Suscríbete
A lo largo de los meses del invierno del Estado Islámico, los habitantes de la región de Qayyarah (Irak) no podían ver el sol. Un denso humo negro proveniente de los pozos de petróleo en llamas cubrió el cielo durante el verano de 2016. Los incendios provocados por el grupo yihadista, cada vez más frecuentes y numerosos, tenían como objetivo dificultar las operaciones militares aéreas en su contra, retrasar el avance de las fuerzas iraquíes o simplemente destruir los recursos naturales.
Para finales de marzo de 2017, los fuegos ya estaban extinguidos, pero la región pagará aún durante mucho tiempo las consecuencias en términos de contaminación y riesgos para la salud de la población.
La misma historia se repitió en las montañas de Hamrin, en la refinería de Baiji y en Kirkuk, entre otros lugares en los que la presencia de artefactos explosivos improvisados y minas complicaba la tarea de apagar los incendios. No se trata solo de petróleo, ni el grupo yihadista es el único responsable del desastre ambiental que azota a Irak.
Además de causar cientos de víctimas, los conflictos en curso en las últimas tres décadas y la escasa atención de las autoridades locales han llevado el país al borde de un desastre ambiental. Estas son las conclusiones de un informe realizado por la ONG holandesa PAX y presentado en la Asamblea de Naciones Unidas sobre Medioambiente, celebrada a principios de diciembre de 2017 en Nairobi (Kenia).
Conoce más: ONU premia a los nuevos “Campeones de la Tierra”
En los últimos años, centros de producción de petróleo, depósitos y oleoductos de todo el país también han sido blanco de acciones militares por parte de la coalición liderada por Washington (Estados Unidos) con el objetivo de privar al Estado Islámico de los ingresos del crudo. Los frecuentes derrames del líquido derivados de estas intervenciones han envenenado terrenos agrícolas y reservas de agua potable, causando daños en el hígado, en el riñón, en el sistema respiratorio y cáncer entre la población local.
Sin acceso a las infraestructuras de producción de petróleo tradicionales, tanto los yihadistas como las comunidades locales han recurrido a métodos artesanales y altamente contaminantes. Solo en el norte del país, han surgido más de 1,600 pequeñas refinerías artesanales, en las que los trabajadores están expuestos a un entorno insalubre, denuncia PAX.
Otra amenaza viene de los residuos bélicos tóxicos. La ONG lamenta la falta de transparencia sobre el uso de armas con uranio por parte del Reino Unido y Estados Unidos durante las guerras de 1991 y 2004 en zonas con una elevada densidad de población.
Los combates prolongados en entornos urbanos también tienen un impacto en la salud de los iraquíes. La destrucción, a veces intencional, de infraestructuras clave, como redes de agua o electricidad, ha reducido el acceso a saneamiento y a la energía, al mismo tiempo que falta un plan de limpieza de escombros, que a veces pueden contener sustancias peligrosas.
El informe estima que solo el coste de transportar estos residuos fuera de Mosul rondaría los $250 millones. Los movimientos de 3.1 millones de personas desplazadas al interior del país han incrementado la presión sobre los escasos recursos de algunas regiones como Kurdistán.
El Estado Islámico está acusado también de contaminar directamente las fuentes de agua, convirtiendo el medio ambiente en arma de guerra. El grupo yihadista, según el informe, usaba el río Tigris como fosa común. En una ocasión llegó a arrojar al agua al menos 100 cadáveres a la vez y vertía crudo o sustancias tóxicas en lagos y ríos.
Pese a centrarse en las consecuencias del conflicto, el estudio recuerda que los problemas medioambientales del país vienen de más atrás. El cambio climático ha originado frecuentes sequías a lo largo de la última década, acelerando los procesos de salinización y desertificación, y la gestión ineficaz del agua por parte de las autoridades locales se ha traducido en contaminación y desperdicio.
Te sugerimos: El cambio climático triplicará los refugiados hacia Europa
Los esfuerzos encauzados a la reconstrucción tras la invasión de Estados Unidos en 2003 y la posterior lucha en contra del Estado Islámico, iniciada en 2014, han contribuido a relegar a un segundo plano estos problemas.
“Se trata de temas que normalmente son subestimados en el trabajo humanitario y de reconstrucción”, explica Wim Zwijnenburg, autor del informe de PAX. “Sin embargo, pueden generar problemas muy graves y crónicos para la salud de la población”. La ONG insiste en que es necesario mejorar la recolección de datos sobre estos problemas para responder de manera adecuada.
Los problemas ambientales, según el periodista Peter Schwartzstein, que participó en la presentación del informe en Nairobi, también repercuten en el clima de seguridad ya que la guerra por los recursos y la escasez de agua, argumenta, facilitan la tarea del Estado Islámico de reclutamiento.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.
Suscríbete a nuestro boletín
Lo más importante en tu buzón cada semana