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La eléctrica francesa Engie anunció que desarrollará 300 megavatios de energía eólica en nueve parques eólicos en España, respaldados por $350 millones de dólares en inversión.
La clave de esto es que lo hace sin el apoyo del gobierno. Y está lejos de ser la única compañía energética europea dispuesta a hacer una apuesta como esta.
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En marzo pasado, la eléctrica sueca Vattenfall anunció que ganó su intento de construir un parque eólico marino de 700 MW en Holanda, lo que lo convertiría en el primer proyecto de energía eólica no subsidiado.
En Alemania, en la primera subasta competitiva del país, el regulador federal de la red aceptó cuatro ofertas por un total de 1,490 MW de capacidad eólica marina en el Mar del Norte, con una tasa de subsidio promedio de €0.44 por kilovatio-hora. Eso es bajo debido a que uno de los postores, la empresa danesa de energía eólica Dong (ahora Ørsted A/S), presentó una oferta con una tasa de subsidio de cero.
Está sucediendo también con la energía solar. Ahora hay al menos una docena de proyectos solares no subsidiados que han comenzado en Europa, como muestra este cuadro:
Todo esto es evidencia de que los principales proyectos de energía renovable pueden despegar sin un impulso financiero de los gobiernos. Es un buen momento porque la Unión Europea está buscando eliminar gradualmente los subsidios a la energía renovable, ya que estas políticas se han vuelto costosas con una explosión de las instalaciones eólicas y solares en todo el continente.
También es una señal de que estas tecnologías han reducido drásticamente su costo y son inversiones cada vez más seguras para el sector de servicios públicos.
Ahora bien, “sin subsidios” es un término que no tiene una definición estándar. Lo que estos proyectos en Europa tienen en común es que no están logrando que los gobiernos recauden una parte del costo minorista de la energía que producen.
Sin embargo, los países todavía brindan apoyo a algunos de estos proyectos en forma de investigación y desarrollo, mandatos de energía renovable, exenciones impositivas para la fabricación, etc.
También está la cuestión de integrar estos generadores en la red y compensarlos cuando el sol se ponga o el viento deje de soplar, un servicio que tiene un costo. Los proveedores de energía renovable pagan parte de esto, pero el resto se transfiere a los servicios públicos o es recogido por el gobierno.
Tampoco está claro si tener paneles solares frente a frente con plantas de carbón en un mercado abierto es necesariamente un resultado que vale la pena por sí mismo. Una de las principales razones por las cuales los gobiernos subsidiaron las energías renovables en primer lugar fue por sus beneficios ambientales.
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Deshacerse de este apoyo por completo dificultaría la financiación de proyectos y podría socavar el progreso en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector energético. La cuota de mercado de la energía renovable seguiría creciendo, pero quizás no tan rápido como sea necesario para luchar contra el cambio climático.
Al mismo tiempo, cada lugar en el mundo sin un precio sobre las emisiones de dióxido de carbono está efectivamente dando un subsidio a los combustibles fósiles.
“Superar el costo más elevado de la financiación de esquemas sin subsidios es un obstáculo; administrar otras energías renovables en la red es otra”, escribió Simon Evans en Carbon Brief. “Mientras tanto, los gobiernos deben sopesar el atractivo de esperar que el mercado ofrezca electricidad sin emisiones de carbono sin el respaldo de políticas, frente a los riesgos de no cumplir con otras prioridades”.
Este texto apareció originalmente en Vox, puedes encontrar el original en inglés aquí. |
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