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Científicos de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional de Estados Unidos (NOAA) han detectado una desaceleración en la reducción de emisiones de clorofluorocarbonos (CFCs) a la atmósfera desde 2012 de un 50%.
Este estudio, publicado en la revista científica Nature, refleja que el aumento en las emisiones de CFCs, aquellos gases contaminantes utilizados en la industria de la refrigeración y en los aerosoles, ha sido provocado por “nuevas fuentes de producción”.
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La emisión de estos gases afectan al incremento del agujero de la capa de ozono y, por consiguiente, a la aceleración del cambio climático.
La extensión máxima del agujero en 2017, alcanzada en septiembre, fue de 19.6 millones de kilómetros cuadrados (2.5 veces la superficie de EE. UU.), según los cálculos de la NASA, corroborados por la asociación oceánica NOAA, mientras que la media desde 1991 ha sido de 26 millones de kilómetros cuadrados.
Para evitar el incremento del agujero, se planteó el protocolo de Montreal, mediante el cual se establecieron mecanismos para reducir la abundancia de gases perjudiciales para la atmósfera como los CFCs.
El estudio, liderado por el investigador Stephen Montzka, demuestra que la tasa de disminución de la concentración de CFCs en la atmósfera se ha reducido en un 50% a partir de 2012, en tanto que, en el período comprendido entre 2002 y 2012, se mantuvo constante.
“Este incremento no está relacionado con las labores de producción pasada, si no que sugiere que está enlazado con una nueva producción que no ha sido reportada y que no concuerda con el protocolo de Montreal”, señaló el estudio.
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Hace 31 años, la importancia de la capa de ozono llevó a que la comunidad internacional firmara este acuerdo sobre las sustancias dañinas para la capa de ozono, con objeto de regular este tipo de compuestos.
Se espera que para el año 2070 el agujero haya recuperado los niveles de 1980.
El ozono actúa como un elemento esencial en la atmósfera, una capa protectora natural a altas altitudes ante las radiaciones ultravioletas dañinas para los humanos y las plantas.
Este texto apareció originalmente en EfeVerde, puedes encontrar el original aquí.
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