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Las vacaciones, los viajes, los millones y millones de turistas también están calentando el planeta. La responsabilidad del turismo en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) es, según un nuevo estudio, cuatro veces mayor de lo que se había estimado ahora. Los turistas, con los occidentales a la cabeza, emiten tanto CO2 (dióxido de carbono) o metano como sus autos.
Y la parte de culpa del turismo en el cambio climático seguirá creciendo en el futuro.
La extracción del petróleo, el transporte, la industria o la ganadería son actividades que generan muchos GEI. Pero un estudio muestra ahora que el impacto global del turismo es tan grande o más que el de la mayoría de los sectores señalados hasta ahora. El trabajo, publicado en Nature Climate Change, eleva el porcentaje de las emisiones achacables a los turistas hasta el 8%, una cifra que cuadruplica las estimaciones precedentes y supone igualar a las emisiones de los coches o al metano expelido por las vacas, que, según sea la fuente, oscilan entre el 8% y el 10%.
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El trabajo incluye datos de 189 países obtenidos para el lustro que va de 2009 a 2013, cuando ya la crisis económica se había extendido. Aún así, las emisiones relacionadas con el turismo pasaron de 3.9 millones de toneladas de GEI a 4.5 millones de toneladas. Y, aunque no hay datos completos de fechas posteriores, todo indica que han seguido aumentando. A pesar de la crisis, el número de turistas no ha dejado de crecer en lo que va de siglo, superando el año pasado los 1,300 millones. Y todo indica que seguirán aumentando. Según han modelado los autores del estudio, si no se hace nada (eficiencia energética, tasas al turismo, ecoturismo…) las emisiones habrán subido hasta los 6.5 millones de toneladas en 2025.
“Muchas de estas emisiones no habían sido tenidas en cuenta hasta ahora”, dice la investigadora de la Universidad de Sidney (Australia) y principal autora del estudio, Arunima Malik. “Realizamos una evaluación integral computando más de mil millones de cadenas de suministro”, añade.
El trabajo no se queda en los gases emitidos por el avión que lleva al turista ni los del aire acondicionado que refresca la habitación de su hotel. Incluye el CO2 o el metano liberados a la atmósfera en el proceso de cultivar el arroz de la paella que se come o el plástico del que está hecho el souvenir que se lleva de vuelta a casa.
Los países con mayores emisiones relacionadas con el turismo son los occidentales, con EE UU en primer lugar. A esta primera clase se han subido también naciones con economías emergentes como China, India o México. La mayoría de estas huellas de carbono proceden de viajes domésticos. La cosa cambia cuando la clasificación es en emisiones per cápita. Entonces, entre los mayores emisores de gases de efecto invernadero aparecen las Maldivas (en primer lugar), Mauricio (cuarto), Chipre (sexto) o las Seychelles (séptimo puesto). En estos países, las emisiones turísticas llegan a suponer el 80% del total de emisiones. Como era previsible, el transporte es el principal responsable de las emisiones turísticas. Solo los vuelos ya suponen el 20%.
Para la directora de Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales, Teresa Ribera, “no se trata de prohibir el turismo, si no de sacar a la luz sus costes ocultos”. La que fuera la secretaria de Estado de Cambio Climático entre 2008 y 2011 coincide con los autores del estudio que la relevancia de las emisiones turísticas ha sido oscurecida por las de otros sectores más evidentes, en apariencia más sucios, durante demasiado tiempo. “España debe tomárselo en serio, el turismo es una de sus señas de identidad”, dice.
Este texto apareció originalmente en El País, puedes leerlo aquí.
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