Temperaturas extremas en todo el mundo, evidencia de la crisis climática
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- Escrito por El País - Foto por Humberto Moreno / Flickr Creative Commons
El 54% de la población mundial actual vive en áreas urbanas y se prevé que para 2050 lo hará el 66%, según datos de la ONU. Y los mayores incrementos demográficos se producirán en India, China y Nigeria, que en conjunto representarán el 37% del aumento previsto entre 2014 y 2050.
Así, si nos entretenemos en el análisis de los mapas de reparto de la población en el planeta, las manchas que representan la densidad de población concentrada en las urbes son cada vez mayores. Una distribución urbana sobre el terreno condicionada por la geografía de cada lugar y las condiciones de vida posibles. Junto a ríos, en valles o la costa, y desde zonas heladas a las más áridas.
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En Egipto, por ejemplo, casi toda la población se concentra en el delta y el valle. En la India se acompaña el recorrido del río Ganges, y la población china al río Yangtsé y las zonas agrícolas fértiles anexas. En Siberia, por encima del paralelo 58, apenas se habitan pequeñas ciudades, vinculadas a la actividad industrial y junto a los ríos. Y es que, el ser humano habita ciudades con temperaturas que oscilan entre mínimas de -40ºC a máximas que superan los 50ºC.
Yakutsk
Una de las ciudades habitadas más extremas y más frías, posiblemente sea Yakutsk. Un núcleo urbano con unos 280,000 habitantes situada en Siberia, a orillas del río Lena y a 450 kilómetros del círculo polar ártico. Allí, la temperatura media anual es de -10ºC y en invierno baja a -40 ºC.
Es la capital de la República de Sajá, y fue urbanizada a finales del siglo 19 cuando se descubrieron, y comenzaron a explotarse, sus reservas de oro y diamantes. Convertida hoy en un importante centro minero, que produce el 20% del comercio mundial de diamantes.
La vida allí está indudablemente condicionada por el clima. La ciudad cuenta con una completa red de túneles peatonales que permiten a la población moverse por la ciudad sin tener que estar mucho tiempo a la intemperie. Los autos se guardan en garajes para evitar que se averíen, tienen doble cristal, y en ocasiones deben dejar el motor encendido para evitar que se congele la gasolina.
Cuando la temperatura es inferior a -52°C, se cancelan las clases en los colegios, si bien los obreros continúan trabajando en la construcción hasta los -50ºC. La calefacción en las viviendas llega desde centrales térmicas construidas para cada distrito de la ciudad, y las tuberías se colocan en la superficie y no bajo tierra, donde se congelarían.
Oscilación térmica
Sin embargo, Yakutsk es también la ciudad con mayor oscilación térmica, y durante los meses de verano se han llegado a alcanzar los 40°C, con una media diurna en el mes de julio de más de 25°C. La diferencia térmica entre invierno y verano supera los 60 grados, una de las más altas del planeta. Este clima tan extremo es una de las peculiaridades geográficas de Siberia, que no cuenta entre otros, con el efecto regulador de los océanos, y el único mar relativamente accesible es el océano congelado Glacial Ártico.
Así, con la llegada del calor, la autopista queda totalmente llena de barro, y en ocasiones los conductores han quedado atrapados durante días y les debe llegar la comida desde el aire. Y por la misma razón, los edificios se elevan sobre columnas de acero (algunos hasta de dos metros de altura sobre el suelo). Con el calor se deshiela la capa superficial del suelo que en ocasiones mide más de un metro de profundidad.
No es de extrañar que Yakutsk sea la sede de varias instituciones dedicadas al estudio del clima, entre ellas el Instituto de Investigación del Permafrost, la capa del suelo permanentemente congelada en las regiones árticas y subárticas.
Oymyakon
Y aunque se considera la ciudad más fría, en Siberia existen asentamientos humanos que soportan temperaturas todavía más bajas. Es el caso de Oymyakon, un núcleo también vinculado a la explotación del diamante, y donde viven unas de 500 personas.
Allí la dieta se restringe al pescado crudo, el hígado de caballo o la sopa de carne, y no hace falta refrigerador: un pez se congela a los 30 segundos de salir del agua. Tener la leche líquida es inconcebible. Y el frío extremo obliga a que los vehículos estén siempre con el motor encendido y que las gasolineras permanezcan 24 horas abiertas. En 1924 registró la temperatura más baja en un lugar habitado: -71.2°C.
Temperatura ascendente
Y en las antípodas de estas bajas temperaturas, hay ciudades que pueden llegar a alcanzar más de 50ºC. Teniendo en cuenta que la temperatura global de la superficie terrestre ha alcanzado máximos históricos desde 2001 (siendo el año 2016 el más cálido registrado) y que el calentamiento global (el cambio de temperatura desde 1884 con respecto a la media, calculada de 1951 a 1980) puede observarse claramente en los mapas de la NASA, son cada vez más las ciudades cuya temperatura asciende.
Uno de los ejemplos más conocidos es el de la ciudad de Ahvaz. La capital de la provincia de Juzestán en Irán de 1.2 millones de habitantes, que alcanzó en junio de 2017 la temperatura de 54°C. Y que, debido a la humedad, incrementaba hasta 61.2°C la sensación térmica. Un calor extremo que se une a un elevado grado de contaminación en el aire en la que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como la ciudad con más contaminación del aire en el mundo.
Ahvaz, al margen de este récord, tiene una media de 44°C durante los días de verano. Es la ciudad donde la esperanza de vida es más baja en Irán y los residentes sufren problemas respiratorios. Situada en el desierto, y rodeada de pozos de petróleo, el efecto generado por el cambio climático agrava las condiciones de vida de su población.
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El récord lo comparte con la ciudad kuwaití de Mitribah (que alcanzó 54ºC el 21 de julio de 2016) y el desierto del Valle de la Muerte en California (el 30 de junio de 2013). Pero en situación parecida se encuentran cada vez más grandes urbes del planeta. Algunos de los ejemplos más claros pueden ser: la ciudad de Karachi (Pakistán) que supera los 50°C durante algunos días de verano. O Ghadames (Líbia), Kebili (Túnez) y Timbutku y Araouane (Mali).
O la quinta ciudad más grande de los Estados Unidos, Phoenix (Arizona), situada al borde del desierto de Sonora y conocida por su clima seco y sus famosas tormentas de arena. Es una de las más ciudades más calurosas, según la información difundida por el Weather Channel, y en verano también alcanza los 50ºC .
Bangkok, la capital tailandesa, tienen temperaturas que con frecuencia rebasan los 40ºC, que se suman al creciente smog del aire. O El Cairo, capital egipcia y la ciudad más grande de África. Una urbe que recibe el calor de los desiertos arábigos y supera a menudo los 40°C, que se unen a la humedad que proporciona el delta del Nilo.
Y es que son cada vez más las ciudades que contemplan como sus temperaturas aumentan. Ya un tercio de la población mundial está expuesta a condiciones climáticas que producen olas de calor mortales, debido a la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Y las predicciones no son optimistas: la cifra llegará al 48% de la población hasta 2100, aunque se reduzcan las emisiones de esos gases. Así, frenar el cambio climático es un reto planetario, al que las ciudades deben atender con urgencia.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí.