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Centroamérica, una de las regiones más vulnerables del mundo a los efectos del cambio climático, aún tiene tiempo para hacer frente a unas previsiones poco alentadoras, por ello deben enfocar sus esfuerzos en políticas públicas inclusivas y una “infraestructura verde”.
Así dijo la jefa de la Unidad de Desarrollo Agrícola y Punto Focal para el Cambio Climático de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Julie Lennox, quien analizó el pasado, el presente y el futuro de la región para esbozar los retos y desafíos de esta problemática mundial.
“No estamos respondiendo con la rapidez y la extensión necesaria para Centroamérica”, resumió Lennox en un encuentro en Ciudad de Guatemala (Guatemala) con varios periodistas.
Ella insistió en dar “un brinco más fuerte” integrando a todos los sectores, también a los “olvidados” (como los pequeños productores), para concretar políticas, recuperar tradiciones y volver a conectar a la sociedad.
La actividad de los seres humanos, las temperaturas al quemar combustibles fósiles, la tala de las selvas tropicales o las enormes cantidades de gases que producen las personas aumentan el efecto invernadero y el calentamiento global, con secuelas que ya se perciben en la actualidad.
Entre ellas, está el aumento de la temperatura, la irregularidad de las precipitaciones, el incremento de la temperatura del mar o la acidificación por gases, ejemplos que deben ser revertidos, pues las previsiones, de continuar con las mismas actuaciones, no son positivas.
En las proyecciones, explicó la experta, se ve un incremento de 4°C en la temperatura promedio de la región en los próximos 30 años, una “exacerbación” de la canícula durante la primera siembra o un aumento de la aridez, que ampliará la zona conocida como el Corredor Seco y que afectará a los bosques tropicales del sur de Centroamérica.
Estas consecuencias, junto con una sociedad que cuenta con “vulnerabilidades socio-económicas muy fuertes” (como pobreza, falta de educación o salud), y un modelo que usa “mucho los recursos naturales”, agravan la situación.
Es por ello que Lennox aboga por los “microclimas”, los cultivos de sombra y la infraestructura verde, aquella que en lugar de hacer una reconstrucción de los daños, busque una economía “más sostenible” e incluyente, rescatando prácticas tradicionales, como la recopilación de agua de lluvia.
“Hay que actuar en los próximos 15 años en infraestructura urbana y rural, en el sector energético, en tierras… repensar su diseño, porque la mala infraestructura mata, estresa el ambiente y deja deudas”, resumió.
Al tiempo que pidió crear más conciencia y educación, y abogar por bienes y servicios comunes, como un buen transporte público.
De acuerdo con el Índice de Riesgo Climático de largo plazo, Honduras, Nicaragua, Guatemala y El Salvador se encuentran entre los 15 países con mayores afectaciones a nivel global.
Datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que estos países forman la parte más expuesta y vulnerable del Corredor Seco Centroamericano, donde viven cerca de 10.5 millones de personas y de las cuales 1.6 millones se encuentran en inseguridad alimentaria.
Las emisiones de Centroamérica no suponen ni el 1% a nivel global, pero aun así los gases producidos por persona en esta región, son muy desiguales, desde las 0.5 toneladas per cápita en Costa Rica hasta las 39 de Belice. Mientras que en otros países como la Unión Europea la cifra está en 18 y en Canadá, Estados Unidos o Australia en 25.
Este texto escrito por EFE apareció originalmente en El Nuevo Diario, puedes encontrar el original aquí.
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