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La apuesta por el carbón ha aislado aún más a Estados Unidos de sus socios del G20, aunque a último momento se sumó a un documento que promueve el uso de energías limpias que lleva la firma de los ministros de Energía reunidos en Bariloche, en los andes argentinos. La tensión apenas se percibió en el papel, pero fue evidente en las declaraciones individuales de los ministros, que no necesitan el consenso de todos.
En una rueda de prensa celebrada al término de una cumbre celebrada en Bariloche, el ministro de política energética de Alemania, Thorsten Herdan, dijo que los países miembros del G20 “tienen que salir del carbón” si pretenden reducir las emisiones de efecto invernadero y combatir el cambio climático. Como alternativa, los ministros han propuesto al gas como combustible fósil “de transición” hacia una matriz basada en las energías renovables.
Las referencias al carbón coincidieron con la intención de Estados Unidos de proteger a los yacimientos de carbón y de energía nuclear que enfrentan problemas financieros dentro de su territorio. En un alto de las discusiones en Bariloche, el secretario de Energía de Estados Unidos, Rick Perry, dijo que era posible producir “carbón limpio” con las tecnologías adecuadas, al punto que su desarrollo puede ser “muy positivo para el medio ambiente”.
El documento final de la cumbre hace referencia al desarrollo de la captura de carbono, un proceso costoso que se utiliza para atrapar el dióxido de carbono liberado a la atmósfera por los combustiones fósiles. Herdan dijo que no son los países del G20 quienes deben decir a los socios cuándo abandonar el uso del carbón, pero fue evidente la presión de Estados Unidos para que el tema no aparezca en forma explícita en el acuerdo.
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La necesidad de elaborar estrategias globales contra el cambio climático chocó, una vez más, contra los intereses de EE. UU. de no ceder terreno a los combustibles fósiles, en parte por los costos extras que puede acarrear el desarrollo de energías limpias como la eólica y la solar.
Una de las primeras decisiones de política exterior del presidente Donald Trump fue romper en junio de 2017 con el Acuerdo de París que había suscrito su antecesor, Barack Obama. Ante la necesidad de un consenso en Bariloche, el texto final aclaró que cualquier “transición energética” hacia energías renovables sólo aplicará “para aquellos países que están decididos a implementar el Acuerdo de París”.
El lenguaje diplomático permitió así que EE. UU. participe de un documento que habla claramente de la necesidad de combatir el cambio climático. Los ministros del G20 propusieron que cada país participe de acuerdo a las necesidades de su matriz energética, pero hubo acuerdo en que el gas será el combustible fósil de transición, por ser menos contaminante.
Argentina podrá beneficiarse de esta apuesta por contar con unas de las mayores reservas de gas no convencional en el yacimiento de Vaca Muerta, 30,000 kilómetros cuadrados de reservorios que se encuentran en una etapa inicial de explotación.
“Todos debemos reconocer la importancia del cambio climático y el gas será el puente hacia formas más limpias de energía. El gas natural es importante para el desarrollo económico y sostenible de Argentina”, dijo el ministro argentino de Energía y Minería, Juan José Aranguren.
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El documento final de la cumbre recoge esta opción por el gas, al que atribuyen potencial para expandirse en las próximas décadas “apoyando así las transiciones hacia sistemas de emisiones más bajas”. “Nos esforzaremos por mejorar el funcionamiento, la transparencia y la competitividad de los mercados del gas”, según el texto de consenso.
La apuesta por el gas motivó críticas de grupos ambientalistas, como Greenpeace. Apenas difundido el acuerdo final, la organización emitió un comunicado en el que tildó de “estafa” considerar al gas como un puente hacia energías limpias.
“En lugar de avanzar hacia una transición acorde a la urgencia que la ciencia demuestra que es necesaria, el gobierno argentino hizo todo lo posible para disfrazar al gas de energía limpia y justificar así la explotación del segundo mayor yacimiento de gas no convencional del mundo: Vaca Muerta”, dijo Mauro Fernández, asesor de política climática y energética de Greenpeace.
Este texto apareció originalmente en el diario El País, puedes encontrar el original aquí. |
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