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A medida que el tifón Yutu avanzaba sobre las islas Marianas del Norte, las paredes de concreto en la casa de Glen Hunter comenzaron a sacudirse, el techo de lámina que cubría el garaje salió volando y el alarido de los vientos asustó a sus gatos.
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“En su punto máximo, se sintió como muchos trenes corriendo constantemente”, escribió Hunter, quien vive en Saipán, en un mensaje enviado por Facebook a The Associated Press. “En su punto máximo, el viento era constante y el ruido era espantoso”.
Alrededor del ojo de la tormenta se registraron vientos máximos sostenidos de 290 kilómetros por hora, informó el Servicio Nacional de Meteorología; el vórtice pasó sobre las islas de Tinián y Saipán.
El servicio meteorológico en la isla de Guam emitió advertencias urgentes sobre una posible destrucción de viviendas y otros edificios.
“El colapso de algunas estructuras residenciales pondrá vidas en peligro”, decía la actualización. “Los escombros en el aire causarán daños cuantiosos”.
La actualización advertía de caída de vidrios y ventanas rotas, cortes en los servicios de electricidad y agua durante días o semanas tras el paso de la tormenta, y árboles derribados que podrían aislar a los residentes.
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Un supertifón, como fue el caso de Yutu, equivaldría a un huracán de categoría 4 o 5.
Las Islas Marianas del Norte están ubicadas a 6,115 kilómetros al oeste de Hawái y tienen una población de 55,000 personas.
Se pronosticaba una marejada de 6 a 12 metros alrededor del ojo de la tormenta, así como inundaciones, dijeron los meteorólogos.
Según informó The New York Times, más de 100 casas quedaron devastadas, en lo que los meteorólogos califican de la tormenta más poderosa en golpear a Estados Unidos, este año.
El archipiélago de las Marianas del Norte, territorio norteamericano en el Océano Pacífico, incluye a las islas de Saipán, Tinián y Rota. Allí viven 52 mil personas, la mayoría de ellas en Saipán; el ojo de la tormenta paso directamente sobre Tinián.
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“Fue como si un tren de carga y un avión 747 pasaran en plena carrera y uno estuvieran entre ambos”, dijo Edwin K. Propst, miembro de la legislatura local.
Informó que visitó varias comunidades que perdieron todo. “Sus casas, sus objetos de valor, sus posesiones más preciadas”, dijo.
“No pudimos dormir por el ruido afuera. El viento gritaba. Nos escondimos y rezamos”, relató Melanie Castro de 29 años.
Este texto fue escrito con información de AP y The New York Times por Clarín, puedes encontrar el original aquí.
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