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Meses después de que el huracán Irma destruyera varias islas del Caribe, la alguna vez vibrante comunidad en la pequeña isla de Barbuda, aún lucha por reconstruir el paraíso perdido.
Antes de la tormenta de septiembre, Barbuda era un Edén olvidado. Sus 1,700 habitantes eran familia, literalmente. Los días de trabajo eran cortos y la langosta tenía un sabor dulce.
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Los vientos de categoría 5 de Irma dañaron prácticamente el 100% de la isla. A raíz de esto, y cuando el huracán José amenazó con atacar, la isla fue completamente evacuada.
Unos cientos han vuelto desde entonces, buscando reconstruir sus hogares y negocios. Pero el huracán ha abierto viejas heridas en Antigua y Barbuda, una nación caribeña de dos islas muy diferentes donde las tensiones históricas se han extendido.
Los habitantes de Barbuda que han regresado están furiosos y desconfiados del gobierno nacional en Antigua, la isla más grande y desarrollada, insistiendo en que está demorando la restauración de la electricidad en los hogares y la reconstrucción de las escuelas.
Ellos temen un complot, que los antigüeños quieren vender la isla de Barbuda a varios desarrolladores. El esfuerzo del gobierno de Antigua para construir un aeropuerto más grande y más fortificado en Barbuda, dicen, es una prueba.
Pero el gobierno de Antigua insiste en que ha llegado el momento de que Barbuda se integre al mundo moderno, abandonando una cultura retrograda de la propiedad colectiva de la tierra a favor de las leyes de propiedad modernas.
Si los residentes de Barbuda poseen su propia tierra y sus casas, pueden, según argumenta el gobierno, solicitar préstamos para reconstruir sus propiedades sin la ayuda de los contribuyentes. También pueden asegurar sus hogares contra las tormentas, al igual que los residentes en Antigua.
En la balanza se encuentra un estilo de vida caribeño apreciado por los habitantes de Barbuda, el cual temen, nunca vuelva a ser lo que era antes de la ira de Irma.
En Barbuda, el esfuerzo de reconstrucción después del huracán Irma tiene un largo camino por recorrer. Se ha despejado la basura y restos en la calle, pero muchas casas siguen en ruinas. Algunos de los pocos cientos de repatriados duermen en tiendas de campaña fuera de sus hogares.
Solo Wayde Burton, un concejal local, ha logrado reabrir la única tienda en la isla, el supermercado de Lil-Linc. Y un ferry diario navega entre Barbuda y Antigua, saliendo a primera hora de la mañana y regresando a última hora de la tarde. Pero no es confiable, dicen los residentes, y a menudo están abarrotados, por lo que incluso llegar a Barbuda es una tarea difícil.
Shiraz Hopkins, un agricultor de Barbuda, huyó a la vecina Antigua durante la evacuación en septiembre. Gran parte de su ganado sobrevivió a Irma. Regresó a Barbuda en noviembre y argumenta que el gobierno demoró demasiado en la restauración de la electricidad, el agua y en la reconstrucción de la escuela primaria local.
Muchos habitantes de Barbuda se han quedado en Antigua, han encontrado trabajos y ahora construyen nuevas vidas. Pero él y otros han prometiendo quedarse.
“Con la ayuda de Dios, recuperaré lo que tenía y aún más”, dijo.
En la estela de Irma, las personas fueron evacuadas, pero los animales en su mayoría no lo fueron. Esto creó un problema ya que los perros abandonados, antes mascotas, formaron manadas de caza y cazaron ovejas, cabras y pollos. A algunos perros se les puso a dormir por escuadrones de control de animales, pero otros están siendo alojados en una perrera improvisada dentro de un hotel dañado. En una tarde de diciembre, 20 perros fueron encadenados en el “Hotel para perros”, que vivían en condiciones aparentemente malas. Ese mes, sin embargo, se comenzó a trabajar en una nueva instalación destinada a servir como refugio para animales a largo plazo.
Uno de los puntos conflictivos entre los repatriados de Barbuda y el gobierno nacional en Antigua es la reconstrucción del aeropuerto de la isla. El gobierno está avanzando con los planes para una instalación más grande y más fortificada, que los funcionarios dicen que ayudará en el esfuerzo de reconstrucción y proporcionará beneficios económicos a largo plazo.Pero los críticos en Barbuda dicen que el proyecto apunta a abrir la isla tranquila al turismo de mayor escala, al que muchos lugareños se opondrían firmemente.
La fe ha regresado a Barbuda en la forma del obispo Nigel Henry, pastor de la iglesia pentecostal local, quien nuevamente está prestando servicios en la isla. La iglesia está intentando ayudar a los residentes locales, proporcionando comida cuando sea posible y ocasionalmente organizando el transporte para los que todavía están en Antigua y quieren regresar a su isla cuando el servicio de ferry no está disponible.
La mayoría de los 1,700 residentes de Barbuda que fueron evacuados de la isla después de Irma se han establecido en su isla hermana, Antigua, donde la vida es radicalmente diferente. Barbuda no cuenta con cadenas de restaurantes como Burger King o un turismo importante. Para ellos, Antigua es un salto al mundo moderno, con cruceros masivos y un ritmo de vida más rápido.
Este texto apareció originalmente en The Washington Post, puedes encontrar el original en inglés aquí.
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