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Islandia perdió la mayoría de sus árboles hace más de mil años, cuando los colonos vikingos arrasaron con los bosques que cubrían una cuarta parte del campo. Ahora, a los islandeses les gustaría recuperar algunos de esos bosques para mejorar y estabilizar los suelos hostiles del país, ayudar a la agricultura y luchar contra el cambio climático.
Pero restaurar incluso una parte de los bosques que una vez fueron extensos en Islandia, es una tarea lenta y aparentemente interminable. A pesar de la siembra de más de tres millones de árboles en los últimos años, la cantidad de tierra cubierta de bosques (estimada en alrededor del 1% a finales del siglo 20, cuando la reforestación se convirtió en una prioridad) apenas ha aumentado.
“Definitivamente es una lucha”, dijo Jon Asgeir Jonsson, un forestal que trabaja para la Asociación de Silvicultura de Islandia privada y que planta árboles con voluntarios de los muchos grupos forestales locales en esta nación isleña de 350,000 personas.
“Hemos conseguido quizás medio por ciento en el último siglo”.
La belleza que hay en cada uno de sus paisajes pintorescos viene con un problema que los islandeses han enfrentado durante siglos. La falta de árboles, junto con la ceniza y pedazos más grandes de roca volcánica arrojados por las erupciones de volcanes, ha llevado a la erosión del suelo a un nivel severo.
Al no contar con una buena vegetación, la agricultura y el pastoreo han sido casi imposibles en muchas partes del país. Y la tierra suelta, combinada con los fuertes vientos de Islandia, ha provocado tormentas de arena que pueden dañar aún más la tierra e incluso lastimar la pintura de los automóviles.
Después de una tormenta de arena destructiva al este de la capital, Reykjavik, en 1882, el gobierno estableció actividades de reforestación y conservación de suelos.
Por otro lado, a medida que el cambio climático se ha convertido en una preocupación mayor, los líderes de Islandia han considerado la reforestación como una forma de ayudar al país a cumplir sus objetivos climáticos.
A pesar del uso generalizado de energía geotérmica e hidroeléctrica, Islandia tiene emisiones altas per cápita de gases de efecto invernadero, en gran parte debido al transporte y las industrias pesadas como la fundición de aluminio. El gobierno está trabajando con la Unión Europea y Noruega para alcanzar el objetivo general de una reducción de emisiones del 40% con respecto a los niveles de 1990 para el año 2030. Por otra parte, Islandia tiene su propio objetivo de una reducción del 50% al 75% para 2050.
“Un importante contribuyente a la política de mitigación de Islandia es plantar árboles“, dijo Gudmundur Halldorsson, coordinador de investigación del Servicio de Conservación de Suelos de Islandia.
Cuando Islandia fue asentada por primera vez a fines del siglo 9, gran parte de la tierra en la costa o cerca de ella, estaba cubierta de bosques de abedules. Pero Halldorsson comenta que “las personas que se establecieron en el país tenían la cultura de la Edad de Hierro”.
Los colonos recortaron y quemaron los bosques para cultivar heno y cebada, y crear tierras de pastoreo. Usaron la madera para construir y el carbón para la herrería. Según la mayoría de las versiones, la isla fue deforestada, en gran parte, en tres siglos.
En los siglos siguientes, erupciones de algunos de los muchos volcanes de Islandia depositaron capas gruesas de material volcánico en el suelo. La ceniza, aunque rica en nutrientes, constituía un suelo muy frágil y pobre que no podía retener el agua y se movía a medida que soplaba el viento. Como resultado, alrededor del 40% del país es desierto, dijo el doctor Halldorsson. “Pero hay mucha lluvia y por eso lo llamamos ‘desierto húmedo'”.
El trabajo de plantar muestras generalmente comienza con una evaluación del sitio. Para Jonsson, eso significa observar qué vegetación ya está creciendo allí. “Se puede estimar la riqueza del suelo debajo”, dijo. Luego, él y sus voluntarios plantan las especies apropiadas para la parcela: abedul, abeto Sitka, pino lodgepole (pinus contorta), alerce ruso u otras especies.
Para Saemundur Thorvaldsson, un forestal del gobierno que trabaja con grupos de voluntarios y granjeros en la región de Westfjords, en el norte de Islandia, el árbol “correcto” (cerca del 30% del tiempo) es abedul. El cual puede tolerar suelos pobres, y aunque crece muy lentamente, eventualmente proporciona refugio para otras especies.
La mayoría de las otras especies se originaron en Alaska. Ahora se cultivan como muestras en invernaderos de Islandia, porque la importación de árboles vivos está prohibida.
Nadie espera que una cuarta parte de Islandia vuelva a estar cubierta de bosques. Pero dadas las lentas tasas de crecimiento, incluso ganancias más modestas tomarán mucho tiempo, dijo Thorvaldsson.
“El objetivo ahora es que en los próximos 50 años podamos llegar al 5%”, dijo. “Pero a la velocidad que vamos, tomará 150 años hacerlo”.
Este texto apareció originalmente en The New York Times, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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