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Los ecosistemas de alta montaña de los Andes están entre los más amenazados por la reducción de áreas disponibles. El aumento de la temperatura ha hecho que muchas especies de animales busquen estos lugares elevados y más fríos para vivir. Tal circunstancia ha traído como consecuencia la transformación en la composición de este ecosistema y daños en sus procesos ecológicos.
El cambio climático actúa como “trampa térmica”. El ascenso de los animales a las montañas representa un riesgo en la reducción de las poblaciones de las especies, y eventualmente, de extinción al no soportar temperaturas nunca antes experimentadas.
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Según una investigación adelantada por la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO), en el caso de la Sabana de Bogotá, de acuerdo con los conteos navideños de aves que se realizan desde hace 26 años, la población de pájaros presenta cambios poblacionales en 51%.
“De las especies registradas: 48 aumentaron y 30 disminuyeron. Las causas que más han influido en este fenómeno son el cambio climático y las “islas de calor”, seguidas por las alteraciones en el hábitat y la cacería”, afirma el informe.
Las transformaciones también se dan porque los bosques y humedales se convierten en áreas de cultivo, potreros y zonas urbanas, sumado a los aumentos en los niveles de contaminación y la presencia de especies invasoras.
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Según el Instituto Humboldt, un ejemplo está en las áreas silvestres presentes a finales de los ochenta, y que gradualmente han cambiado, en especial, a lo largo de las fronteras de la ciudad hasta ser reemplazadas por pastos, viviendas, desarrollos comerciales e invernaderos de floricultura.
La Sabana de Bogotá es un territorio de importancia biogeográfica dada la presencia de un alto nivel de endemismo, es decir de especies con distribución única en su geografía.
Entre los ejemplos del aumento de la llegada de especies de aves, que habitan tierras bajas, que ahora se encuentran a mayores alturas están el coquito (Phimosus infuscatus), el gavilán caminero (Rupornis magnirostris) y el chango llanero (Quiscalus lugubris).
Por otro lado, también hay ejemplos de aves de alta montaña que se están desplazando hacia arriba por causa del cambio climático, como el colibrí vientricobrizo (Eriocnemis cupreoventris) y el pinchaflor brillante (Diglossa lafresnayii). Inicialmente estas especies vivían en la Sabana de Bogotá y actualmente ya no.
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Según el Instituto Humboldt esto está disminuyendo las perspectivas de conservación de las especies. Tanto el colibrí vientricobrizo, listado en la categoría Casi Amenazado de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), como el pinchaflor brillante tienen una distribución limitada al norte de los Andes y, por lo tanto, su conservación merece especial atención.
Otra especie que evidencia las “mudanzas a nuevos vecindarios” es el Alcaraván, cuya presencia ha crecido de manera significativa en la ciudad, probablemente asociada con el aumento de las temperaturas en la Sabana y en Bogotá, pues estos lugares se adecuan a sus requerimientos térmicos como resultado de las llamadas “islas de calor urbanas”.
Las islas térmicas o de calor ocurren al interior de las ciudades y son producto, por lo general, del cambio en el uso del suelo, es decir, aquellos que antes estaban cubiertos por vegetación, ahora lo están por cemento y otros materiales con vocación urbana.
En Bogotá hay evidencia de una isla de calor que supera en cerca de 3°C, al clima medio de las afueras, según un análisis realizado a los cambios en la temperatura media, mínima y máxima ocurridos en la ciudad durante los últimos 40 años.
Este texto apareció originalmente en Semana Sostenible, puedes encontrar el original aquí.
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