ecológica y también en los pasos a seguir para obtener todas las certificaciones necesarias para la exportación de los crustáceos con el sello orgánico.
“Hemos tenido respuestas muy interesantes después de las formaciones, los lugareños cambian de mentalidad y entienden la importancia del manglar, no piensan en talar los árboles para poder criar más camarones y muchos de ellos replantan manglares por su cuenta”, señala la responsable. “Cada uno planta una superficie pequeña, pero también evitamos que talen. Están deseando aprender. Combinamos la ecología con el sustento”, añade.
Uno de los puntos que explican la buena respuesta recibida es que miles de habitantes de la zona ya están viviendo en sus carnes las perversas consecuencias del cambio climático.
Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, el delta del Mekong es una de las zonas del planeta más expuestas a los efectos del calentamiento global en los próximos años y puede perder hasta el 40% de su superficie.
En 2015 y 2016, esta región, la más fértil del país, vivió la peor sequía registrada, se perdieron miles de toneladas de cultivos y la salinización por la subida del nivel del mar y el bajo caudal del río convirtieron el agua dulce en un bien escaso. La intrusión de agua salada en los campos de cultivo que en 2006 alcanzó las 4,000 hectáreas llegó a las 56,000 en 2016, catorce veces más.
Aunque el proyecto de SNV es limitado, con un objetivo de 80 hectáreas regeneradas cuando termine el proyecto en 2020, sus responsables esperan que sirva como ejemplo y con el apoyo de las administraciones locales y una fuerte inyección económica del exterior, pueda expandirse a gran escala.
Este texto apareció originalmente en EfeVerde, puedes encontrar el original aquí.
Suscríbete a nuestro boletín
Lo más importante en tu buzón cada semana